Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 4 de diciembre de 2023

La pérdida y ganancia compulsivas en el capitalismo actual

 El capital tenido por vencedor obtiene ganancias financieras enormes de forma compulsiva, pero no sólo se queda con ellas, sino que tiene una manía por ganar competencias, lo cual coexiste con su búsqueda de derrota: es un sistema en que se gana y pierde de forma violenta, lo cual se vincula a la religión, la ley y el gobierno.

 En la recolección primitiva hubo una captura, por lo que el sistema de recolección es de un tipo de capitalismo, pero mucho menor al vigente. Entonces, que el capitalismo sea benigno o maligno depende de cómo sea, y eso de cómo se lo obre, lo cual, a su vez, de qué se piense de la realidad, en lo que está la creencia porque la creencia es un pensar. Cuando se cree en algo, en ocasiones se piensa que es verdad y después se lo pone a prueba, pero hay cosas más fáciles de testear que otras, que como no se pueden experimentar de cerca existen sin que la idea que nos hacemos de ellas sea adecuada bien, a veces no se conoce bien ni lo próximo, y encima en otras es tomada como tal, lo cual lleva a cometer prácticas lesivas, que así abundan en la sociedad perjudicando hasta a sus presuntos ganadores. Una cuestión sobre la ganancia es que se señala poco que su calidad no es buena de por sí: se equipara la ganancia a lo bueno, pero las ganancias no son buenas por sí mismas, y en exceso se ponen malas por las obligaciones que demandan y sus pujas, algunas de las cuales son las de quedar impune por los delitos perpetrados para adquirirlas, no todos los cuales fueron bien definidos, es decir, que la maldad legal oficializada lleva a que los ejércitos y policías castiguen faltas aparentes, con lo que las personas buscan evitar ser penalizadas por malas razones, ya que en ocasiones delinquen para bien y son perseguidas por eso, cuando no delinquen para mal. La humanidad deberá ordenar bien sus ganancias para lograr las metas de bienestar proclamadas por los credos, que no se dan en este orden social, pero eso también depende de cómo sea el creer humano.

 La teología afecta en cómo se culpa y acusa porque influye en la ley y el juicio individual, por lo que la concordia humana depende de la veracidad teológica.

 El dinero viene de la cuenta en decenas. El denario se llamó así por representar diez unidades de cosas asidas, por lo que el asir es clave para la valoración monetaria de los bienes comerciales. Por lo tanto, las culturas que representaron al valor de diez en objetos de cambio concibieron al dinero y le dieron forma a su nombre. Antes hubo modos previos de abstraer el valor de cambio, algunos numerados y otros no. Antes que las monedas de diez, debió haber de los números del 1 al 9, y antes de eso el uso de pepitas de metal y piedras de las más atractivas. Fueron bienes de uso en sí mismas, con un valor debido a sus características previo al del intercambio por otros, que motivó a que adoptaran ese rol. El color de estas piedras y pepas hizo que la humanidad las apreciara, primero por sí mismas, por su belleza, antes que por su valor para canjearlas por otros bienes. Hubo una etapa de trueque en que el intercambio fue mucho más directo que el actual, que se medió luego con bienes definidos para el intercambio, estas pepas de metal y las piedras más apreciadas, que no siempre son traslúcidas pero sí en general, antes que la moneda, los billetes y los papeles de valor enumerado, previos a las transferencias por computadora y las llamadas "monedas electrónicas", impresas en discos magnéticos. En una época, aquéllas habrán funcionado como bienes simples, pero su portabilidad y color permitió que se les pusiera valor para el comercio, en un sistema demarcativo que hoy no funciona bien y que tampoco explicó la realidad con un relato del todo bien adecuado a su objeto, sosteniendo axiomas equivocados mediante violencia enunciativa, que suele ser mala, impuesta con armas de piedra antes que metálicas, lo cual después se perfeccionó mucho.