Como cada cliente es un patrón, quienes más patrones tienen son los magnates. La calidad del patronazgo depende de la ideología social, y es necesario que sea bueno. Como paternidad humana, es del todo inevitable mientras exista la humanidad, y en sus otras acepciones quizás no, pero sí que es algo preciso, así que se lo deberá honrar. Una de las condiciones para ello es que sea más o menos igualitario, aunque no del todo.
Encargar un bien es una tarea, y proveerlo otra. Como además de esas dos está la de pagarlo y cobrarlo, con sus subtareas consecuentes, como las de buscar plata y hacer cuentas, hacerlas bien se dificulta, lo que redunda en que los encargos y las provisiones se desgracian, porque no se los puede organizar como debe ser, además por el hecho de que algunos de ellos no debieran ser efectuados, pero ¿cómo negarle la atención a un cliente con la ley y las costumbres actuales? Hay veces en que los clientes hacen malas compras y las vendedoras se dan cuenta, pero aún así les venden, porque la sociedad no les permite negarse, aunque también por compulsión comercial, que algo responde a la inseguridad económica debida a la maldad humana.