El pueblo argentino busca salir de su crisis con un liberalismo extremo que la agravaría. Ya antes la causó al convalidar una toma de deuda fraudulenta y reclamar para que se la pague, sin aceptar sus consecuencias, esto como culminación de una historia larga e internacional. El país entra en una fase de autodestrucción mayor a la previa, en que el remedio presunto para su enfermedad le sumará daño. Por un lado, no se asume bien que la ley suprema es liberal, por lo que se le achaca a la socialdemocracia presidencial más culpa de la que tiene por los males de su mandato, y se confía en que con un liberalismo extremo se resolverá la miseria nacional, o sea, que se busca implementar más medidas lesivas, con lo que el tratamiento sería contraproducente, de lo que la sociedad sufriría más y sin concientizarse sobre las verdaderas causas de sus males, como lo son la operatoria militante clandestina que está detrás de la corrupción jurídica y la negligencia crédica, que aumenta la tasa de explotación porque enaltece demasiado a la ética del sacrificio. Un indicador de la falta de conciencia social es que se piensa poco en que la pobreza actual depende del excedido enriquecimiento oligopólico: uno causa a la otra, y ambos responden a cómo se concibe la historia, en el país y en el resto del mundo, lo cual, como se plasma en las leyes supremas, es sostenido por los ejércitos.
La conciencia social obedece bastante al periodismo, así que su actividad es definitoria.