jueves, 25 de julio de 2024

De tanto pasar de mano en mano, se llenan de microbios...

 Esterilizar pesos, ¿es rociar los billetes con desinfectante?

En memoria de Tomás Schlichter, 
ex militante de las FAP y vicepresidente del INTA.


Argentina: Medio año de gobierno mileísta - Rolando Astarita | Sin Permiso

 Creo que a esta nota de Rolando Astrita le falta una complejización al final, porque repite el planteo clásico de la izquierda que no admite lo burgués -en el sentido de urbano y de fortalecido, en particular ante pollos, chanchos, vacas, árboles, frutas y verduras, entre otros seres vivos-, del proletariado, ni su derechidad, ni da buena cuenta de la relación entre la crisis económica y los desvaríos de la teología predominante, y aparte que tiene un error cuando dice que la emisión de pesos para comprar dólares no es inflacionaria, porque puede serlo o no según qué se decida hacer con los precios a consecuencia suya, lo cual no está del todo predeterminado, pero, más allá de esto, pienso que explica bien la política financiera de la presidencia argentina. El propio autor dudó de sus conclusiones, y por eso no las presentó de lleno como tales, sino como semejantes, bajo el rótulo "a modo de" que le puso al último subtítulo de la nota.

 En su crítica, este Astarita en un momento creyó que el capital más ficticio no se basa en ningún trabajo, que es valor creado de la nada a partir de la impresión monetaria, pero, por un lado, la impresión es un trabajo y requiere de materia prima, maquinaria e instalaciones, con sus trámites, impuestos y demás asuntos, y por otro su valor se basa en el trabajo social que respalda a estos títulos monetarios, así como en la confianza de la sociedad en el gobierno y en los bancos que los transan, si bien es cierto que todo eso es bastante injusto y contiene ideas desubicadas, de la perversión más refinada, por su alto nivel de abstracción. Es como un cálculo que tiene un error en el principio, que al desarrollarse se agranda varias veces, pero que prosigue porque quien lo realiza cree que lo está haciendo bien.

 La política de quitar pesos de circulación, llamada de "esterilización" por el presidente Milei, los reemplaza con títulos equivalentes, como las Lecaps, Leliqs y Bopreals, o sea, que el desfasaje entre el valor abstracto de los productos más básicos hechos en el país y el de las impresiones monetarias se traslada de los billetes a los bonos emitidos por el banco central y el tesoro argentinos, en una maniobra distractiva que prolonga la acumulación enfermiza de dólares por parte del gran empresariado y que potencia aquella distorsión al incrementarla en el mercado de papeles superiores al billete (y hasta ahora la emisión de billetes fue parecida a la de la presidencia anterior). El valor en moneda de los bienes más básicos tiene que corresponderse bien con el de los billetes, bonos y títulos monetarios, y sus objetos similares, pero la inflación de los precios no responde sólo a su desfasaje, sino también a los costos y a la ambición capitalista, así como a la simpatía política de los vendedores, que pueden usar al precio que ponen para favorecer o perjudicar a los gobiernos según les gusten o no, en lo que el capital mono y oligopólico juega con ventaja porque se compone de pocas personas que deciden el precio de muchos productos, aunque con condicionantes externos y alguna compasión insuficiente, que obedece a cómo juzgan al comportamiento ajeno no sin alguna buena razón.

 La emisión descontrolada de billetes del kirchnerismo respondió al reclamo por políticas públicas, en particular los subsidios al desempleo remunerado, de las protestas eclosionadas en 2001, que a su vez fueron consecuencia de la concentración empresarial del modelo menemista, que llevó a la quiebra a muchas pymes al darle mucho espacio al capital más trasnacional, pero el problema ya venía desde antes, es un rasgo del liberalismo vigente, que empeoró desde la reinstauración de sus modelos ortodoxos con la dictadura del ´76 y los gobiernos de Menem, De La Rúa y Macri, en los que se inspira este Milei, aparte de por los pagos de la deuda gubernamental, que en parte se debe a que los bienes que exporta la Argentina son de menor precio que los que importa y a los fraudes debitarios de algunas de las presidencias conservadoras, que a veces "estatizaron" deuda "privada" a consecuencia de ese déficit comercial (entrecomillé para señalar dos faltas etimológicas) y en otra, la de Macri, se tomó un préstamo para venderle dólares ociosos al gran capital, en una historia más compleja que habría que repasar en detalle. Las recetas heterodoxas aliviaron la desigualdad social, pero no la eliminaron mucho y aumentaron el sobreproductivismo, lo cual algo obedeció al credo del país y al internacional porque las concepciones de mundo de los pueblos afectaron al reparto de la riqueza porque influyeron en cómo se juzgó a los hombres y a su mérito, así como promovieron magnitudes productivas nacionales, no siempre con el éxito que se esperaba. La pandemia de coronavirus empeoró la emisión previa para financiar los subsidios del encierro preventivo, cuestión agravada por los pagos jubilatorios y que debiera saldarse con las ganancias excesivas, principal, pero no únicamente, las de los grandes capitalistas, así como con un buen ajuste de las jubilaciones de privilegio, que depende de una reforma legal por el principio de no regresividad del derecho, que en este caso no sirve bien porque el derecho que protege es insano, lo mismo que ocurre con los mayores sueldos gubernamentales. El tema con eso es que el pueblo debe reclamarlo, para lo cual tiene que comprenderlo bien, lo cual es dificultado por el periodismo conservador, pero los límites son vencibles y se puede dar bien el debate.