El ministro argentino de economía hoy renovó deuda en bonos por como 9 billones de pesos, cerca de 6900 millones de dólares, a un 65% anual, una práctica perniciosa e insostenible a largo plazo pero que el pueblo permite porque entiende poco de economía. El abuso ganancial no es sólo culpa de la clase humana dominante, sino que es avalado por el desprecio al socialismo de la inferior, así que ahí hay un tema a tratar para la clase más baja de nuestra especie, ya que, si no lo asume bien, no se lo puede resolver como se debe. El asunto es social, o sea, que la clase más alta tiene su culpa, la cual es mayor por su nivel social y poder, pero si la clase más asalariada no lo opera como debe su solución se obstruye mucho, debido a su extensa masividad, forzando a los frentes partidarios de izquierda a aplicar un reformismo muy moderado que, al no transformar de fondo al sistema retributivo, no se sustenta a largo plazo, entra en crisis y suele ser vencido por los partidos conservadores, que reinician ciclos de mayor desigualdad hasta que pierden, en la polarización pautada por el constitucionalismo liberal en curso, que implica un esquema de plusvalorización para los dueños de las empresas mayores y de ganancias inferiores para los emprendedores menores, como los trabajadores a sueldo, los vendedores pobres de bienes fabricados y los dueños titulados de empresas chicas.
La clase plusvalorizada tiene su culpa, a este respecto, por ganar mucho más de lo que necesita, para lo cual empobrece a la mayoría del pueblo, pero esa ganancia la perjudica, ya que atenta contra su calidad de vida, así que la reprensión al abuso ganancial de arriba debe tener buena clemencia con ella. La mala reprensión no alcanzaría la meta que busca el socialismo, así que es preciso definir bien el castigo para el abuso propietario. Todas las clases cometen algún abuso propietario, en diferentes formas y cantidades, que en parte se debe a las ideas equivocadas de los credos, a las cuales sus promotores también padecemos. Cuando los hombres creemos que merecemos ganar más que los demás, puede haber una falta, si se estima demasiado al sacrificio propio. Alguna diferencia en las ganancias individuales tiene que haber, pero no una que exceda los límites requeridos para la buena armonía social.
En Argentina y otros países la mala abstracción de la ganancia monetaria se da en doble medida. En primer lugar, en la ganancia en pesos, según la cual el trabajo de marginales, asalariados y empresarios pequeños y medianos, salvo excepciones, vale mucho menos que el de los capitalistas más grandes, por lo que sus ingresos en pesos son muy diferentes, pero, además, esto luego se recomplejiza en dólares, a los que una parte del pueblo no compra mientras que otra lo hace en distintos grados, desde pocos hasta muchos, todo esto en billetes, bonos y sus equivalentes informáticos. Como la ganancia monetaria depende de los precios, sea de trabajos muy baratos, asalariados o más caros, en el precio que se le pone a cada obra se juega el aprecio social que se le da a sus efectuantes, por lo que, para que su aprecio sea justo, la sociedad tiene que reconocer bien sus realidades, ya que, si no lo hace, juzga mal a las personas y entonces las aprecia mal, lo cual redunda en los ingresos individuales. En torno de los precios se dan varios tipos de pugnas, que atraviesan a los gobiernos y demás instituciones, así como a los comercios y hogares, es decir, que hace falta que la humanidad los controle bien, pero no puede hacerlo mucho si asume mal la realidad, porque eso le trastorna la conciencia, la lleva a malas prácticas y la frustra, lo que la predispone para mal respecto al ayudar a los otros, y más si se les considera pecadores, vagos, infieles, carentes de mérito y otras descalificaciones, que no son del todo infundadas pero responden a causas que no se comprenden bien del todo. La dicotomía entre la lascivia y la austeridad está presente en la puja por la ganancia, ya que en los períodos más revolucionarios y progresistas la lascivia inferior aumenta y merma la más privada, y viceversa con la austeridad, al revés que en los más conservadores y reaccionarios, lo cual se corresponde, relativamente, con una disminución o aumento de la desigualdad social entre hombres, pero esto sobre un trasfondo de superioridad humana sobre las demás especies vivas, que entonces siempre ejercen una lucha desde abajo contra la humanidad, que no es absoluta, como la lucha de clases humanas, porque también existe la colaboración entre especies y de clases humanas, que no son necesariamente buenas, así como la aspereza no es mala en sí, ni bueno el placer, lo cual implica que se les debe dar alguna forma.
El control de precios debe ser gubernamental, pero, para que el gobierno lo haga, lo debe aprobar el pueblo, ya que, si no lo hace, es muy difícil de sostener, y además el pueblo que no gobierna debe participar en él, porque, como los precios se ponen en muchos lugares, el gobierno super-concentrado actual no puede disponer de tantos inspectores como necesitaría. De todos modos, si el pueblo no tiene buena razón, no los puede asignar y controlar bien, por lo que el tema dará su trabajo.