Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 24 de junio de 2014

De la deuda y los buitres

Los buitres son pájaros que no le hacen mal a nadie al comer cadáveres de animales muertos. Hablar de “fondos buitres” para nombrar al capital financiero ultrarreaccionario -que es casi igual, sino del todo, a la parte que aceptó los canjes de deuda argentina de 2005 y 2010- da cuenta de lo desapasionada que es parte de la humanidad para con esas aves, de la mala noción que tiene de la carroña y de lo envanecida que es para consigo misma: considera mala a una forma de alimentación natural y no reconoce el ecocidio que realiza al explotar a la naturaleza. Es el colmo de la opresión humana sobre el resto de la naturaleza y de la Tierra.

La deuda es injusta. Los préstamos y cobros, en una transición al socialismo, deben ser para ayudarse a vivir. Sostener el actual sistema de crédito -que es insensato-, porque se piensa que se debe cumplir la ley, es consecuencia de que se considera a la ley como un bien absoluto, y causa que se perjudique a la vida para que se cumpla la ley, lo que es un disparate. Si la ley no sirve a la vida, es mala, y debe ser cambiada, igual que no es legítimo reclamar que sea obedecida. La lógica de la deuda es equivalente a la de la creencia de que la humanidad nace en el pecado: se pone a la gente en falta, en una falta de la que se cree que la acción virtuosa puede redimir, o condonar. Ni se nace en pecado ni se debe endeudar. La deuda es anulable por decisión política.

La diferencia entre los llamados fondos buitres y los que entraron al canje es meramente coyuntural: son todos especuladores, que en este caso se decidieron por opciones distintas pero que pueden cambiar de parecer así nomás, según corren los vaivenes político-financieros en esa frivolidad con poco sentido verdadero que es la especulación, o peor, que tiene el sentido perverso de perjudicar a propósito a las poblaciones para gozar de hacerles daño: disfrutan de hacer el mal con impunidad, con el agregado de enriquecerse exorbitadamente en la timba de los valores abstractos, que se mueve por reglas a las que trocan a conveniencia todo el tiempo y según pujas constantes. Es un proceder típico de la cultura privada, que es causado por la castración y por la frustración que apareja su práctica, que moldea a quienes participan de ella de manera tal que les cercena el goce de la vida en común y los induce a perversiones como esa, con el consuelo insatisfactorio de la riqueza y la superioridad aparentes.

Los pueblos del mundo tienen que reconocer que el sistema de crédito es malo en sí y que el vigente es una estafa, ya que causará dificultades hasta que se lo termine y perjuicios hasta que se lo controle. Los especuladores deben ser juzgados por crímenes de lesa naturaleza y de lesa humanidad -aparte de varias otras inmoralidades-. Pero además habrá que hacer un balance que explique más en detalle porqué hay gente que en vez que disfrutar la vida se dedica a hacer esas artimañas. Hasta que la humanidad no comprenda y haga en consecuencia con ese balance, habrá quienes sean llevados a especular, lo mismo que vale para las demás maldades.

También se debe reconocer el lazo esencial que hay entre la economía financiera y la crediticia, lazo que no es sólo económico sino también religioso: así como la fe es una forma alta de la creencia, las finanzas -bancarias, fundiarias, estatales, etc.- superan al crédito -estatal, empresarial, cooperativo, popular, etc.-. Esta relación, entre el capital privado y el público, no es absoluta, sino histórica, por lo cual hay contraejemplos y agregados, pero es relativamente constante en tanto que perdura el sistema que la rige. En términos doctrinarios opone y concilia contraccionalmente al privatismo con el populismo, y contiene en crisis al socialismo.