En Argentina hay una movilización universitaria, en defensa de la educación superior pública, a la que la presidencia le recortó el presupuesto, con la izquierda muy involucrada para que los asalariados del sector no pierdan tanto poder adquisitivo por este ajuste ultraliberal, pero, aún con todo el empuje que la izquierda le pone a la lucha, no llega a expresar bien que se trata de una política reformista por sus prejuicios mal radicalizados, lo cual le dificulta articularse con el espacio de centro, compuesto por muchos trabajadores, y componer bien el reformismo con la revolución. Da alguna repugnancia verla reivindicar con vehemencia los reclamos universitarios a sabiendas del desprecio que le van a dar a algunos de sus impulsores, con quienes establece una alianza de traidores, de corto plazo, entre personas que se juntan por una demanda puntual pero que saben que luego se abandonarán, con lo que no se puede entablar una relación política duradera, que es necesaria para las transformaciones maximalistas. Es una pérdida dada por seguir una teoría aún insuficiente y quizás reforzada por la intervención de infiltrados en los partidos revolucionarios, que puedan usar sus defectos doctrinarios y enconos individuales para potenciar las divisiones externas e internas, lo cual redunda en malas peleas entre militantes, familiares, amigos y amantes que suman para la derrota de las luchas particulares y de la completa, una cuestión que habrá que saldar de buen modo.
La idea de la traición está sobrecargada de emotividad y de connotaciones reprobantes. Refiere a la interacción con personas externas al propio grupo, lo cual no es malo en sí mismo. Se compone del prefijo "trans", que remite al atravesar, y del núcleo "dar" (Cf. DECEL). Con la noción de la repugnancia es parecido, porque se refiere a la pugna fuerte, que no es mala en sí, pero siempre es pesada hasta que termina.
El pueblo vota según lo que cree que es mejor, pero, como la política y la economía son temas muy complejos, cuyas cuestiones no están muy bien saldadas ni entre los científicos más especializados en ellas, al momento de votar la gente empadronada hace una elección algo intuitiva y de alguna inteligencia equivocada, atravesada por el fraude proselitista, que es cuando los candidatos al gobierno prometen cosas que no van a cumplir pero que son creidas por algunos de sus oyentes, y por la deshonra publicitaria y periodística, cuando en las campañas políticas se le dan ventajas a los partidos que reciben más aportes financieros y que tienen más aprobación de los dueños de los mayores medios de prensa, con lo que obtienen favores comunicativos desproporcionados, que benefician a los candidatos que postulan modelos económicos ultraelitistas porque son respaldados por el capital más enriquecido. Entonces, a veces se vota mal, y cuando se lo hace bien no se lo hace sin faltas, lo cual llevó a que la izquierda tuviera que adoptar posiciones reformistas moderadas y minimalistas, a fin de lograr conquistas que no se hubieran dado sin su apoyo y por ser menoscabada por el conservadurismo del pueblo, o por la falta de adhesión al maximalismo socialista debida a la ignorancia popular, que en parte se justifica por los errores socialistas, que espantaron para mal a algunas personas. Entonces, cierto reformismo liviano es necesario, pero hay que decidir cómo complementarlo con el maximalismo, que es el más revolucionario. La dicotomía entre la reforma y la revolución discurre en falso, porque una revolución implica una forma nueva, por lo que a este tema hay que replantearlo bien.
A corto plazo, el problema se puede resolver con un impuesto progresivo y con el recorte de los subsidios oficiales nocivos que se le dan al gran capital privado, pero a largo plazo el pueblo deberá hacerse cargo de buena forma de la injusticia distributiva que promovió hasta ahora, una cuestión vinculada a la irracionalidad crédica y que no se debe sólo a la maldad de los hombres más poderosos, que deben atenderse bien operando bien sus causas, que no son muy bien reconocidas, así como aplicándole bien buenas sanciones, algo difícil de definir y concretar pero necesario para sortear bien la crisis mundial. Sin embargo, sin que se resuelva bien la maldad inferior, la de la base social, importante, por ejemplo, en lo que es la negligencia política, aquello no bastaría, así que hay dos grandes condiciones que deben darse, y no son las únicas.