Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

sábado, 6 de septiembre de 2014

El sujeto de la revolución: la naturaleza común

El sujeto humano de la revolución es el ingenuaje, es decir, los naturales humanos y comunes súbditos de la capitalesía. Búsquese la definición de “ingenuo”. “Sujeto” quiere decir “que yace bajo”, “que subyace”, subyacente. “Yacer” es “lay” en inglés, y “lazer” en portugués, sinónimos de “placer” en el sentido de “place” -en inglés-, “lugar”, por “alojar”. Es relativo a “plaza”.

El sujeto revolucionario subyace ante el poder capitalista, que es alto. La capitalesía, por ser falsa no sólo se oprime a sí misma y al proletariado sino que también oprime al resto de la naturaleza y a la Tierra que la circundan. Por ende, ese resto de la naturaleza se siente mal por causa de la opresión capitalista, y quiere su fin, para sentirse bien. No se lo puede convocar a la acción revolucionaria, pero acompaña y alegra la vida del proletariado durante la lucha. El proletariado no es una clase fija del todo: es la clase que se atarea en pro de le, es decir, en pro de ello, en pro de lo que es a su alrededor, en especial de sus hijos, pero no sólo de ellos. El propietariado es la clase que se atarea en pro de la piedad, es decir, del culto de los dioses. Entonces, son clases con cierta regularidad pero con cambios constantes también. Cuando los propietarios se atarean en pro de le son proletarios, y viceversa. Por eso una parte importante de la política capitalista es la de educar religiosamente al proletariado. Para eso es el populismo, el ser de la doctrina pía para el pueblo, del bajo clero y sus agregados -el empresariado mediano y pequeño, la administración pública, cierto profesionalismo, la policía y el ejército bajo, el proletariado y el campesinado creyentes, etc.-, que es contraxial y confuso porque mezcla líneas propias con líneas prole, pero que esencialmente es capitalista. Por eso alientan a las formas de la religiosidad popular, y toleran a los misticismos -contradictoriamente según las circunstancias-, a los que prefieren por sobre el ateísmo, el anarquismo, el socialismo, el comunismo y el naturismo. No obstante, también es cierto que el populismo es ejercido por ateos y demás a la izquierda, que están subordinados confusamente en él, a menudo bajo identidades prostitutas. El populismo oscila según los vaivenes de la lucha de clases y de la conciencia humana, igual que el privatismo y las demás ideologías, pero tiene el objetivo específico de conceder, contener y convertir en pío al proletariado, aunque no bajo la propiedad privada sino bajo la pública. En eso, es indirectamente funcional al privatismo, que se desharía sin la piedad. En otras cosas chocan. Por eso el populismo es hegemónico luego de las insurrecciones: la capitalesía apela entonces a él para mantenerse y evitar el socialismo. También por eso es cercano a la socialdemocracia y, aunque menos, al socialismo, y tiene diálogo con todas las ideologías. Se lo puede terminar haciendo conciente a la humanidad de lo que es, de que los dioses son falsos y de que por eso se debe hacer el socialismo. El populismo es malo, pero peor es el privatismo, que es el ser privado, apartado, del común de la gente: el alto clero, las finanzas, la cúpula del ejército, el gran capital productivo, los dueños de los medios de comunicación, etc. El populismo es el capital público, de propiedad pública, y el privatismo el privado, de propiedad privada.

Lo que hace a la lucha de clases es la puja entre la verdad y la falsedad -a la que subyace la contracción entre el goce y el dolor-, es decir, que es una lucha para que la acción se haga según la certeza o la fe -falso es izar la fe, y la falsa conciencia es la conciencia que iza la fe-. La certeza, por ser verdadera, hace sentir bien, mientras que la falsedad hace sentir mal -por eso explota-. La lucha prole es para sentirse bien, y por eso la hace la naturaleza común, y entre humanos, la de la gente simple. Es contraria a las complicaciones. Pero eso cuando la gente es verdadera. Cuando la gente es falsa, sea proletaria o propietaria, es antirrevolucionaria, y viceversa.