Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 7 de marzo de 2022

Sobre el fetichismo de la mercancía

 Cuando Marx describió al fetichismo de la mercancía lo definió como la puesta de algo que el producto no tiene en sí mismo, porque el precio en moneda que se le pone a los bienes transables no está en los bienes mismos, sino en la forma en que se les intercambia. El fetichismo es una forma de la falsedad, porque en los objetos de culto que lo empezaron se representaba a dioses después tomados por falsos, y con razón verdadera, aunque insuficiente por no criticar bien a los dioses propios, que entonces persisten como cuestiones que influyen en la historia humana y en su apropiación. Entonces, por un lado hay una primera falta, que es la de ponerle valor en moneda a los bienes, que sería mejor que se les intercambiara sin monedas, mediante un pago comunitario, con buenas acciones de reciprocidad social, pero, además de eso, está la cuestión de que los precios a veces son demasiado altos, y entonces se le agrega una falta a la original. El precio se define por el trabajo que requieren los bienes, pero no sólo por eso, porque, por un lado, el trabajo inútil casi que no crea precio, lo crea pocas veces, ya que, como las cosas que causa casi nunca sirven, casi nadie quiere pagar por ellas, y además porque una parte del precio de los bienes se debe a la ambición ganancial desmedida de quienes les venden, lo que implica un trabajo, de voluntad de lucro sin buena razón, al que se piensa poco como trabajo: se lo piensa sobre todo como una ambición a la que no se toma como elaborante. Esta explicación es complementaria de la teoría del plusvalor, que en verdad es compatible, de cierto modo, con la de la oferta y la demanda, porque el precio de los bienes depende tanto de sus costos de producción como de sus condiciones de venta, en tanto que el comercio es una tarea posterior a la fabricación, que tiene particularidades que inciden en el precio final, no obstante ambos sean obras: en esa disyuntiva hay una falta etimológica doble, porque tanto la fabricación es comercial como el comercio operativo. También pasa que a algunos malos trabajos se los paga muy caros, porque se los juzga mal, estimándoselos mucho.por creer que son muy buenos sin que lo sean, lo que termina en el fracaso. El trabajo incorporado de los bienes no se acota al de su fabricación, sino que también se les obra el traslado, la conservación y la venta, además de sus actividades anteriores, las agrícolas y mineras, que conllevan transporte y almacenamiento, como todas contables y legales, y, después de vendérselos, se les mueve de nuevo antes de su consumo, pero esta tarea no crea precio en moneda, o lo crea casi nada, y es de aprecio no remunerado, al que el comercio tiene menos. Con los bienes intangibles, como los de los servicios de salud y educación privada, ocurre parecido, y con los públicos también, pero el pago se da mediante los impuestos. Otro tema es que los llamados "bienes" no siempre son tales, porque a veces hacen mal. En ocasiones se lo reconoce, y entonces su venta merma, reduciendo su creación, a veces hasta anularla, pero en otras no se los advierte como dañinos, y entonces persiste su aprecio financiero.

 El aprecio a los bienes es anterior a su expresión en moneda, por lo que es su precursor. La creencia influye en el precio, por un lado porque los vendedores le ponen a lo que ofrecen el precio que creen que les conviene, que suele ser superior a su costo y que tiene que incluir una ganancia de subsistencia, cuando no conlleva una mayor, que se da en distintas magnitudes, de pequeña a grande según cómo sea el interés de captura de cada quién, y por otro porque los compradores creen que el producto les sirve, muchas veces con buena razón, y que tiene un precio razonable, aunque no siempre, y esto es influido por otros temas, como su situación financiera al momento de comprar.

 La teoría del plusvalor admite a la de la oferta y la demanda también adentro de la fábrica, porque a los salarios se los negocia de acuerdo a, aparte de las necesidades vitales, la oferta y demanda que haya de puestos de trabajo y obreros, en una negociación que es influida por su exterior, o sea, que tanto las cuestiones internas de las fábricas como las externas determinan la venta y la compra de la fuerza de trabajo, lo mismo que pasa en los otros rubros del trabajo remunerado. Entonces, los actos humanos de afuera de las empresas importan para sus pagos internos, así como a la inversa, que son los de la historia humana, con la política, la religión y los otros tipos de actividades humanas. Algunos se clasifican por la clase de edificio en que transcurren -sedes de gobierno, iglesias, empresas y casas-, y otros son en lugares no techados. También los hay en recámaras móviles, como los medios de transporte.