Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 25 de junio de 2015

Versiones de “Juguemos en el bosque”

Primera

Están las nenas -son más nenas que nenes- saltando en círculo, y cantan: ¡¡Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está!! ¡¿Lobo está?!

El lobo: ¡¡Estooy ataándomee la zapatíiilla de báaasqueet!!

Piensa un nene: Con lo que va a tardar en atarse, ya que son zapatillas de basquet, tenemos tiempo.

Las nenas: ¡¡Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está!! ¡¿Lobo está?!

El lobo: ¡¡Estooy ataándome la óotra zapatiiílla de báasquet!!

Piensa una nena: Con lo que va a tardar, tenemos tiempo.

Las nenas: ¡¡Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está!! ¡¿Lobo está?!

El lobo: ¡¡Estoóy atáandomee la tercéer zapatiílla de báasquet.

Piensa un nene: ¿Cómo hace para atarse la tercer zapatilla con dos patas ya calzad...

El lobo: ¡¡Me los como!! ¡¡¡Aagghhh!!!


Segunda

Los nenes: ¡¡Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está!! ¡¿Lobo está?!

El lobo: ¡¡Sí!! ¡¡Está el lobo!! ¡¡¡Déjenmé dormir, manga de hincha pelotas!!

Piropos de la era k en Argentina

Uno guarro:

-¡¡Ehhhg!!! ¡¡¡Mamaya!!! ¡¡Si te agarro de dejo a favor de los huelguistas!!


Uno social:

-¡Papi! ¿No querés faltar a la oficina?

lunes, 22 de junio de 2015

Cuando gané en el carnaval de Chaché Chochú

A fines de 2008 se murió el abuelo Francisco Chaves. El abuelo Francisco, antes del golpe privatista ejecutado por los militares en 1976 -que fue parte de la guerra contrainsurgente pergeñada desde el establishment estadounidense junto a sus socios latinoamericanos y que en Argentina fue secundado por financistas, terratenientes, empresarios, eclesiásticos, ideólogos, famosos del mundo del espectáculo, comerciantes, trabajadores, etc., algunos de los cuales se equivocaron por haber sido atemorizados por la violencia guerrillera, y otros por falsos-, había sido gerente de la sucursal del Banco de Entre Ríos en la ciudad de Buenos Aires, que estaba en el microcentro. Para eso él, su mujer, Delia Goût, o Göut, o algo así, y sus hijos Carlos Javier, María Cristina, María Delia, Jorge y Eduardo se mudaron desde Villa María, o Larroque, en Entre Ríos, al barrio capitalino de Palermo. Por eso es que mi padre, Javier, militó en la Juventud Peronista de la capital federal, con la que terminó en la Villa 31 de Retiro con el cura Carlos Mugica, antes de retirarse, él y su pareja de entonces, María Teresa Norzagaray, cuando la guerrilla intensificó sus atentados, luego de lo cual se escondieron durante la persecución dictatorial, durante lo que me engendraron a mediados de septiembre de 1977, de lo que nací en mayo del ´78. El abuelo Francisco, durante la dictadura, gerente de banco y todo, rehusó delatar a unos empleados suyos que eran militantes cuando lo fueron a interrogar los militares. El primer recuerdo que tengo del carnaval de Gualeguaychú es del año ´81, ´82 u ´83, o por ahí, cuando mis abuelos hubieron ido a vivir allá en una casa del Banco de Entre Ríos en una esquina de las calles principales del centro de esa ciudad. Entonces el carnaval se hacía en la calle principal, con el público en las veredas, sin que hubiera que pagar entrada y con guerra de espuma y agua, como es el corso popular que se hace hoy día en paralelo al desfile en el corsódromo.

En enero de 2009 fui a visitar la tumba del abuelo Francisco en el cementerio de Larroque, una ciudad chica a 80 kilómetros de Gualeguaychú, de la que fue intendente por la Unión Cívica Radical el tío Atilio Benedetti, casado con María Cristina, la tía “Coca”, quienes tuvieron a los primos Francisco, Tomás y Elisa. Atilio Benedetti, luego, o ya desde antes de ser intendente, fue un empresario sojero y después un diputado nacional por la UCR, hoy día aliado con Ernesto Sanz. Decía de la visita a la tumba del abuelo Francisco. Para llegar hasta allá, a principios de enero de 2009, salí en mountain bike del departamento en que vivía en el barrio de Malaver, en el partido de San Martín, y fui a la estación de Villa Ballester, donde tomé el tren hasta Zárate, en el límite de las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos. Desde ahí hasta Gualeguaychú hay como 130 kilómetros, tramo que hice en bicicleta en dos días bajo un sol agobiante, aunque más bien que en bicicleta hice el trayecto caminando con la bicicleta, ya que la ruta tiene poca banquina, y en muchos trechos ninguna, y pasaban los camiones que transportan mercaderías por el Mercado Común del Sur a gran velocidad, tocándome feroces bocinazos, como quien dice “correte que te llevamos puesto”. Al llegar me alojé en la casa del tío “Lalo”, Eduardo, casado con Nati y padre de Francisco y Federico. El más grande le decía al otro “el papa frita”, y vivían con el perro “Tontón” en una casa con patio de un barrio semirrural en Pueblo Belgrano, como a dos kilómetros de Gualeguaychú, desde donde se siente el olor a podrido de la pastera de Botnia-UPM. En ese interín, luego de que visitara la tumba, me invitaron a salir en la comparsa Papelitos, donde estaba Juan Martín Víctor Hugo, compañero de militancia del tío Lalo en el partido llamado Argentinos por una República de Iguales, que luego fue la Coalición Cívica, y ambos asambleístas contra la pastera. De más está decir que visité el corte del puente internacional con Uruguay. Esa comparsa es la del club Juventud Unida. Las comparsas gualeguaychuenses son de los clubes. Estas son las fotos del corso.




Yo soy el del primer plano en la foto de arriba. En la de abajo, el de la derecha. En el centro está Juan Martín Víctor Hugo, y a su izquierda un chico que me parece se llamaba Martín y que en ese entonces trabajaba en una pescadería y era su novio. Juan Martín trabajaba en la intendencia, en un programa de integración de viejos.

A las fotos las sacó Daniel Aranda, con quien trabajábamos en la Secretaría Ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, a pedido mío una vez que me lo encontré de casualidad en el micro que me llevó de la estación de Retiro, en Buenos Aires, a Gualeguaychú en febrero de ese año. En enero estuve allá de vacaciones, pero en febrero tuve que ir y volver los fines de semana, cuando se hacen los desfiles, ya que en los días hábiles tenía que trabajar. La abuela Delia, católica de domingo en la misa, murió al año siguiente, o sea que ese verano fue el último en que la ví.

***

Eso entendido en términos del familiarismo judeocristianístico. En términos comunistas es otra cosa, pero éstos están atorados por aquéllos.

***

En el santuario de la cantante de cumbia Gilda, al costado de la ruta cerca del puente interprovincial, donde murió en un accidente automovilístico, había un letrero que decía algo así: “No se roben los puchos dados en ofrenda a Gilda”.