Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 6 de agosto de 2019

En defensa de los curas pedófilos

Hay algo en lo que disiento respecto de la condena que se les hace a los curas pedófilos. No es que acuerde con la acometida de relaciones sexuales con menores por parte de clérigos, ni con el manejo conexo a ellas, sino que encuentro que la reprobación que se les hace no asume del todo bien la cuestión amatoria en contexto eclesiástico, que está influida por los vicios sociales en lo atinente a la asunción verdadera de la realidad libidinal, que en las iglesias se exaspera por su carácter privado y por la agudización de la prédica mitológica, que hace a los impedimentos para aceptar las verdades que contradicen a los dogmas sagrados. La pedofilia sacerdotal es un delito que debe ser sancionado y erradicado, pero la condena a los culpables no basta para terminarla, porque mantiene a las causas que le dan impulso. Sentir amor por los semejantes es algo natural. No podemos evitarlo, así como a veces no podemos evitar el deseo sexual al enamorarnos, por lo que, dentro de las iglesias, se tienen ansias sexuales reprimidas, encausadas de distintas maneras, con la sublimación, y supongo que con la masturbación, pero a veces también mediante la transgresión de la abstinencia a fornicar en relación de contacto mutuo. Es un problema individual que está condicionado socialmente, en especial por el modo social de entender a la sexualidad y a las pasiones. Las y los menores puede que hayan seducido a las y los sacerdotes, ya que la seducción es normal entre seres que se aman. Aunque se trate de un amor perverso grave, los sentimientos libidinales existen y sus detentadores tienen el anhelo de plasmarlos sexualmente, a lo que no pueden sublimar siempre bien, cosa que además está condicionada por tabúes y condenas, que se exacerban en las iglesias y más aún entre sus autoridades, por lo que, cuando las y los sacerdotes se enamoran de menores sin poder vencer su deseo sexual, que se les confunde con sus otros deseos amatorios, tienen que establecer relaciones secretas y disimuladas, sin poder expresarse libremente, más bien al contrario, entre temores por la posibilidad de castigos severos, que pesan sobre sus conciencias de forma permanente mientras que pasan los días, durante los cuales conviven con sus amadas y amados en relaciones sugestivas y maltrechas. Eso no justifica las manipulaciones, sino que las explica, y darle una respuesta suficiente es necesario para enfrentar bien al problema, que es el único modo de resolverlo como se debe. Optar por la condena es una solución provisoria, que puede servir a las víctimas, quizás no todo lo esperado, pero puede ser algo injusto y no es una solución de fondo.