Algunos de los componentes de las palabras son polisémicos, tanto núcleos como prefijos y sufijos, pero los hombres se entienden bien, a veces, al hablar, para lo cual a ese caos de posibilidades semióticas se le da un significado preciso, no siempre adecuado, por lo que hay alguna incomprensión, que puede saldarse con explicaciones posteriores. Hay un pensamiento implícito, que subyace a las expresiones y les termina de definir el sentido, sin el cual el habla no surtiría el efecto para el que existe, el de comunicarse e interactuar. A los dichos se los pone en contexto, se los correlaciona con otras cosas, sean o no discursos, y así se les da sentido, no siempre bien.