Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Para la relación entre los partidos y los movimientos, grupos e individuos socialistas y demócratas

En el marco de las leyes vigentes, el gobierno de los estados es ejercido por representantes electos de los partidos políticos. Eso fue establecido en las constituciones, que aunque son ilegítimas rigen porque tienen la aceptación de las mayorías propietarias, y aliadas, que así lo imponen. Entonces, los partidos socialistas son indispensables. Hasta tanto no se reformen las constituciones, o se las reemplace por leyes comunes, el socialismo y el democratismo progresista mundiales deben impulsar a los partidos de izquierda, sea militando en ellos o no, es decir, luchando por fuera de ellos pero en complemento. Eso implica que los movimientos sociales, y los demás socialistas y demócratas, los deben apoyar, al igual que los partidos tienen que reconocerlos y ayudarlos en lo que corresponda. Un problema que tendrán los partidos es que deben sujetarse a la ley estatal, que establece que se conformen jerárquicamente, con autoridades, elecciones reglamentadas y demás, lo que en la práctica luego dificulta la democracia interna e impide el trato igualitario para con los extrapartidarios. La izquierda en general, y en especial la que hasta ahora es antipartidaria, debe reconocer el problema, ya que a veces acusan de autoritarismo a los partidos ignorando la ley que los sujeta, lo que no quita que hay cierto autoritarismo partidario que puede ser superado. En izquierda incluyo al anarquismo, que aunque no vaya a aceptar a los partidos tendrá que pensar en el tema porque por ahora no hay otra manera de tomar el poder de los gobiernos, que si bien no es todo el poder social sí es central en el orden de los estados-naciones. La prédica antipartidaria, al dificultar que los socialistas partidarios obtengan el poder de los gobiernos de los estados, los perjudica a sí mismos, y no obstante también es preciso que los partidos incorporen las críticas ciertas de los antipartidarios, sean anarquistas, autonomistas, autogestionarios, etc., para que sean democráticos.

Habrá que hacer una relación fluida entre los partidos y los movimientos, grupos e individuos, que depende de la politización social en general y de la descentralización de la acciones partidarias, pero con un núcleo que resuma las cuestiones. Ese núcleo ya está vigente hoy en día -pienso más en Argentina pero hay que tener en cuenta a todas las naciones-, pero su hacer no es del todo satisfactorio todavía, en parte porque no da las respuestas esperadas a muchos de los planteos sociales y en parte por la reticencia de ciertos movimientos, grupos e individuos para con ellos. Hay que tener en cuenta que en tanto que los dirigentes y militantes de mayor rango de los partidos son pocos en relación a los demás miembros de las naciones, su capacidad de dar respuesta a las cuestiones de toda la sociedad es muy limitada. Pero no obstante así se los debe apoyar, con paciencia y sin pretender soluciones prontas para las cuestiones que no se puede resolver fácilmente, porque que ellos estén en el gobierno hace más fácil la vida al común de la gente y permite ampliar la lucha por la reforma constitucional y la legalidad común.

Los partidos socialistas también deberán aceptar que se les luche y manifieste en contra siempre que se hayan equivocado, y si no lo hubieran hecho deberán comprobarlo en un debate público y sin reprimir a los que se les opongan, y lo mismo a la inversa. Es más, los gobiernos progresistas debieran apoyarse en las movilizaciones, incluso en las que se les oponen bien, para ampliar la política democratizadora, cosa que no hacen por testarudez, porque adoptaron los prejuicios desarrollistas, que los llevan a aliarse con los capitalistas para hacer crecer el producto bruto, lo que apenas reduce un poco la pobreza, en ciertos términos, pero que también la acrecienta por incrementar la explotación y la represión a las poblaciones que se oponen a eso, cosa que no miden los índices.

La idea de obtener el poder gubernamental y estatal mediante la huelga general es incierta. La huelga general sirve para otras cosas. El poder del gobierno estatal se obtiene mediante elecciones, o insurrecciones, que muy dificilmente y con muchos muertos y heridos podrían derrotar a los ejércitos y policías, de lo que los insurrectos saldrían traumados y con menos fuerzas para gobernar y responder a los embates posteriores.

Aunque no se dé una respuesta placentera a este planteo, la cuestión permanecerá vigente hasta que se lo haga, y por eso hay que pensarlo y debatirlo.


Anexo

Para el caso de los partidos democrátas y populistas, el socialismo puede pujar por su sostén en el poder estatal y por inclinarlos, más o algo, hacia el progresismo, en una relación crítica, a la vez que aliente a los partidos de izquierda. Hasta que no estén preparados estos últimos, y las circunstancias necesarias para que gobiernen, los partidos populistas son la opción electoral presidencial, y de los poderes ejecutivos de los distritos menores, menos mala ante el privatismo. Hay variaciones de esto, y otras circunstancias coyunturales, que en los casos concretos requerirán otras soluciones, como cuando los socialistas están cerca de ganar los poderes ejecutivos.

Cabe añadir que en tanto sea necesario se debe establecer una alianza electoral, crítica también, con los demócratas y los populistas, para expulsar del gobierno a los privatistas, a lo que habrá que precisar luego, pero mucho tiempo después, cuando hayan sido preparadas las circunstancias, para que sea liderada por los socialistas. Hay que asumir que la lucha será larga y que la correlación de fuerzas es muy desfavorable, ya que el capital es compuesto por el grueso de las iglesias, las finanzas, las empresas, las fuerzas armadas, los gobiernos, los partidos políticos, la educación y la salud, las administraciones públicas, los medios de comunicación, los sindicatos, las asociaciones civiles y deportivas, algunos movimientos sociales, etc.

Para el caso del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, no se puede desplazar al macrismo sin un frente entre los populistas, los demócratas, los comunistas y los socialistas, es decir el FpV, el ala progresista de la UCR -y la parte que se le escindió-, el PC, el PCCE, los partidos socialistas chicos, el MST y el FIT, Unidad Popular, el PCR, etc., e incluso, con los errores cometidos, hasta el PS, el GEN y Libres del Sur. Y él debiera ser acompañado por los movimientos y demás organizaciones e individuos sociales. Ese frente no será hecho pronto, y tal vez nunca, pero estará pendiente la cuestión hasta que se haya derrotado al privatismo. Es bastante irresponsable que las razones parciales y los personalismos lo impidan, porque luego el macrismo nos perjudica a todos los habitantes porteños y extraporteños, e impide las soluciones para los problemas comunes. Lo que Trotsky haya dicho sobre los frentes populares no vale para ahora, ni obstan para aquello las razones ciertas de los trotskistas, que tienen que reconocer la totalidad del problema. La fragmentación de la unidad de la izquierda que operan los trotskistas, y quien fuere cuando fuere, es un error político, cosa grave, ya que se puede aliar y criticarse. Establecer una alianza no hace responsable a las partes de las acciones ajenas, salvo que las apoyen. En una alianza crítica se convive en discusión, y se pueden socializar los puntos críticos, para que las naciones se hagan responsables y luchen por medidas políticas progresivas.