En enero de 2009 fui a visitar la tumba del abuelo Francisco en el cementerio de Larroque, una ciudad chica a 80 kilómetros de Gualeguaychú, de la que fue intendente por la Unión Cívica Radical el tío Atilio Benedetti, casado con María Cristina, la tía “Coca”, quienes tuvieron a los primos Francisco, Tomás y Elisa. Atilio Benedetti, luego, o ya desde antes de ser intendente, fue un empresario sojero y después un diputado nacional por la UCR, hoy día aliado con Ernesto Sanz. Decía de la visita a la tumba del abuelo Francisco. Para llegar hasta allá, a principios de enero de 2009, salí en mountain bike del departamento en que vivía en el barrio de Malaver, en el partido de San Martín, y fui a la estación de Villa Ballester, donde tomé el tren hasta Zárate, en el límite de las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos. Desde ahí hasta Gualeguaychú hay como 130 kilómetros, tramo que hice en bicicleta en dos días bajo un sol agobiante, aunque más bien que en bicicleta hice el trayecto caminando con la bicicleta, ya que la ruta tiene poca banquina, y en muchos trechos ninguna, y pasaban los camiones que transportan mercaderías por el Mercado Común del Sur a gran velocidad, tocándome feroces bocinazos, como quien dice “correte que te llevamos puesto”. Al llegar me alojé en la casa del tío “Lalo”, Eduardo, casado con Nati y padre de Francisco y Federico. El más grande le decía al otro “el papa frita”, y vivían con el perro “Tontón” en una casa con patio de un barrio semirrural en Pueblo Belgrano, como a dos kilómetros de Gualeguaychú, desde donde se siente el olor a podrido de la pastera de Botnia-UPM. En ese interín, luego de que visitara la tumba, me invitaron a salir en la comparsa Papelitos, donde estaba Juan Martín Víctor Hugo, compañero de militancia del tío Lalo en el partido llamado Argentinos por una República de Iguales, que luego fue la Coalición Cívica, y ambos asambleístas contra la pastera. De más está decir que visité el corte del puente internacional con Uruguay. Esa comparsa es la del club Juventud Unida. Las comparsas gualeguaychuenses son de los clubes. Estas son las fotos del corso.
Yo soy el del primer plano en la foto de arriba. En la de abajo, el de la derecha. En el centro está Juan Martín Víctor Hugo, y a su izquierda un chico que me parece se llamaba Martín y que en ese entonces trabajaba en una pescadería y era su novio. Juan Martín trabajaba en la intendencia, en un programa de integración de viejos.
A las fotos las sacó Daniel Aranda, con quien trabajábamos en la Secretaría Ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, a pedido mío una vez que me lo encontré de casualidad en el micro que me llevó de la estación de Retiro, en Buenos Aires, a Gualeguaychú en febrero de ese año. En enero estuve allá de vacaciones, pero en febrero tuve que ir y volver los fines de semana, cuando se hacen los desfiles, ya que en los días hábiles tenía que trabajar. La abuela Delia, católica de domingo en la misa, murió al año siguiente, o sea que ese verano fue el último en que la ví.
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Eso entendido en términos del familiarismo judeocristianístico. En términos comunistas es otra cosa, pero éstos están atorados por aquéllos.
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En el santuario de la cantante de cumbia Gilda, al costado de la ruta cerca del puente interprovincial, donde murió en un accidente automovilístico, había un letrero que decía algo así: “No se roben los puchos dados en ofrenda a Gilda”.