Si la felicidad se define por el beber -la palabra latina de la que deriva, "felare", viene de la idea de mamar-, tampoco es un valor bueno en sí mismo, sino que puede serlo o no según cómo sea. La felicidad se asocia a la fertilidad y la fecundidad, consecuencias de la ingesta de líquido pero no la ingesta misma, que es nociva o benéfica de acuerdo al modo que adopte y a las condiciones del cuerpo que la haga. Felar, en sí, tampoco es tragar líquido, sino chupar. Se suele definir a la felación como al coito sexual por boca de mujer a varón, pero, en verdad, ese tipo de coito no es una felación cualquiera, sino una de carácter sexual. Cf. DECEL y el NDELE, de Santiago Segura Munguía, ob. cit.
Hoy en día, la acepción antigua del beber está en desuso, se piensa que la felicidad es un estado de dicha, pero se la define de manera ficticia porque no se lo hace con una palabra adecuada, ya que es posible rastrear la historia del término hasta ese origen, diferente del significado actual. Es un trastorno semiótico, que hace trabajosa la comprensión de esta palabra.
Con la dicha ocurre parecido, porque proviene del dictado: los latinos creían que el destino le dictaba el buen pasar a algunos hombres al nacer, y a partir de eso se definió a la dicha como buenaventura, pero el destino no dicta el futuro ni la dicha es buena en sí.