Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 19 de octubre de 2015

De la recesión y el desempleo en el modelo desarrollista, y de su liberalismo

Una de las mayores, sino la mayor, deficiencia del modelo desarrollista vigente, es que, al no enfrentar la socialización de los medios de producción, principalmente los privados, pero también los públicos, y en especial de la tierra, que es el eje más importante del capitalismo latinoamericano, depende, para mantener empleadas a las poblaciones, del crecimiento de la actividad económica, lo que genera una producción compulsiva y temerosa de la caída de los índices, es decir, una serie de problemas innecesarios, que sólo se solucionarán cuando las naciones hayan asumido debidamente la necesidad de socializar los medios productivos, y lo hayan hecho, así sea progresivamente, lo que es según sea posible, de acuerdo a la coyuntura. Ese debe ser el eje principal de la política de los gobiernos progresistas, no la redistribución, que los hace depender de los grandes capitalistas, porque son los que invierten y aportan los impuestos con parte de lo que se financian las políticas públicas, lo que enfrenta a esos gobiernos a parte de la gente común y les resta apoyo de masas, además de someterlos a los designios liberales.

La megaminería, el agronegocio, la industria y las finanzas, y demás, o sea, todo el entramado determinado por el capitalismo trasnacional, es liberal, y es hegemónico incluso en los países de gobiernos progresistas: son regímenes liberales contrariados en algunos aspectos, y no en otros, por los gobiernos progresistas. Los posneoliberales son los gobiernos, no los regímenes políticos nacionales. Es un liberalismo proteccionista, mercadointernista, que busca conciliar a los mercados internos con los mercados trasnacionales, a diferencia del liberalismo mercantilista, que es más proclive al capital alto, ya que el privatismo sigue dominando, pero contrariado desde abajo por gobiernos populistas: son gobiernos que expresan una confrontación de los sometidos por el privatismo, a la vez que reproducen formas liberales y males propios de sí mismos en simultáneo con los avances que hacen. Hay que tener en cuenta que allí donde los gobiernos progresistas apoyan al liberalismo no lo hacen de gusto, sino por estar subordinados o porque tienen elementos liberales concientes e inconcientes, y algo hay en eso de no querer enfrentar al gran capital, dado el dominio que ejerce, que no está exento de golpismo: por eso es que una tarea ineludible para la izquierda es la de reconocer porqué el capitalismo es lo que es y porqué los capitalistas hacen lo que hacen, ya que sin saber eso no se los podrá enfrentar bien. Las respuestas a eso sobre el afán de lucro y de poder son insuficientes, ya que ninguno de ellos es un motivo de vida satisfactorio, por más que permita placeres supremos.

Los países con gobiernos progresistas siguen siendo liberales porque, además de los actores sociales dominantes, las constituciones y las leyes también lo son, aunque estén en un proceso de transformación, que las modifica pero no en las cimas del orden legal, en el que se ampara el privatismo para seguir operando liberalmente, además de hacerlo mediante delitos o aprovechándose de los vacíos legales internacionales. Por eso es que además de legislar lo que es preciso es que la gente sepa comportarse, cosa que no harán de criarse en medio de falsedades tomadas por ciertas, ya que ellas hacen a una cultura tramposa.


Anexos

1. Cuando se habla de los males del privatismo y de los gobiernos populistas hay que tener en cuenta que los pueblos, entendidos como uniones provisorias de los empresariados medianos y pequeños con los trabajadores y lumpenproletarios, tampoco son víctimas inocentes, totalmente buenas, sino que tienen sus males y sus miserias también, porque si no se hace una culpabilización a los gobiernos progresistas algo fuera de lugar. Es preciso reconocer que los males y las miserias, al igual que los bienes y las verdades, recorren toda la escala social, siendo lo que son históricamente en cada clase.

2. Al decir que los gobiernos privatistas y los populistas ejercen variantes del liberalismo me refiero a que en ambos se mantienen los pilares de esa doctrina, establecidos en las legislaciones burguesas: la instauración de constituciones como normas supremas que regulan a las sociedades y pautan los deberes y derechos de los individuos y los estados, la división de poderes, la elección de autoridades mediante el sufragio, el resguardo de la propiedad privada, las libertades individuales y la libertad de empresa, que fueron históricamente variables. Ambos tipos de gobiernos ejercieron intervencionismos diferentes, favorecedores de clases distintas: las élites en el primer caso, los pueblos en el segundo, pero siempre dentro del marco del capitalismo liberal, por lo que esa intervención tuvo un carácter falso, es decir, que benefició a los sectores a los que se propuso pero falsamente, o sea, según los cánones vigentes de lo que es el bien, que contienen verdades y falsedades: no puede decirse que acumular capital sea beneficioso de verdad, ya que, como motivo de vida, es pobre, lo mismo que es pobre vivir para trabajar, o progresar a base de sobreatareamiento.

3. El liberalismo tiene aspectos buenos, que hay que mantener: por eso es que el socialismo busca superar al liberalismo, esto es, mantener sus bienes y desechar sus males, en una reformulación que los recoloca junto a otros aspectos desdeñados.

4. Como hipótesis planteo que, dado el carácter piadoso de los capitalistas, en general, una satisfacción que obtienen de sus prácticas empresariales es la de cumplir con los mandatos religiosos, que son los de las comunidades a las que pertenecen, y de participar en la convivencia humana de un modo que sirve en algunos aspectos, ya que ellos colaboran para fabricar los bienes que utiliza la humanidad, y masivamente, pero eso no quita los males derivados de esa lógica. De ser así, y hay más factores a tener en cuenta, es necesario desarmar a esa lógica pía para que los capitalistas aprendan a comportarse bien, es decir, respondiendo también a los reclamos sociales que exceden el marco de los mandatos de las comunidades religiosas y sus derivados. Como para el caso de las guerras interreligiosas, para la economía, y demás, es preciso afrontar el debate contra la religión, lo que debe hacerse desde una postura tolerante pero que reclame por el reconocimiento de la verdad.