Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

miércoles, 22 de abril de 2015

Pecado y deuda

Para la concepción cristiana, que no celebra la naturalidad ni el goce del parto, los humanos nacemos con pecado, por haber sido concebidos pecaminosamente, por lo cual durante nuestra vida tenemos que redimirnos sacrificándonos, lo que implica hacernos daño, mortificarnos, luego de lo cual, si nos hemos comportado correctamente según la doctrina eclesiástica, podemos pagar nuestra deuda de nacimiento y obtener la absolución del alma después de morir. ¡Qué estupidez! La concepción y el parto son naturales y gozosos, aunque éste sea mortificado en los hospitales, por medio de cesáreas innecesarias o por el hecho de la internación, etc., y los nacidos no le debemos nada a nadie, ni tenemos que explotarnos, ni nos juzgarán el alma luego de morir. Lo que nos juzgarán es la vida, quienes nos hayan conocido y sigan vivos, cosa que no tendrá consecuencia en nosotros, ya que habremos muerto. Aunque sí nuestros actos tienen consecuencias sobre nosotros por el juicio que se hace de ellos mientras vivimos. El problema es que el juicio humano no es del todo verdadero, por lo que carece de valor, pero oprime, cuando es falso o está falseado, o cuando ignora cosas que deben ser tenidas en cuenta.

En términos económicos, esa concepción se replica en las deudas. En vez que darse el dinero para vivir, porque sí o por solidaridad, el dinero que se da le causa una deuda a quien lo recibe, quien debe devolverlo según los términos pautados, para lo que debe explotarse a sí mismo. A nivel internacional esta lógica causa el problema de la deuda permanente, que los países podrían llegar a cancelar si se comportaran correctamente según la doctrina financiera dominante, que, como es falsa, lleva a las naciones a explotarse a sí mismas, pero en este caso para no terminar nunca de pagar, ya que las naciones no mueren y ya que las deudas son impagables, dada la corrupción capitalista. Es cruel que por mantener a esta lógica perversa la humanidad se cause problemas innecesarios. Cuando se dice que a algo malo se lo hace innecesariamente, pero igual se lo hace, estamos ante un problema grave de acción compulsiva.

Hay una correspondencia entre las iglesias y los organismos financieros mundiales.