Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 27 de octubre de 2014

Del armamentismo, la guerra y el productivismo

Es una obviedad decirlo, pero hay que hacerlo porque hoy en mucho no reconocemos ni lo obvio, que el capital armamentista fomenta las guerras para vender su stock. Así de cruel. También están los dislates religiosos, la búsqueda de minerales y de grandes negocios, el dominio geopolítico y demás. Entre ellos se causa a las guerras, que son siempre un despropósito y que dan cuenta de la inmadurez de la humanidad, inmadurez que no podrá ser superada en tanto existan las religiones y las identidades parciales, como son los nacionalismos, y se mida al éxito de los gobiernos en términos productivistas, pero más en general en tanto que la humanidad no haya aprendido a vivir bien, para lo cual todos los humanos debemos reconocer nuestra historia. Los humanos somos monos terráqueos con un pasado, un presente y un futuro común. No se trata de enseñar a cada hombre los libros de historia, sino las conclusiones de los balances de los conflictos históricos, aunque valga historiar. Esa es una tarea común a cada cual de los miembros de la especie humana, por lo que se la debe repartir por igual a cada humano.

Aparte hay un problema muy grande, y muy estúpido, dicho esto con dolor, derivado del desarrollismo: como el desarrollismo es una noción vacía, una metáfora en que sus objetos se des-arrollan, se desenvuelven, se presta a interpretaciones malas, como la que tiene la ONU, que hizo del desarrollismo un paradigma con metas, indicadores y acciones para cumplirlas, de manera tal de que a veces le prestan más atención al paradigma que a la realidad, lo que lleva a insensateces tales como ser el hecho de que se fomenta a las explotaciones mineras e hidrocarburíferas, que en gran medida sirven para fabricar armamentos, vehículos y electrodomésticos, la gran mayoría de los cuales no hacen falta, porque sirven para aumentar el producto bruto por habitante, sin responder a los perjuicios concretos que eso causa y sin concluir en que lo que importa es la vida para sí, en vez que el esquema con el que se pretende mejorarla.

Habrá que asumir que la ayuda para vivir debe ser hecha más por todos los humanos por igual que por los organismos supranacionales, y que la política del organismo mundial que haya en la Tierra debe responder al común de la humanidad, y ser crítica, o verdadera, porque así como es ahora nos hace daño. También habrá que asumir que la muerte es una cosa con la que vivimos y a la que hay que enfrentar sin una sensibilidad exagerada, es decir, con una sensibilidad justa, que no haga un drama de ella sino un motivo de auxilio y compañía mundano.

Y también hay que dejar ese prejuicio imperial de que el aumento de la producción indica sí o sí un progreso y un éxito gubernamental.

Lo que hay que averiguar es qué economía es la que hace falta para que todos los humanos tengamos lo suficiente para vivir, pero no según los prejuicios productivistas y consumistas que hay hoy en día -que son propios-, sino según las necesidades verdaderas, vitales, y ordenar a la acción humana según eso, aunque tal criterio, si bien sirve para reducir el esfuerzo puesto hoy en la economía, no alcanza para concebir la fusión de la economía en la vida en común.


Anexo

Los gobiernos progresistas, y todos en general, tienen que asumir que la explotación minera y energética se destina en ciertos casos al armamentismo y a otras producciones prescindibles, por lo cual son cómplices indirectos de los perjuicios que ellos causan, lo mismo que vale para los empresarios y hasta en ciertos casos para los trabajadores de los ramos. El hecho de que sean trabajadores, es decir, de que trabajan en eso por necesidad, no quita que hay algunos que se enriquecen en exceso, como los dirigentes sindicales y los obreros más calificados, y que muchas veces no dan la lucha para resolver el problema, ni siquiera la que sí pueden dar. Los empresarios también están condicionados a explotar, por la formación castradora y productivista que recibieron, pero igual son responsables de sus acciones y de no haberla discutido. La cuestión, como siempre, no es condenar sino resolver el problema, lo que requiere de la predisposición de todos los humanos. Se responderá a esto lo que sea, pero seguirán los problemas hasta que todos los hombres se hayan hecho responsables de lo que les corresponde.