sábado, 1 de junio de 2024

De la ley humana y la supuesta ley de Dios en la dictadura argentina del ´76

 La humanidad tiene ley gubernamental y ley teológica, que se cree que es superior a la del gobierno, por lo que los hombres violaron la del gobierno siguiendo principios tenidos por mayores. Cuando la ley de gobierno entra en conflicto con la moral religiosa, se puede seguir la religiosa, y la del gobierno internacional es poco buena. Así fue como el presidente del gobierno argentino Jorge Rafael Videla justificó sus delitos, en su civilización occidental y cristiana, sin explicitar que defendió a un empresariado, concebir al terrorismo benigno ni reconocer el propio. Acusó al ajeno, que fue macabro pero mucho menor, y justificó al suyo, que fue tanto más grave. Eso es un ejemplo de macrohomicidio algo motivado por creencias divinas, pero hubo muchos, como en las guerras declaradas por motivos religiosos, y las justificaciones para la guerra también son de otras índoles. La creencia teológica se compone con la creencia política, la económica y sus demás tipos, y se la sigue, se legitima la conducta propia con un discurso honesto y procede, hasta que se decide terminar tal obra y juzgarla, a lo cual se hace con ideologías. Entonces, hace falta que la humanidad critique bien su creencia, para que no se pierda por la mala intuición.

 Tampoco es que toda guerra sea reprobable. Alguna es imprescindible para vivir y otra para liberarse bien, pero entonces se le debe dar una forma precisa, que sea la menor posible para obtener esos logros. En sí, ni siquiera hace falta el belicismo para hacer la guerra, ya que la hay sin disparos, un nivel muy incipiente de la guerra, como la de las peleas cotidianas, que se encuadran en el concepto del desorden de pugna, pero sus acepciones principales son las del enfrentamiento entre ejércitos grandes con ametralladoras y armas más complejas. Antes lo fueron las de rifle, revólver, cañón, espadas, lanzas, arcos flechados y cuchillos, entre otras tantas como los punzones, las piedras y los vehículos militares terrestres, marinos y aéreos. A las otras especies vivientes la humanidad también les hace la guerra, no siempre bien, porque hay una matanza innecesaria de seres no humanos hecha para beneficiar a la humanidad, que en cierta medida responde a la mala locura humana, que elabora sus bienes de alguna mala forma para pelearse por estupideces, vanidades de egolatría perversa e ideas inadecuadas que se cree que son buenas.

 La junta militar argentina del ´76, conformada por aquél Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti, al asumir la presidencia del gobierno de este país juró por el dios cristiano y la Biblia, nombrados como señor suyo y evangelios santos, con lo que sus actos quedaron justificados, de mal modo, bajo ese amparo. Una parte del pueblo argentino los apoyó sin saber del plan de exterminio que iban a realizar. Había algún consenso nacional para combatir a la guerrilla, pero no homogéneo respecto al modo, y menos aún lo hubo para masacrar a socialistas pacíficos, que buscaban subvertir el orden pero de forma sufragante, ni a reformistas moderados, que militaban por conquistas obreras dentro del marco liberal constituido.

 Hay un debate sobre si cabe bien o no calificar de "excesos" a las atrocidades cometidas por esta dictadura. La postura de izquierda suele ser que no fueron excesos, como una canción que dice: "No hubo errores, no hubo excesos; son todos asesinos los milicos del proceso", pero en verdad sí fueron excesos, aunque de los más terribles de la historia humana. El tema es qué se entiende por norma y qué por exceso para el caso, porque hay distintas definiciones para cada cual y la cuestión es discutida usando las mismas palabras pero en acepciones distintas.

 El apoyo social a la dictadura también está algo mal comprendido, porque alguna de la gente que la apoyó no sabía de la represión que iba a realizar, pensaron que sería como en las dictaduras previas, o un poco peor por la guerrilla, pero no se imaginaron que sería tan cruel, y el periodismo no les permitió saberlo hasta que se oyeron las voces de las familiares de las víctimas. Es el caso, por ejemplo, de los intendentes de la UCR durante esta dictadura, de quienes se dijo que debieran haber renunciado sin percatarse de que no supieron de la represión clandestina, o accedieron a rumores y datos particulares poco y nada confirmados, bastante hasta que hubo culminado su fase principal, pero también el de Luis Enrique Garat, un presidente de la Junta Nacional de Carnes en ese entonces, que supo de las desapariciones en masa mucho después de iniciadas, o sea, que hasta a una autoridad alta de la burguesía argentina le fue ocultada la represión del gobierno. Luego, cuando este Videla estuvo preso y se hubo esclarecido el exterminio político, este Luis Garat lo visitó a este Videla en su celda de Campo de Mayo, con algún reproche de por medio al menos velado, por haberle ocultado esa realidad, a la cual conoció un poco desde la primera parte de ese gobierno porque la sufrió una de sus sobrinas constituidas, Ana Norzagaray, quien fue secuestrada por unos días y torturada en aquellos años por alojar a la hermana legal de una montonera, esto dicho según el patrón de lazos familiares más estipulado por las naciones.

 Un tema aparte es el de la cifra de asesinados por este gobierno. La derecha reconoce cerca de 7 mil, de acuerdo al padrón que se realizó durante el kirchnerismo y el recuento de indemnizaciones por este terrorismo de estado, mientras que la izquierda proyecta 30 mil según el dato de 22 mil, para mediados del ´78, consignado en el "informe Arancibia", para lo cual hay que suponer que el Batallón 601 de Inteligencia del Ejército hubo hecho bien la cuenta, lo cual no es del todo seguro. Entonces, se debe investigar más el asunto. La derecha calcula a las víctimas de la guerrilla en hasta cerca de mil, es decir, que la razón estimada de muertes, si esa cifra es adecuada, estaría por entre 1 a 7 y 1 a 30. Otro tema es que ese batallón operó en un edificio de Callao y Viamonte porque no pudo alquilar en otro de Callao y Corrientes, debido a que Luis Norzagaray, mi abuelo legal materno, quien dirigía la empresa que regenteaba ese inmueble (donde estuvo una sede de la UCR y otra de la LADH), se lo negara, por lo cual le mandaron un plato con el emblema del batallón para intimidarlo, meses o años antes de que unos militares allanaran y saquearan su domicilio al secuestrar a su hija legal Ana.

Cf. "En Argentina no hay justicia, sino venganza, que es otra cosa bien distinta", entrevista a J. R. Videla realizada por Ricardo Angoso para la revista Cambio 16 y publicada el 12 de febrero de 2012; entrada "Víctimas de las organizaciones guerrilleras en Argentina en la década de 1970" de Wikipedia.