Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 31 de octubre de 2014

De la aceptación de las teorías del Big Bang y de la evolución por el Papa Francisco

Más allá de que esté bien que el Papa haya aceptado ambas ideas -y de que la traducción para “teoría” es “diosería”-, la Iglesia católica es incapaz de abordar lo esencial del debate, porque eso la llevaría a tener que deshacerse. Lo esencial es que la creencia en dios es incierta, es decir, que no hay pruebas científicas que la hayan corroborado y, más aún, que de lo investigado se concluye que es una creencia equivocada: los dioses, y el de los cristianos también, son inventos humanos. Pero incluso dentro de los términos ahora reconocidos por la Iglesia hay contradicciones de las que no van a hacerse cargo, salvo que me equivoque, como es el hecho de que los estudios antropológicos sobre el origen de la humanidad refutaron al mito de Adán y Eva. Para ser consecuentes con la aceptación del estudio sobre la evolución humana la Iglesia tiene que reconocer que ese mito es falso. ¿Hará eso? Lo mismo vale para con el mito de la creación del universo en siete días. Lo menos que corresponde es que la Iglesia reconozca que la Biblia contiene errores y que convoque a investigar qué hay de cierto en lo que dice, con buena predisposición a asumir lo que se descubra equivocado.

lunes, 27 de octubre de 2014

Crítica al trotskismo

Los trotskistas también se equivocan. Es humano. Siempre se cubren como para que no se los pueda correr por izquierda, porque no les gusta que los critiquen mal, lo que está bien y es comprensible, ya que a nadie le gusta ser mal criticado. Pero se zarpan. Sobre todo porque entran a buscar los supuestos errores en los demás, algunos que son ciertos y otros que son la convivencia con los capitalistas, y demás, y luego acusan en base a eso -y el acoso es una práctica de derecha-. Pero no reconocen los aciertos ajenos lo mismo que los errores, ni tampoco la historia de las relaciones entre los socialistas y los capitalistas, entre los primeros ellos mismos. No es que los trotskistas nunca se relacionaron amistosamente con los capitalistas. Y después escrachan a los centroizquierdistas con las fotos, o les aplican la regla transitiva al antojo, lo que llevó a chantadas, con cierta verdad, pero también con cierto arbitrio. En mucho son idealistas, y a esto lo digo a sabiendas de que muchas veces en las que tienen razón no se les hace caso, e incluso se los maltrata por complicidad con el capital. Ahí el centroizquierda tiene que corregirse. El capital también tiene que corregirse, pero no puede hacerlo porque se basa en mentiras que hacen a una cultura de la trampa que tienen muy instalada. Por eso es preciso verar al capital. Al centroizquierda también le costará corregirse, y a la izquierda también en lo que debe, lo mismo que al resto de las líneas políticas.

A los trotskistas les cuesta reconocer la relación que hay entre la vida cotidiana y la política partidaria, sindical y del gobierno estatal, por lo que critican con mucha violencia a los empresarios y a la burocracia sindical, etc., pero luego consumen los productos de sus fábricas sin reconocer el esfuerzo que hicieron esos empresarios para que los trabajadores los crearan. Aunque es un esfuerzo falseado, y no deba ser así, es un esfuerzo que les cuesta. Tampoco reconocen las tareas buenas de los burócratas sindicales, lo cual no quita que se debe terminar al burocratismo: los burócratas sindicales son autoritarios, represores, brutos y criminales muchas veces, pero también se explotan a sí mismos para sostener las conquistas obreras del populismo y los productos que se fabrican en ese modelo. Recrean y se recrean en un régimen explotador, y son semejantes a los mafiosos, que dan ayuda a los de su estirpe mientras mantienen una jerarquía autoritaria, pero para superar el problema no basta con acusar sus maldades sino que hay que reconocer toda la cuestión, hacerla conocida y que se haga en consecuencia. Lo mismo para los empresarios, y también hay que entender las causas que hacen a la inmoralidad empresarial, para que no se haga una acusación sino una comprensión del problema que sirva para solucionarlo. Por supuesto, la violencia del capital a veces hace que esto sea imposible, o indeseable, pero tiene que ser así.

Además, el trotskismo hace a un personalismo, acrítico para con León Trotsky, y eso no debe ser.

Respecto del voto, hacen un planteo purista: toman al voto como una declaración de principios en vez que como una elección práctica coaccionada por las circunstancias de dominación del capital, lo que les lleva a agredir a quienes votaron a los capitalistas o a sus aliados.

A lo que deben llegar, igual que todos, es a una coherencia entre lo que hacen y lo que dicen, una coherencia que no sea absoluta sino histórica, y comprensiva con las faltas a ella, que las habrá, pero dispuesta a corregirse.


Anexo

Los planteos de la independencia de clase y del clasismo son errados. En tanto que los humanos somos seres terráqueos, no se puede separar a las clases sociales sino imaginariamente, por lo que ese planteo lleva a una contracción entre el pensar y la práctica. Es cierto que hay algo de válido en ese planteo, al intentar juntar a los obreros con los partidos socialistas, para una lucha en común, pero se debe precisarlo porque así dicho es insuficiente, por lo que lleva a errores políticos que le facilitan mantener su dominio al capital. El clasismo es parcial cuando se convierte en obrerismo, y piensa esquemáticamente a la segmentación de la humanidad. Las clases son regulares y cambiantes a la vez, es decir que son históricas, o sea que el clasismo vale pero si es bien entendido, y sin el interés de vengarse de los capitalistas, como en el planteo de hacerles pagar la crisis, a la que se debe superar sin que nadie pague nada, porque si no los capitalistas se resistirían, más que si se propone una solución que no los perjudique -la socialización de los medios de producción no sólo no los perjudicaría en realidad, sino que los aliviaría, al repartirse en común y deshacerse en parte el grueso de tareas de que se han apropiado, o sea, que dejarían de ser superexplotados-. Entre ambos planteos, el de la independencia de clase y el clasismo, se elude la meta de verar a la clase capitalista empresarial, y también a la obrera que es pía. No obstante lo dicho, reconozco que todavía me es algo confusa la cuestión y también que el resto de la izquierda es poco dada a verar al capital. A veces esquivan el debate religioso. No se lo da lo que debe ser.

El clasismo, cuando se posiciona como obrerismo, es obsecuente para con los trabajadores, o sea, acrítico, como si los trabajadores no se equivocaran en nada, y tampoco reconoce las verdades de los empresarios, que las tienen. El clasismo, para ser cierto, debe reconocer toda la verdad, no sólo la obrera, y también toda la falsedad, no sólo la empresarial. Esa es la base para una política correcta. Asimismo, cuando se equipara al proletariado con el obrerío, se excluye de él a los restantes movimientos sociales, que son proletarios aunque no sean de trabajadores, ya que se atarean en pro de le.

El clasismo lleva a la discriminación de clase contra los grandes capitalistas, o contra los ricos cuando se trata del clasismo anarquista y populista. A la capitalesía y a los ricos no hay que discriminarlos, sino acertarlos.

Otro tema es la ilusión de que los gobiernos de los estados tienen más poder del que tienen en realidad, por lo que a veces los cuestionan por cometer injusticias sin contemplar la correlación de fuerzas que los sujeta. Es necesario que la consideren para que los trotskistas acierten la política.


Segundo anexo

Los trotskistas tienen que aceptar una formulación de las ideas que les permita convivir bien con los capitalistas mientras los confrontan y determinan, es decir, comportarse y asumir en palabras lo que hacen, cosa que realizan más o menos bien, aunque no siempre, en gran mayor parte por causa de los capitalistas, que los reprimen. Eso les permitiría plantearse una política de conjunto con el resto de la izquierda en la que puedan señalar todas las críticas que corresponden a la vez que se conquistan poco a poco, y mucho de repente, según las circunstancias, los espacios del poder estatal y social. La idea de tomar el poder de los estados por un golpe de fuerza, como fue la revolución rusa, es inviable por la fuerza de los ejércitos, las policías y las demás instituciones, y por el apoyo, tácito y expreso, del proletariado al capital -aunque es cierto que esa relación es cambiante-. Recuérdese que durante la revolución rusa el ejército zarista y los de los capitalistas europeos estaban destrozados por la primera guerra mundial.

Además, no es del todo acertada esa caracterización que distingue entre la izquierda revolucionaria y la izquierda democratizante: la izquierda democratizante también es revolucionaria -y la revolucionaria es demócrata-. Ambas difieren en la caracterización del populismo y del progresismo desarrollista, pero apelan a la democracia electoral, y de manera distinta a la lucha social. Que hagan política así por separado retrasa la liberación. Los trotskistas tienen que entender que relacionarse con los capitalistas no es necesariamente ni una traición ni una falta, aunque sí tiene sus problemas, pero no queda otra ya que los capitalistas son seres humanos que también hacen a la historia y que son nuestros coterráqueos. La cuestión es definir qué relación se tiene con ellos, que debe ser la de la convivencia respetuosa y la de la determinación por medio de la verdad. Es más fácil decirlo que hacerlo, y habrá que soportar sus maldades, a las que cometerán de todas formas, pero es la manera justa y fácil, que permite relacionarse con toda la gente, y por eso tener mejor llegada a las masas.

También hay que combinar el reformismo con el revolucionarismo en una política de largo plazo.

No todo el pensar es en palabras

Desde Sigmund Freud al menos se piensa que el pensar es en palabras, que al pensar se hace un discurso mental dado por el lenguaje. Hay pensares que no son lexicales, sino instintivos, o sensoriales. Cuando la gente camina no va pensando en palabras cada cosa que va a hacer, pero sí se las imagina según los sentidos. Y así con todo al vivir. Para los demás animales vale lo mismo: no piensan sólo mediante sus lenguajes sino también sensorialmente.

Del armamentismo, la guerra y el productivismo

Es una obviedad decirlo, pero hay que hacerlo porque hoy en mucho no reconocemos ni lo obvio, que el capital armamentista fomenta las guerras para vender su stock. Así de cruel. También están los dislates religiosos, la búsqueda de minerales y de grandes negocios, el dominio geopolítico y demás. Entre ellos se causa a las guerras, que son siempre un despropósito y que dan cuenta de la inmadurez de la humanidad, inmadurez que no podrá ser superada en tanto existan las religiones y las identidades parciales, como son los nacionalismos, y se mida al éxito de los gobiernos en términos productivistas, pero más en general en tanto que la humanidad no haya aprendido a vivir bien, para lo cual todos los humanos debemos reconocer nuestra historia. Los humanos somos monos terráqueos con un pasado, un presente y un futuro común. No se trata de enseñar a cada hombre los libros de historia, sino las conclusiones de los balances de los conflictos históricos, aunque valga historiar. Esa es una tarea común a cada cual de los miembros de la especie humana, por lo que se la debe repartir por igual a cada humano.

Aparte hay un problema muy grande, y muy estúpido, dicho esto con dolor, derivado del desarrollismo: como el desarrollismo es una noción vacía, una metáfora en que sus objetos se des-arrollan, se desenvuelven, se presta a interpretaciones malas, como la que tiene la ONU, que hizo del desarrollismo un paradigma con metas, indicadores y acciones para cumplirlas, de manera tal de que a veces le prestan más atención al paradigma que a la realidad, lo que lleva a insensateces tales como ser el hecho de que se fomenta a las explotaciones mineras e hidrocarburíferas, que en gran medida sirven para fabricar armamentos, vehículos y electrodomésticos, la gran mayoría de los cuales no hacen falta, porque sirven para aumentar el producto bruto por habitante, sin responder a los perjuicios concretos que eso causa y sin concluir en que lo que importa es la vida para sí, en vez que el esquema con el que se pretende mejorarla.

Habrá que asumir que la ayuda para vivir debe ser hecha más por todos los humanos por igual que por los organismos supranacionales, y que la política del organismo mundial que haya en la Tierra debe responder al común de la humanidad, y ser crítica, o verdadera, porque así como es ahora nos hace daño. También habrá que asumir que la muerte es una cosa con la que vivimos y a la que hay que enfrentar sin una sensibilidad exagerada, es decir, con una sensibilidad justa, que no haga un drama de ella sino un motivo de auxilio y compañía mundano.

Y también hay que dejar ese prejuicio imperial de que el aumento de la producción indica sí o sí un progreso y un éxito gubernamental.

Lo que hay que averiguar es qué economía es la que hace falta para que todos los humanos tengamos lo suficiente para vivir, pero no según los prejuicios productivistas y consumistas que hay hoy en día -que son propios-, sino según las necesidades verdaderas, vitales, y ordenar a la acción humana según eso, aunque tal criterio, si bien sirve para reducir el esfuerzo puesto hoy en la economía, no alcanza para concebir la fusión de la economía en la vida en común.


Anexo

Los gobiernos progresistas, y todos en general, tienen que asumir que la explotación minera y energética se destina en ciertos casos al armamentismo y a otras producciones prescindibles, por lo cual son cómplices indirectos de los perjuicios que ellos causan, lo mismo que vale para los empresarios y hasta en ciertos casos para los trabajadores de los ramos. El hecho de que sean trabajadores, es decir, de que trabajan en eso por necesidad, no quita que hay algunos que se enriquecen en exceso, como los dirigentes sindicales y los obreros más calificados, y que muchas veces no dan la lucha para resolver el problema, ni siquiera la que sí pueden dar. Los empresarios también están condicionados a explotar, por la formación castradora y productivista que recibieron, pero igual son responsables de sus acciones y de no haberla discutido. La cuestión, como siempre, no es condenar sino resolver el problema, lo que requiere de la predisposición de todos los humanos. Se responderá a esto lo que sea, pero seguirán los problemas hasta que todos los hombres se hayan hecho responsables de lo que les corresponde.

De la religiosidad popular

Aunque les duela a los populistas, enternecidos con la inocencia y las iniciativas pequeñas e ignoradas de los pobres, se debe terminar a la religiosidad popular. Tomaré los casos del Gauchito Gil y de San La Muerte para explicarme.

El mito del Gauchito Gil es un mito, o sea que no se sabe qué tiene de cierto, y si fue verdad que se cumplió lo que le predijo a quien lo asesinara antes de recibir el golpe que lo mató, fue una coincidencia, una casualidad. Siempre hay muchas casualidades a las que los creyentes acuden para justificar sus mitos, pero los mitos siempre son mentira, y causan problemas en vez que soluciones. Para el caso, ahora los pobres, cuando se les mueren sus seres queridos en accidentes en las rutas, automovilísticas o ferroviarias, le erigen altares al Gauchito Gil, por lo cual en parte se contentan con eso, hacen el duelo así, aunque luego lo prosiguen, y a veces luchan poco o nada por una política de transporte que resuelva el problema de los accidentes.

La creencia en San La Muerte es usada por los narcotraficantes y por pequeños delincuentes para no tener tanto miedo a morir en sus acciones, porque piensan que San La Muerte los protegerá, y entonces los lleva al delito y a hacer maldades que los dañan a ellos y a los demás.

Aparte, mientras están ocupados en hacer sus altares, no se dedican a las cosas necesarias, y empobrecen por eso a la vida en común, además de que luego los altares y los símbolos se les ensucian, por lo que vivimos con esa mugre. Ese es un problema menor pero es un problema, igual que ese comercio falso que es la santería.

Lo mismo vale para el culto de los diablos carnavaleros que hicimos los socialistas. Aunque se vaya a seguir haciendo el carnaval, con los mitos que tiene, se los deberá reemplazar por festejos fáciles de hacer.

sábado, 4 de octubre de 2014

Del gorileo

Asumir los errores de sí mismo es revolucionario. Entonces, los peronistas tendrán que asumir que se equivocaron al gorilear, ya que el gorileo es metafórico, y por eso no dice bien lo que intenta decir. Además, por ser impreciso, se usa de distintos modos, para nombrar a los antiperonistas en general, ubicando por igual a la izquierda con la oligarquía, lo que es un error grande que causó su alianza, que duró poco por no tener base firme, pero que fue y puede volver a ser. Pero aparte, por no explicarse bien, no hace reconocer fácilmente lo que sí tiene de bueno, la crítica a la oligarquía, por lo cual apenas deja entrever las conclusiones políticas a las que apunta, que luego hay que descubrir, pero que hasta tanto permanecen ocultas. Por eso, y porque separa a los demócratas, retrasa la liberación social. Eso para el gorileo de la izquierda peronista.

El gorileo de la derecha peronista no se dirige tanto a la oligarquía, con la que la derecha peronista se alía en crisis, como a la izquierda, a la que se descalifica por no ser peronista, como si el peronismo fuese bueno por sí, y lo que se le opone malo por sí. Es una lógica de opuestos bastante ruda.

En conclusión, para aclarar la conciencia política los debates deben ponerse en términos ciertos, porque si no se habla de cosas confusas y no se entiende bien lo que se quiere decir, y se acaba en peleas. Y mayor todavía es la falta de respeto para con los gorilas de verdad, esos monos grandotes que viven en la selva, que apenas hacen poco más daño del que les es necesario para vivir. Los gorilas no son terratenientes, ni financistas, ni grandes empresarios, ni se equivocaron en ciertas cosas, como los socialistas -en parte por la represión recibida, en parte por prejuicios de clase media, y demás-, al comprender al populismo. Y el populismo también es incierto. Hay buenas razones para ser contrario al peronismo cuando se es compañero de lucha por la emancipación humana.