En un sentido todos los trabajadores son empresarios, porque emprenden y participan de las empresas, pero el sentido usual del término es el de los dueños de sus títulos, que son documentos escritos. Para ser dueño de una empresa, reconocido como tal por el gobierno, hay que tener el título a nombre suyo, por lo que se debe contar con la facultad para leer y escribir, a la que no acceden los menos letrados ni la gente que habla idiomas diferentes a los oficiales.