Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 31 de julio de 2017

La “privesía”

A la clase privada se la puede llamar “privesía”. Que tiene un carácter sagrado se nota en la etimología de “elite”, que es su sinónimo y que proviene del vocablo latino “eligere”, que es “elegir”, lo que da cuenta de que la elite es considerada como la clase de los elegidos, supuestamente por los dioses y para que conduzcan a sus inferiores, pero, desde el sufragismo, la elección de quienes gobiernan, muchos de los cuales son parte de la elite, se hace mediante el voto social, que es un método político relativo a la fe porque se inspiró en los votos monásticos. En el modo de producción laboral occidental y antiguo la privesía era la clase esclavista, en el medio la feudal y en el actual la capitalista, pero además de componerse por los poseedores directos de las mayores fuerzas productivas económicas contuvo a las partes altas de los cleros, las academias, las judicaturas y los ejércitos. Falta agregar cómo fue esta cuestión fuera de Occidente, aunque debe haber sido más o menos parecida. Esta es una definición clasial que abarca tanto a los detentadores de los grandes medios productivos económicos como a los de los demás, por lo que atañe a las máximas autoridades eclesiales y a los dueños de los grandes medios de comunicación. También puede contener a los máximos dirigentes sindicales y a las autoridades gubernamentales, entre otros y según cómo sean sus vidas, además de que se intraestratifica, por lo que tiene diferentes niveles, pero este análisis de clases, que distingue entre la privada y la pública, división que se corresponde aproximativamente con la de la aristocracia y la democracia, la de la oligarquía y la poliarquía y la de la capitalesía y el proletariado, tiene variantes y excepciones de mayores a menores, que deben ser tenidas en cuenta, junto a sus agregados de las otras clasificaciones, las que no son estráticas, porque el cuadro estrático no representa a la totalidad general de la historia salvo que se lo complete con los otros criterios. En verdad, la totalidad de la historia humana no puede ser representada bien ni individual ni grupalmente más que en abstracto, porque en particular completo sólo puede serlo hecha por la totalidad de la humanidad, pero para eso cada quien tiene que entender más o menos bien a la realidad. Es preciso tanto el acertamiento del juicio histórico científico como la socialización de la ciencia verdadera.

Incluir como proletario tanto al asalariado como al empresariado no capitalista y al villerío sin remuneración formal no debiera ser problema en tanto existiera la crítica al proletariado, ya que ella permitiría abordar los males proletarios, entre los cuales están los del empresariado menor y los del lumpenaje.

La privesía es la clase dominante, y se compone casi siempre de los detentadores de los grandes medios productivos.

Los criterios para la clasificación social integral son varios, y deben ser tenidos en cuenta en simultáneo. Algunos de ellos son: la posesión de medios productivos generadores de valor abstracto, la concepción del universo, el género sexual, el género cultural, la posición dentro de la estructura familiar, las pertenencias de subsistencia, la edad, la belleza, el lugar de residencia, el nivel educativo, las amistades, la posición política y el prestigio social. Hay otros tantos a los que habría que agregar.

De la imposición por la fuerza y la divinización

La clase superior se impone por la fuerza, y es divinizada, o sea que hay una relación entre la lucha de clases y la fetichización interclasial, que relega a los perdedores, falsamente, a la demonización: como pierden en la lucha de clases, se los somete y se los trata de diabólicos, lo que se corresponde con la fortaleza de unos y la debilidad de los otros, con las excepciones habidas, pero el fetichismo de la lucha de clases también es falso, así como lo es el seudoéxito de los capitalistas. Es un dominio infeliz.

Los malos ganadores se las dan de divinos, se enaltecen dioseramente, porque responden a ideas teístas sobre la existencia, en la que los dioses combaten entre sí, y en el cristianismo con la idea de la lucha del bien contra el mal, que tiene un correlato en la lucha de clases, aunque éste exista tergiversado, lo mismo que la deificación social es inestable. No sé cómo es el tema en el judaísmo, en el islamismo, en el budismo y en las otras creencias.

Crítica a las alarmas

Las alarmas, para cuidar los automóviles y las viviendas, casi siempre que suenan no es porque alguien intente robárselos, sino por otras causas, lo que hace que en las ciudades muchas veces los seres auditivos las escuchemos en vano, cosa que nos molesta más que si funcionaran bien. Es un método de seguridad malo, que se fundamenta en el interés capitalista de las empresas del rubro, que en parte es necesario para los humanos que subsisten con ellas, lo que se deberá reformular, y además por el interés de acumulación que supera a la de la subsistencia, consistiendo en capitalismo innecesario para la sobrevivencia familiar del empresariado y el asalariado del ramo. El capitalismo es necesario para la reproducción de la humanidad en tanto que ésta no adopte un modo mejor de intercambiar las propiedades provenientes de nuestra creación, pero, individualmente, el empresario puede optar por efectuar acumulaciones excesivas o no hacerlo. Eso diferencia al empresario capitalista del proletario, habiendo una zona difusa entre uno y otro y cabiéndoles a ambos distintas críticas según el caso. En el de las alarmas, cabría la deposición de la acumulación de capital sobrante, pero además el negocio debiera reformularse por su mala forma social, que hace a la contaminación sonora. El asunto no debe aparejar el maltrato a los empresarios de las compañías que las promueven, sino que precisa de una resolución social que requiere de la reforma legal, para lo cual el democratismo tiene que tener el gobierno, aunque esté falseado, porque la aristocracia es más falsa aún y porque el grueso del proletariado no se inclina aún por fuerzas ateas y ecosocialistas, cuya presidencia además está prohibida en Argentina por la constitución. Ya bastante crisis tendrían al saber que socialmente se exige su transformación, y tendrían razón al contrarreclamar que se los trate bien y que se atienda a sus buenas demandas, en tanto que ellos también padecen a la violencia ajena, por lo que precisan de la transformación social justa.

Las alarmas responden a la delincuencia, que a su vez depende de la distribución desigual de las propiedades trabajadas, pero además a la sobrepropietarización, en tanto que muchos de los automóviles no son necesarios, ya que se los podría prescindir resolviendo a la cuestión del transporte, y porque también hay casas deshabitadas, o las que no necesitarían de resguardo si sus miembros no se fueran tanto de turistas, y que serían cuidadas por sus vecinos si hubiera la convivencia social debida, cosa que depende también del pietismo, porque éste agrupa a las personas de acuerdo a su esquema familiar, que estorba aunque a veces se lo ignore, porque su familiariedad no siempre abarca a todos los humanos: oscila entre la fraternidad universal y el familiarismo estrecho. La cuestión familiar está íntimamente relacionada a la de la administración propietaria, ya que la ley pauta el derecho de herencia según el modelo familiar vigente, que es aceptado por el canon religioso, aunque sea histórico, y que impide la vigencia de la familiariedad genérica. El derecho de familia es constitucional en naciones pías.

viernes, 28 de julio de 2017

Pregunta sobre la palabra “naturaleza”

La palabra “naturaleza” se refiere a lo nacido, porque viene de “nato”, pero no es la de “nateza”, sino que tiene la parte de “ural” entre “nat” y “eza”. ¿Qué quiere decir ese “ural”? El asunto me importa porque me permitiría discernir si la palabra remite, en su etimología, sólo a los seres nacidos, o si lo hace también a su entorno, abarcando a la Tierra y a los demás seres inertes.

Nota recursiva

Ya lo dije antes, pero insisto porque luego no fui consecuente lo que debiera haber sido. El buen juzgamiento de las maldades humanas tendría que ser justo hasta con las personas más aberrantes de la historia, como Hitler o los peores capitalistas, porque eso permitiría entender porqué cometieron las atrocidades que cometieron, lo que serviría para que no se las reproduzca. Además, estas personas fueron terribles a consecuencia de maltratos previos, a los que, si no se los reconoce, no se los atiende, aparte de que fuera injusto que ellas los sufrieran.

miércoles, 26 de julio de 2017

Fallaron las mediaciones interpretativas

Después del último ciclo dictatorial latinoamericano, con la eclosión democrática representativa, en las ciencias de la comunicación prendió el paradigma de las mediaciones, el de Jesús Martín Barbero, que desplazó al eje de estudio desde el de la propiedad de los medios masivos de comunicación y la manipulación ideológica hacia el de la recepción y la resignificación de los mensajes, lo que redundó en el liderazgo, en la comunicología, de un discurso demócrata importante pero oclusivo de la necesidad de la socialización de los medios de comunicación masiva y de la denuncia a la manipulación, y en casos peores en la promoción del empresariado capitalista. La comunicología de masas tiene que atender a los dos aspectos, tanto a la emisión como a la recepción, no centrarse en uno, porque ambos son reales, pero además tiene que comprender a la circulación emisiva y a la inserción histórica de su objeto, porque los agentes externos influyen en él, a la vez que sucede a la inversa. Que las mediaciones son falibles es fácil decirlo ahora, luego de que el electorado argentino fuera tan evidentemente engañado por la retórica macrista, pero antes ya hubo quienes lo señalaron, a los que no se les prestó la atención debida, en parte porque se deslegitimaron al adoptar una estrategia política violenta e inconsensuada, y también debido a que fueron reducidos a la clandestinidad por la represión capitalista, entre otras causas.

¿Porqué no hay atención particular de sociólogos, politólogos ni comunicólogos?

Cuando la gente tiene problemas de salud corporal y psíquica va con los médicos y las psicólogas y se atiende, pero cuando tiene problemas macrosociales, políticos y comunicativos no lo hace. ¿Debiera haber el tratamiento particular de estos temas? Intuyo que el disenso existente en las ciencias sociales humanas, que lo imposibilita, es causado por el fideísmo, porque éste se explaya entre las doctrinas sociales religiosas, que tienen bastante peso, porque son hegemónicas, en tanto que participan en el liberalismo. El fideísmo es a las ciencias humanísticas lo que la brujería a la medicina, pero la brujería ya fue bastante superada, en tanto que el fideísmo prima, pero esto está incompleto, primero porque la brujería, al experimentar con las sustancias, algo cierto habrá descubierto, además de que las brujas criticaron bien algunas injusticias sociales, y segundo porque la medicina vigente está parcialmente subordinada a la religión. En verdad, tanto el sanitarismo individual como el social están atravesados por el fideísmo y por el materialismo, y por intereses capitalistas y socialistas, además de existir algo fusionados y de tener, cada cual, sus errores y aciertos.

De la microsocialidad del poder interpersonal

El planteo de la microfísica del poder tiene tres errores de los que me haya dado cuenta. Uno es que, en vez que referirse a la socialidad, trata sobre la física. La microfísica es la de los neutrones, los protones, los electrones, los quarks y demás, o algo parecido, habría que preguntárselo a los físicos especializados, así que esa palabra no aplica bien para la socialidad íntima. Otro es que omite señalar que el poder del que trata es el interpersonal, lo que importa porque hay otros tipos de poderes, como los del metabolismo corporal, en el que la materia interactúa entre sí según distintas potencias físicas y químicas. En esto se nota el desdén del culturalismo foucaultiano por las ciencias naturales extrasociohumanas ˗utilizo esta expresión porque la ciencia de la sociedad humana también es natural, en tanto que la humanidad es una especie natural˗, cuestión que no es privativa de esta corriente intelectual, sino que está muy arraigada en la cultura actual, que supone, en general, que las ciencias sociales son diferentes de las naturales. En verdad, las demás especies vivientes, las que no son humanas, también se agrupan en sociedades, e incluso hay asociaciones interespeciales. El tercer error que reconozco es el de que la idea de la microfísica del poder no da mucho cuenta de las relaciones entre la micro, la meso y la macrosocialidad. Hace correr el riesgo de omitir estas relaciones.

Aún así, con estas faltas, el planteo foucaultiano llamó la atención sobre el poder en las relaciones privadas, que importa porque es real.

lunes, 24 de julio de 2017

¿Con qué palabra habría que reemplazar a la de “mercado”? ¿Y a la de “histeria”?

La palabra “mercado” es diosera porque remite al dios romano Mercurio, pero se refiere a la transacción monetaria de bienes. ¿Con qué término habría que denominarla de forma materialista? ¿“Transmobi”?... Podrían ser otras tantas. Similar es el caso de la de “histeria”, aunque no sea teísta, porque la denotación que se le atribuye no se debe a la posesión de útero.

sábado, 22 de julio de 2017

La seudocrisis de la ecología

En tanto que “eco” es “casa”, a la ecología hay que cambiarle el nombre, por el de “ambientología”, o algo así.

Interrogante poco instruido sobre la economía

En la antigua Grecia la economía era la ciencia sobre la administración de la hacienda. Por eso es que se le puso ese nombre, que quiere decir “razón doméstica”, en tanto que “oikos” es “casa” y  “nomos” se usaba para designar a la razón, al pensamiento, al juicio o a la ley. La economía, en la filosofía griega antigua, era el pensamiento dedicado a ordenar la hacienda, que era el dominio privado de los patriarcas y que incluía, junto a las esposas y los hijos, a los esclavos, las viviendas, las tierras, el ganado, los cultivos, los muebles, la vestimenta, los utensillos de cocina, las herramientas y las demás pertenencias. La economía clásica reconocida era patriarcal y hacendada, ya que formulaba un orden que favorecía a los hombres de mayores propiedades. No adoptaba el punto de vista de sus esposas, ni de sus hijos, ni de los artesanos, ni de los esclavos, ni de los demás. Tampoco era una ciencia para abordar el ordenamiento productivo nacional, ni al internacional. Estaba más acotada al ámbito doméstico patriarcal, en tanto que para el orden nacional y para las relaciones exteriores existían la política y la guerra. De allí que haya un desfasaje entre la etimología de la palabra “economía” y su aplicación actual, que remite a la producción agropecuaria, industrial, servicial y financiera, y a su intercambio monetario. Es necesaria una palabra que la defina bien, como podría serlo la de “agrisfimonomia”. Luego de la economía de la antigua Grecia no sé cómo prosiguió la reflexión sobre la producción de bienes de uso ni en el imperio romano ni en la edad media, ni tampoco cómo fue en el resto del mundo, donde hubo un pensamiento sobre el tema, tanto introspectivo como charlado, y también escrito, durante ambas épocas y durante el Renacimiento y el resto de la modernidad. Ya en los pensadores clásicos modernos, particularmente en Adam Smith y David Ricardo, y tal vez antes en los fisiócratas, la domesticidad del pensamiento económico traía problemas, y por eso formularon la economía política, porque agregarle politicidad al pensamiento sobre la administración de la producción monetariamente intercambiable, que estaba dejando de ser doméstica en la gran industria porque sus sedes estaban separadas de las residencias, permitía pensar en una política nacional e internacional para la fabricación y transacción financiera de bienes. La crítica de la economía política le señaló algunas de sus injusticias, y esos señalamientos tienen cierta validez, en tanto que contienen verdad, aunque esa verdad sea insuficiente en algunos aspectos y esté acotada al ámbito de la producción de capitales. Entonces, esa crítica tiene que ser incorporada en una crítica histórica completa. Mientras tanto, la transformación social exigida por aquélla otra tendrá menos éxito, porque se contraría en parte con los buenos reclamos que le son ajenos, además de oponerse a los malos intereses dominantes, sean capitalistas o no, y de tener algunos males en sí misma.

viernes, 21 de julio de 2017

Cuestionamiento sobre la sororidad

No lo pude confirmar concluyentemente, pero estoy casi seguro de que la sororidad viene de la hermandad conventual de las monjas, a las que se les llama anteponiendo “sor” a su nombre. “Sor” quiere decir “hermana”. Entonces, de ser así, habría que cambiar el concepto por el de la fraternidad mujérica, con una palabra nueva a la que habría que inventar.

miércoles, 19 de julio de 2017

Fideísmo e irracionalidad

Es obvio señalarlo, pero igual digo que el fideísmo es la fuente principal de la irracionalidad humana actual. Este problema es muy importante para la transformación histórica porque determina, entre otras, dos cosas fundamentales. Por un lado, una actitud, que atraviesa a todas las clases sociales, de autoperjuicio, en tanto que las personas se someten a ideologías que propugnan el sacrificio, o juzgan la realidad y deciden su práctica de acuerdo a pareceres, lo que las vuelve indecisas, vacilantes, accidentales y hasta malvadas, lo que, para bien, es atemperado por la racionalidad adoptada por los credos, pero eso de manera insuficiente. Por otra parte, a nivel del proletariado, el fideísmo causa una dificultad para entender y responder a la manipulación capitalista, por el carácter conformista de la religión y porque traba la inteligencia, dificulta pensar bien, e incluso apareja el desistimiento a luchar por algunas causas, por considerarlas materialistas en el sentido condenado por el clero, el de buscar satisfacciones terrenales en desmedro de las tomadas por divinas. En el materialismo, la irracionalidad, entre otras causas, responde a la imprudencia y a la bronca, y también a malas ideas.

Desarrollismo capitalista, desactivación del movimiento obrero, restauración conservadora y plan de ajuste

Al obtener el gobierno los partidos del progresismo limitado del último ciclo latinoamericano, aplicaron un modelo de desarrollo capitalista que tuvo un carácter protector del mercado interno compuesto con el trasnacionalismo de los negocios más grandes, entre los cuales los de la obra concesionada por el estado a empresas privadas, que generalmente fue corrupta, haya sido la corrupción legal o no, y con el pago de la deuda fraudulenta, con una variante en el Ecuador, que redujo el pago mediante el enjuiciamiento debital, el de su deuda. Todos los gobiernos de estos países aplicaron un ordenamiento cristiano, democrático representativo y capitalista, más o menos progresista según el caso, que al incluir a las poblaciones en la reactivación de los mercados internos depuso relativamente a los procesos movilizatorios que los precedieron, incluso condenándolos, algo parecido a lo que replicaron para los otros movimientos sociales, lo que favoreció a la restauración conservadora, que ahora se encuentra con proletariados poco aptos para resistir a los planes de ajuste en Brasil y Argentina, o al detenimiento del progresismo en Uruguay, o al hostigamiento imperialista y liberal en Venezuela. El modelo keynesiano despolitiza al proletariado, por lo que impide profundizar la socialización de la propiedad privada y la liberación conceptiva, la de la opresión religiosa, favoreciendo al capital y al conservadurismo, por lo cual es preciso formular un modelo de inclusión progresiva que pueda ser mantenido a mediano plazo, pero la izquierda tiene que entender que el proletariado está falseado por el fideísmo y por la manipulación privada, por lo que hay que buscar una progresividad acorde con nuestra predisposición revolucionaria, que en general es de baja a mediana intensidad, por lo menos mientras que nos esclarecemos con la crítica y hasta que hayamos adquirido un mayor nivel de conciencia y de capacidad política.

viernes, 14 de julio de 2017

De Copi, el normativismo alternativo y las categorías

Yo no soy quién para opinar de Copi, porque no lo conocí y apenas lo leí, pero sí me acuerdo que el tío Blas, en verdad mi tío abuelo legal, de apellido Guichandut, dijo, durante una cena navideña, que era insoportable. De la nota de presentación de un libro de Daniel Link, que salió hoy en Página 12, se desprende que era autodestructivo, porque al proponer malas formas de comportarse indujo a la autodestrucción. Me falta saber del tema para ser concluyente, así que lo tendrán que ser otras personas. No se le tiene que juzgar sólo su obra literaria, sino su calidad humana. Leí de él El baile de las locas, La Internacional argentina y algunas viñetas.

El problema de la cultura queer es su falta de autocrítica, porque asume que la normatividad es mala y que la alternativa a ella es buena, lo que no siempre es así, porque no todo lo perteneciente al sistema dominante es malo, ni es todo bueno lo subalterno. En ocasiones, esta teoría pretende suplantar a la heteronorma por una alteronorma, que se torna así en autoritaria, y tiene otras tantas fallas éticas y conceptuales, como cuando se propone como postidentitaria, lo que hizo la hembra transidentitada Paul Preciado, quien antes se llamó Beatriz, como si la adhesión a la rareza no fuera una forma de identificación, o propulsa al antimodernismo, o niega a la biología. Hizo una crítica injusta a la medicina alopática, aunque con razones válidas, porque ésta tiene sus faltas, lo mismo que las tiene la homeopatía: les falta la síntesis superadora, que requiere de una transformación social general porque la medicina responde a la generalidad social. A nivel conceptual más abstracto, la teoría queer a veces tiene el problema de que tiende a absolutizar a las categorías, en particular en su vertiente anarquista, lo que las vuelve opresivas, por lo que causa una reacción anticategorial que a sus seguidores les dificulta hablar y componer más o menos bien sus relaciones humanas, ya de por sí problemáticas por lo malo de la racionalidad social, en tanto que no comprenden a las determinaciones como históricas, o sea, como factuales, relativas en cierto sentido. En ocasiones extremas, el alternativismo adopta una postura intencionadamente enfermante, porque supone que la enfermedad es antisistémica, lo que da cuenta de su idiotez, pero este paradigma también tiene razones atendibles, además de que la estupidez es un rasgo frecuente del carácter humano.

Las categorías, al ser históricas, son lo que son, duran lo que duran y se refieren a lo que se refieren, tal como las hacen ser las personas que las utilizan, o sea que su forma y su significado son variables, transformables y perecederos, pero deben ser bien enunciadas para comunicar con éxito, lo que se redefine cada vez que se las usa: cada repetición es una recreación original, aunque sea casi igual a las anteriores, ya que, al menos, se diferencia de aquéllas en haber sido emitida después. Entonces, cabe distinguir entre las recreaciones más reiterativas y las más transformadoras, sin que las últimas sean siempre mejores que las primeras, porque existe la posibilidad de que la transformación sea mal hecha y porque la buena repetición de las expresiones anteriores puede ser muy placentera.

Balance breve del desalojo de PepsiCo

Un error de la postura trotskista para las últimas elecciones presidenciales argentinas, cuando equiparó al macrismo con el sciolismo porque ambos son capitalistas, es que no entendió que las fábricas recuperadas y los trabajadores de las de las empresas no autogestionarias dependían del capitalismo populista para mantenerse sin deteriorarse tanto. El sistema planeado por el sciolismo también hubiera sido explotador y ajustante, pero les habría permitido subsistir menos ingratamente. Es que, como los trotskistas no entendieron el lugar de la religiosidad en la política, no repararon en que muchos de los votos del proletariado argentino son para los partidos católicos. La identidad religiosa tiene un correlato partidario al que es importante entender para operar bien la transformación social. Este problema no es sólo del trotskismo, sino que atraviesa, de distintas maneras, a la mayoría de la izquierda, que debe entender bien a la situación social para plantear una política efectiva, o sea, que concrete la revolucionaridad según lo permitan los actores sociales existentes. Nos falta admitir socialmente que el proletariado está algo falseado, que es algo malo, y que favoreció en masa al idealismo capitalista porque la hipocresía humana es normal. Entonces, en esta situación, de progresividad proletaria incierta, la humanidad no puede evolucionar mucho y bien en poco tiempo: se tiene que determinar suficientemente qué progreso debe ser y buscarlo habiéndose adaptado a la progresividad permitida por la forma social existente, o sea, forzándola bien. Es la única manera de que el revolucionarismo sea bien exitoso.

A este balance le falta la crítica al macrismo, que es más importante y a la que hacen otras personas. Expongo mi solidaridad con el trotskismo local, que está bajo persecución política aguda.

jueves, 13 de julio de 2017

No son tan buenos asadores...

Acá, con la tradición gauchesca, andan los argentinos presumiendo de sus capacidades para hacer el asado, como fanfarrones en la feria, o rockeros en el supermercado. Fingen que se las saben todas, los nombres de los cortes, las maneras de condimentarlos, que si hay que tiernizarlos con leche o con limón, que si son dos horas o una noche entera de maceramiento, que si van con sal gruesa, parrillera o fina, que qué cepas de vinos son mejores para tales o cuales carnes, y siempre dejando a la ensalada como acompañamiento despreciado, como algo a lo que hay que soportar porque viene con el combo. Después se comparan sus habilidades, que si les salió como una manteca, o que se corta con el tenedor, o hacen la crítica de los pedazos, como que si era una vaquillona grande la carne está dura porque es más fibrosa. Los más osados asan morrones, cebollas y hasta berenjenas, pero hubo cuando ni sabían preparar el chimichurri... ¡Yo, que en los últimos dos años apenas y pisé una parrilla por la osteocondritis, los voy a dejar como chiquitos pidiéndole a mami la chocolatada!

Ya que saben tanto, los reto al desafío, que apenas ví a uno o dos que se hicieran cargo, de asar una papa. ¡Ah! ¡Ahora se vuelven a agrandar! ¡¡Este me viene a mí a retar a que ase una papa!! ¡¡Pero si es un lisiado sin laburo!!

Bueno, ya que saben tanto, asen una papa. Hasta les doy la opción de que sea una batata. La única condición que les pongo es que no usen papel de aluminio... ¡¡Vayan por su chocolatada!!

***

Para asar tubérculos sin papel de aluminio hay que separar unas brasas, más o menos la misma densidad que se pone abajo de la parrilla, y ponérselos encima, directamente: queda el piso de la parrilla con las brasas y los tubérculos arriba. Más o menos cada media hora hay que agregarle más brasas y darlos vuelta. Así, en cerca de una hora se cuecen las batatas, y en hora y cuarto las papas, las dos de tamaño medio. Es aproximado, en concreto puede variar.

Prescindir del papel de aluminio es importante para las finanzas domésticas y para el medioambiente, aparte de para la reducción de la explotación laboral: la mala producción también se compone de la de bienes dejables de fabricar. Esta es una receta ecologista y socialista, que tiene el problema de la cocción a brasa en urbanidad sobreconcentrada.

miércoles, 12 de julio de 2017

Del buen oscurantismo y el mal iluminismo, y de la síntesis que se les puede hacer a sus idearios principales

La dicotomía entre el iluminismo y el oscurantismo es falsa, porque hubieron elementos malos en el primero y buenos en el segundo, así como la oscuridad de la noche puede ser agradable y peligroso el brillo solar, como en el desierto del Sahara. Hace falta su síntesis, y que sea justa también con los males de ambos: sería la del buen cientificismo y la del buen arte, o, más en general, la de la buena cultura, en su sentido amplio, el referido a toda la práctica humana. Esa síntesis tiene que ser social: su síntesis individual, o mismo grupal, no basta para el ordenamiento bueno de la práctica de la especie. El ordenamiento humano no será totalmente bueno, como lo supone la utopía hedonista plena, el máximo deseo al que podemos aspirar, pero no importa, porque la síntesis conceptual humana sirve para vivir. En tanto que la utopía máxima del socialismo, que es el orden feliz en el que todas las cuestiones estarían bien resueltas, como el paraíso terrenal, es incumplible, el análisis social tiene que servir para la autoconciencia humana, porque la práctica humana es conjunta, concerniendo a toda la especie, por lo que es un tema que persistirá irresuelto por mucho tiempo, durante el cual cada miembro intentará, en general, sobrevivir como pueda, para lo que analizará a la realidad con los instrumentos conceptuales que haya adquirido, y en medio de una historia con bastante mala coproducción.

El socialismo contiene a un utopismo paradisíaco orgiástico, en contrario a la promesa de felicidad almática celestial, en que toda la producción estaría bien ordenada y la humanidad efectuaría una orgía cordial en comuna, pero la realidad no es ni una ni la otra, es la de la historia efectiva, en la que transcurre una orgía de la especie durante y como parte de una crisis violenta, que puede dirigirse tanto hacia la utopía progresista como a formas retrógradas, y que además persiste, pero a la evolución social humana la hace cada miembro de la especie, por lo cual lleva mucho tiempo concordar la transformación, a la vez que nuestra historia se transforma todo el tiempo caóticamente: es una conjunción de muchos órdenes mal y bien planteados. El problema para el materialismo es qué intervención histórica realiza, cómo opera en la historia para lograr su objetivo, lo que es un problema mundial. El materialismo es una concepción que incide en la historia mundial, pero para que su incidencia sea suficiente la humanidad tiene que transformarse mucho, y no quiere hacerlo, y asimismo no hay consenso dentro del materialismo sobre varias cuestiones, que encima están desacertadas: se deciden las acciones sin la certeza suficiente, a prueba y error, lo que es accidental. Está mal organizado. No puede ser de otra manera, porque la historia es caótica, pero la mala organización es ordenable, depende de sus miembros y de las exigencias externas. Lo cierto es que la gente seguirá luchando para vivir mejor mientras que viva, muchas veces. El tema con eso es que para que la humanidad viva bien debe dejar de ser fideísta, además de malapropiante. Esos son requisitos inomisibles para el buen vivir. Al utopismo de izquierda se opone el seudoutopismo de derecha, el utopismo feo, tanto el paradisíaco, el purgatoriero y el infernal como el apocalíptico, que muchas veces se infiltró en el anarquismo, por medio del escepticismo defraudado, con esa serie de relatos de malfuncionamiento social que le infestaron la imaginación, induciéndolo, en suma al resto de la violencia que recibió, a prácticas degresivas; pero también está permeado por imágenes de mal desarrollo, que decepcionan a las naturistas: son las utopías falsas de la izquierda, como cuando quieren industrializar de un modo que eleve el producto bruto capitalista, cuando se preocupan por la recesión o el decrecimiento, intentando retomar el crecimiento, y en tasas altas, como si el problema productivo humano fuese más de cantidad que de calidad. Atiende a la falta de producción, pero no a la bondad productiva. En verdad, la crisis humana es más de súper y mala producción, y de falta en algunos casos menores: no se va a solucionar con más malproductivismo, que es capitalista y acrecentador porque el capitalismo tiene una manía acumulativa. Al contrario, la solución requiere de una producción fabricante menor y bien hecha, que permitiría liberar a las producciones no fabricantes, que no aumentan el índice del producto bruto mundial porque la estadística no la contempla, al no medirse en valor monetario, y que pueden ser tanto o más importantes que la producción de bienes monetarizados. El seudoutopismo le reprocha a la izquierda su ilusoriedad, pero también es un utopismo, una realidad imaginada que no es la histórica más concreta, la extraimaginaria. Ambos plantean proyectos sociales divergentes, que tienen diferencias con el presente, y los dos son inconcretables del todo, pero no parcialmente, y responden a grupos conceptivos afines, el teísmo y el materialismo, aunque éstos existan entremezclados. Entonces, el utopismo puede ser bueno, en tanto que se adapte bien al presente y según a lo que aspire, y también puede ser malo, si pretende mal, o puede estar equivocado, si pretende de más, o sea, si pretende concretar pronto anhelos que son inconcretables a corto plazo: entonces tiene que ajustar sus buenas intenciones a una forma concretable para la sociedad en curso, a sabiendas de que la lucha materialista es terráquea y de que persistirá a la vez que la crisis. Para triunfar, el materialismo tiene que encontrar el modo de vivir bien durante la crisis, porque la crisis persistirá mucho tiempo, para lo cual tiene que saber cómo operar conjuntamente la transformación social, aunque su asociación sea crítica, conflictiva y defectuosa. Antes que operar la transformación social, hay que establecer un diagnóstico cierto de la situación, y entonces concordar debidamente el modo de operarla. La crisis humana es un problema social que tiene que ser resuelto de conjunto: requiere de una práctica social para ser resuelta, por lo que depende de la conciencia internacional, pero mientras tanto la historia transcurrirá, y el materialismo se posicionará de distintas maneras, bien y mal. Según qué postura adopte será la efectividad de su política.

La conciliatoriedad de clases socialistizante

Mientras existan las clases sociales, el socialismo debe buscar que se compongan más o menos bien, pero esa conciliación debe ser socialistizante, o sea, ir igualándolas, y de buena manera, lo que requiere esclarecer masivamente a las cuestiones religiosa y estrática, entre las otras, porque si no a los fieles de la clase alta, perjudicados por la sobrepropietarización, la opresión fideísta, la superioridad social y la lucha de clases, se les haría más difícil aceptar su descenso social, porque lo interpretarían como una pérdida de la que no obtendrían ningún beneficio, de igual modo que las clases inferiores tienen que entender bien a la realidad para saber comportarse. Si se pudiera avanzar mucho en esto durante un período corto, habría que hacerlo, pero eso depende de la predisposición de los actores sociales, que no debe ser forzada de mala manera para que la transformación social sea exitosa.

Entiendo por fideísmo no sólo lo estipulado por las definiciones de los diccionarios, sino, más en general, a la práctica ligada a la fe. La opresión fideísta es aquella en la que los fieles padecen diversos tipos de pesares a consecuencia de su adscripción a los credos, como lo son los temores al infierno, los padecimientos causados por el maltrato recibido por desobedecer a los preceptos considerados sagrados, los esfuerzos ingratos realizados para cumplir con los rituales, las autocensuras generadas para guardar las apariencias y así tantos otros. La superioridad social es un perjuicio para los miembros de las clases altas porque impide la concreción de los deseos de socializar gratamente con nuestros congéneres de las bajas y por el repudio eventual de éstos hacia nosotros, dado por la diferenciación y el sometimiento, entre otras cuestiones y con sus variantes. Ahora bien, que exista el deseo natural de convivir bien interpersonalmente no quita que esa intención pueda tergiversarse, mixturarse o corromperse, por mala educación, acumulación de frustraciones, recepción de ofensas y demás, además de por el hecho de que también hay deseos innatos de tipo peleador y competitivo, pudiendo aquél ser suplantado, en mayor o menor medida, por un interés punitivo, castigador, sancionador, explotador u otros parecidos. En los capitalistas el deseo de convivencia grata es obstruido por la manía acumulativa de capitales, pero lo mismo puede suceder con la de dominar por dominar, como modo falso de superar la falta de autoestima o de gratificación sana, o el temor a ser sometido por aquéllos a quienes se hubo subordinado: el miedo al revanchismo apareja un pánico en la clase dominante que aporta al acicateo de su operatoria para perpetuar su superioridad. El revanchismo tiene que ser ordenado de acuerdo a la búsqueda de justicia social, con las sanciones que correspondan.

domingo, 9 de julio de 2017

Comentarios sueltos a un artículo de Daniel Alvaro

Es el titulado “Ontología y política de la comunidad. El tenue hilo entre Bataille, Blanchot y Nancy”. Es poco lo que leí de estos tres autores. De Bataille sí leí algunos libros, pero de manera desordenada y sin haber podido identificar sistemáticamente los rasgos centrales ni la evolución de su planteo. De los otros dos no leí casi nada. No obstante, le señalo tres cosas. La primera es que la ontología y la politología no son dos órdenes separados, porque la política es parte del entismo, dentro del cual es el comunitario. Lo óntico contiene a la comunidad humana y a su política porque abarca a todo lo existente. La segunda es que la comunidad humana es histórica y nos incluye a todos los humanos. La humanidad coexiste en el planeta Tierra, y al hacerlo sus miembros interactuamos entre nosotros, así sea indirectamente. La comunidad humana está garantizada porque vivimos en el mismo espacio, pero el tema es de qué coexistencia se trate. Esos pequeños grupos sociales de Bataille y de Blanchot fueron microcomunidades en el seno de la comunidad humana. La tercera es que la política es insoslayable porque es el modo que tiene la sociedad humana para conducirse a sí misma. La política puede ser gubernamental o extragubernamental, ya que las hay de ambos modos, pero la gubernamental también es importante, por lo que cabe exigirle al anarquismo que se reformule a sí mismo entendiendo de buena manera a la cuestión gubernativa. El anarquismo renegó del gobierno porque el gobierno solió ser religioso y estratificante, por lo que excluyó al ateísmo y al socialismo, pero el socialismo, sea de la vertiente que sea, debe tener una buena política respecto del gobierno, porque éste es importante para la calidad de la vida de nuestra especie. A su vez, el anarquismo nietzscheano tiene tres faltas importantes. Tiene más, entre otras cosas porque está derechizado, aunque tiene de bueno la crítica al cristianismo, que ha de ser relaborable, pero ahora me centro en estas tres. Una es la referida al gobierno, que desfavorece a los partidos progresistas. Otra es el misticismo, de tipo zoroástrico, que lo sectariza y le pervierte la razón. La tercera es su mal aristocratismo. El aristocratismo puede ser aceptable porque hay gente que nace en la aristocracia y que aún así puede ser buena, más o menos constante o esporádicamente. Lo que pasa, entre otros problemas, es que la mayor parte de la aristocracia fue antipopular, por buenas y malas razones, además de que fuera expulsada del socialismo marxista por el carácter asalarista de éste, o incluida a condición de que el aristócrata que quisiera participar en él modificara su tipo de ingreso tomando un empleo asalariado, al obedecer a la idea de que así se solucionaría bien la cuestión, lo que fue un error porque careció de perspectiva integral. El socialismo, en tanto que es un materialismo hedonista e igualitario, debe reconocer su carácter transclasista y aceptar críticamente los modos de lucha y la situación existencial de sus distintos miembros. Así tendría más legitimidad para exigir los cambios comportamentales que fueren necesarios para la buena convivencia, pero para tener éxito tendría que hacerlo de buena manera. Esa rudeza pierde.

miércoles, 5 de julio de 2017

El significado de castigar

“Castigar” quiere decir “hacer casto”. A lo largo de la historia humana, la reprensión de los delitos fue definida religiosamente, porque las instituciones eclesiásticas fueron las entidades en las que se privilegió el estudio sobre la realidad, la práctica de la especie y el modo de encauzarla. De allí que el sistema correctivo cargue con los defectos de la religiosidad, incluso en la manera de nombrar a las cuestiones. La reforma penal tiene que incluir la creación de palabras nuevas, despojadas de los males religiosos, para designar a los temas de que trate la justicia. El carácter religioso del sistema penal no le quita su clasismo privado ni la adopción de reclamos proletarios: los tres coexisten en una articulación histórica conflictiva, así como es la falsa conciliación de clases del humanismo religioso. El socialismo debiera adoptar una conciliatoriedad clasial igualante y veradora, que sería muy crítica y contractiva hasta que la humanidad estabilizara más o menos bien su convivencia.

De la mala comprensión de la burguesidad en el socialismo y de algunas de sus consecuencias

A la palabra “burguesía” y a sus derivados, como “aburguesarse” o “aburguesamiento”, se les enfatizan más sus significados connotativos que los denotativos. El significado denotativo es el más propio de un concepto, el principal, que usualmente se liga a su forma y a su etimología, aunque esto no siempre es así. El connotativo es secundario y accesorio. Tiene su importancia, pero deriva de aquél. La connotación no puede existir sin la denotación, pero la denotación sí puede hacerlo sin aquélla. La burguesía, en sí misma, o sea, en su sentido denotativo, es la clase de humanos que reside en las ciudades, porque los burgos son las ciudades. Entonces, abarca tanto al proletariado informal como al asalariado y al empresarial, así como al empresariado capitalista, siempre que sean urbanos. Esta es una cuestión básica que no está reconocida por la izquierda, en todas sus variantes, lo que redunda en el ejercicio de diversos tipos de mala discriminación, porque, al entenderse al término de acuerdo a sus significaciones connotativas, que además varían caprichosamente, los socialistas descalifican a las personas por cuestiones de importancia menor, como comprarse un auto, tener un teléfono nuevo, ascender en el trabajo, vestirse con ropa de moda, cambiar los muebles, fundar una empresa y así, cuestiones que son tildadas de “aburguesamiento”, sin que se reconozca que el aburguesamiento es la urbanización, o sea, que todos los urbanos somos burgueses, incluso los socialistas. La crítica clasista cabe al presente humano, porque existe la estratificación social, pero las fallas en su comprensión dentro del socialismo aparejaron malas prácticas que hacen a la injusticia histórica, y a la degradación del socialismo; y ésta sólo es una de sus fallas. En tanto que el socialismo no haya alcanzado un nivel humanista respetuoso para con todas las personas, persistirá debilitado, porque las personas mal consideradas por él le rehuirán y porque las demás, aunque sean bien consideradas por éste, le reprobarán sus perjuicios. El socialismo no sólo maltrató a la clase capitalista, al empresariado no capitalista, al lumpenproletariado o al proletariado populista, sino que, más precisamente, tuvo un sistema de prejuicios y de malas consideraciones que lo llevó a fracturarse múltiplemente, desde el nivel macro hasta el microsocial, sin que hasta ahora se haya asumido la crítica debidamente, por lo que su degradación persistirá. Para superar a la religión el materialismo tiene que elevar su nivel, lo que requiere reformular a la concepción socialista en los términos de un integrismo humanista que sepa transformar bien a la sociedad, para lo cual tiene que entender bien a la historia. Además, el clasismo socialista es bastante sinvergüenza, porque el socialismo, en gran medida, es de la clase superior: oscila entre el sector medio de la clase media y el bajo de la alta. De allí su complejo de culpa de clase. La adscripción a las clases superiores no debiera ser objeto de culpabilización, porque la clase de nacimiento no se elige y es parte de la historia personal, incluso si alguien cambia de clase al vivir, y porque pertenecer a éstas hace a la pobreza social de sus miembros: ser de las clases medias y altas implica padecer la desigualdad social y la división social del trabajo, por lo que los socialistas de las clases superiores tienden a sufrir su separación de los integrantes de las inferiores y a estar en las clases propensas al trabajo más calificado, pero además porque el tema es el de resolver las injusticias sociales, no el de aumentarlas mediante maltrato. El maltrato revolucionario en verdad es antirrevolucionario, y predispone mal a la lucha, con la secuela de derrotas que eso aparejó.

Una cuestión conexa a la de la mala comprensión del aburguesamiento es la del pacifismo, que fue catalogado como pequeño burgués por los leninistas y los trotskistas, que intentaron forzar a los revolucionarios a adoptar el militarismo sin haberlo debatido lo suficiente con las fuerzas proletarias. Quieren imponer la estrategia. Lo que corresponde es que la estrategia sea decidida colectivamente y según un análisis completo. Mientras que no se pueda hacerlo, la política socialista debe adaptarse críticamente a la predisposición luchera y reivindicatoria de las fuerzas progresivas. El militarismo debe ser un componente revolucionario, pero la forma que adopte tiene que ser efectiva, para lo cual se lo tiene que restringir a lo indispensable, porque si no la confrontación bélica destroza a las sociedades, lo que le resta apoyo a los revolucionarios, que además solemos ser inexpertos en materia militar, y podemos querer permanecer así. Lo que corresponde es que se aborde el tema de manera prudente. Ya antes les falló el pronóstico, cuando en la década del setenta creyeron que al sublevarse las guerrillas en acciones puntuales, como las del ERP, las masas se levantarían insurgentes, por lo que tienen que averiguar qué métodos de lucha quieren las masas.

lunes, 3 de julio de 2017

De las consecuencias del mal entendimiento de la prostitución

La prostitución, etimológicamente, es el favorecimiento a las instituciones, pero el uso que se hace del término le dio los significados de la promiscuidad, la homosexualidad, el trabajo sexual y otros tantos, incluso a veces el de la maldad, o hasta el de la admiración, cuando se califica de “hijo de puta” a alguien que alcanza una gran proeza. Es una polisemia desligada de la etimología. Hasta tanto no se ajuste el uso a la etimología el mal empleo del término traerá problemas comunicativos y políticos, porque la comprensión confusa de la cuestión dificulta su abordaje y resolución.