Como hay mucha carga discursiva escrita, hace falta cierta censura, porque la sociedad tiene que entender bien su presente para ser bien grata, lo que no puede darse, entre otras causas, por la gran profusión discursiva vigente, un caos informativo inmenso, pero, como debe ser el pueblo quien decida qué publicar y qué no, primero el pueblo debe debatir mucho el tema, lapso durante el cual habrá demasiada información que distraerá la atención de los problemas más importantes, con sus malas consecuencias para la humanidad, así como producirla demandará un trabajo muy costoso en términos de explotación de la naturaleza y los trabajadores, es decir, que la censura debe ser definida de acuerdo a un debate social extenso pero a la vez es algo urgente. La censura tiene mucha mala fama pero es más frecuente de lo que se cree, porque hay formas suyas a las que estamos acostumbrados, como la de no poder decir cosas en los medios gráficos más percibidos, que le ocurre a la gran mayoría de los hablantes, y otras poco conocidas, ya que sus víctimas no pueden relatarla por la prensa porque no acceden a ella o porque hacerlo les causaría castigos, como a los trabajadores a sueldo del gremio periodístico que quisieran denunciar faltas de sus patrones. Se reprueba mucho a la censura del gobierno y poco a la empresaria, que queda como inexistente, pero alguna merece ser, así que el tema no es tan fácil de resolver como parece. La cuestión es qué libertad de expresión debe haber, ya que no toda es buena, y cuál impresa.