El progresismo, entendido como aquella política que busca el avance gradual de la calidad de vida humana, fue tergiversado por el productivismo, que equiparó equivocadamente su objetivo al incremento de los índices de desarrollo. Hasta que no se solucione este error, y se entienda por progreso lo que en verdad es el aumento de la calidad de vida humana, medida integralmente, ese progresismo será ilegítimo, y llevará a errar a quienes se guíen según él.