Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Fe, piedad y modos de producción

El vocablo “fe” viene del latín fídēs, derivado de fīdō, los que a su vez provienen de los vocablos griegos pístis, cuya grafía original es πίϭτις, y peíthō. El término griego más cercano a peíthō que encontré es el de πείσομαι, que remite a πάϭχω y a πείϑω. El último de esos dos se refiere a significados habituales relativos a la fe, como son el convencimiento, la persuación, la seducción, el consejo, la confianza y la creencia, y a otros, menos usuales, como el engaño, el soborno y sucumbir. El primero, πάϭχω, quiere decir “sufrir”, “padecer” y “afectarse”.

¿Porqué la fe tiene esa ambivalencia, es decir, ese sentido, supuestamente positivo, relativo a la confianza, a la vez que los negativos de sufrir y padecer? El diccionario de la Enciclopedia Salvat define en general a la fe como la confianza o el buen concepto que se tiene de algo, el crédito que se les da a las cosas por la autoridad del que las dice o por su fama pública, como una palabra o una promesa dada y como la seguridad o aseveración de que una cosa es cierta. En particular, para su acepción religiosa, señala que para el cristianismo es una adhesión personal, gozosa y libre del creyente, a la palabra de dios, “a la verdad revelada por Dios a los hombres para enseñarles el camino de la salvación”. Y prosigue: “es, con la esperanza y la caridad, una de las tres virtudes teologales, y un misterio que sólo se explica por el Amor inconmensurable de Dios; obsequio gratuito de Dios al hombre, la fe exige de éste una respuesta de fidelidad a Dios y a su Palabra. Tener fe es afirmar y vivir humildemente la realidad de Dios, proclamar y manifestar, por medio del acto de fe y de una vida de fe, que Dios existe, se preocupa de nosotros, nos habla y está presente entre nosotros. La fe implica, pues, un encuentro y un diálogo entre Dios y el hombre, en cuanto que Aquél respeta la libertad de éste en cuanto ser racional; no hay oposición entre fe y razón, porque la fe del cristiano se basa en unos motivos de credibilidad racionales a partir de la presencia real de Dios en la historia de los hombres; la plenitud de la fe no choca con la razón humana, sino que la ilumina, la eleva y la integra en una perspectiva más rica: el designio de salvación de Dios”. Por extensión, ese diccionario la define en relación con la religión que fuese.

En ese pasaje se pueden apreciar varias cosas. Por un lado, que no se señala que la fe es incierta, o sea, que las cosas en las que se confía puede que no sean lo que parecen ser, lo que es importante porque la humanidad, para decidir qué hacer, tiene que saber con certeza qué es aquello a lo que operará con su práctica, además de lo que quiere hacer, y que las consecuencias de sus actos no serán malas de una manera tal que sea mejor no hacerlos. La humanidad, cuando se lleva por la fe, se autoriza a sí misma a hacer cosas sin saber que lo que vaya a hacer sea bueno, nada más confía en que así será, y por eso es que a veces sus actos causan pena. Manejarse según creencias causa incontinencia, ya que la gente, en vez que detenerse a pensar y a debatir qué hacer hasta saber cómo hacerlo y que será bueno, se lanza a actuar directamente, sin haber evaluado bien sus propósitos y circunstancias. En segundo lugar, esa definición da por cierto que dios existe por sí mismo, como un ser exterior a la imaginación humana, y las demás cosas que se le adjudican, como haber creado el universo, dar la palabra a la humanidad, y demás, aparte de componer en falso a la fe con la razón. Desde una perspectiva racionalista consecuente no se puede afirmar la existencia de dios por sí mismo, sino que hay que concluir que es una creencia humana que no puede ser demostrada, ya que los creyentes lo suponen ubicado por fuera del universo, adonde no se puede ir para comprobar que no está. Es una argucia retórica hecha por los teólogos para evadirse de reconocer que sostienen una falsedad. Antes decían que el infierno estaba en el centro de la Tierra, lo que fue refutado por la geología sin que los eclesiásticos todavía lo admitan. En tercer lugar, la define como un misterio, es decir, como un mito. Ambas palabras tienen la misma raíz griega, relativa a la mística, y son mentiras, tanto los mitos como los misterios. En cuarto lugar, es una definición que da lugar a formas de locura no reconocidas como el hecho de pensar que dios nos habla, con ese conjunto de diálogos fantásticos que los creyentes hacen con sus dioses imaginados, o que está entre nosotros, entre otras supersticiones. En conjunto, esas creencias falsean a la humanidad, que mezcla actos que responden a esas falsedades con otros sí referidos a las verdades: pero esa mezcla, por tener falsedades, dificulta ordenarnos para vivir felizmente, y no permite reconocer a nuestros deseos cuando son contrarios a las doctrinas fieles, por lo que causa su represión.

La piedad, del latín pĭĕtās, viene del osco piíhiúi y del umbro pihar. La Enciclopedia Salvat la define como una disposición religiosa del espíritu que predispone al culto divino, un amor entrañable a los padres y objetos venerados y como lástima, misericordia y conmiseración. En cambio, el diccionario de latín de Segura Munguía la define como el conocimiento y cumplimiento de los deberes para con los dioses, la patria, los padres, los hijos, etc. La falsedad de esta cuestión radica en que quienes definen cuáles son esos deberes son los sacerdotes, apelando a una supuesta voluntad de los dioses que en realidad es inventada por ellos mismos. Así, justifican sus arbitrios en seres imaginarios y mandan a obedecer al común de la gente en base a sus designios. No es que los sacerdotes sean concientes de hacer esa manipulación: ellos creen que obedecen a las disposiciones de los dioses, pero no es así. De esta manera, la noción suprema con que se ordenan las sociedades, es falsa, por lo que las sociedades se ordenan mal. Cabe mencionar que los mandatos píos se expanden por todos los restantes órdenes de la vida social, sean económicos, políticos, jurídicos, sanitarios, educativos, culturales y demás, aunque son contrariados por las restantes concepciones del mundo, que pueden ser de religiones menores, o científicas, lo que tampoco es garantía de que sean verdaderas, es decir, que el cientificismo crea una vía para la verdad y el bien, pero debe ser cumplido bien para lograrlos. El asunto se complica porque las religiones adoptan los conceptos científicos, pero falsamente, lo que confunde a la humanidad y le dificulta saber qué hacer. En ocasiones, hacen suponer que el bien es aquello que cumple con sus doctrinas.

Los modos de producción son las maneras en que las sociedades se conducen a sí mismas. El concepto central de “producción” es el latino dūcō, que quiere decir “conducir”, “guiar” o “llevar”. La educación es un derivado de él. Entonces, los modos de producción son regímenes que ordenan en general a toda la sociedad. El esclavismo, el feudalismo y el capitalismo son definidos por el carácter de su economía, pero son modelos que regulan a las sociedades en general, no sólo en materia económica, aunque subsumen a los restantes ámbitos sociales a la economía, en una relación histórica, es decir, en la que los elementos de cada espacio interactúan según lo hacen de hecho, aunque con algún orden, en que, a la vez que prima la Tierra y la naturaleza, y luego la economía, las prácticas humanas responden a la piedad y a sus demás determinaciones, sean políticas, culturales o las que fueren. El hecho de que las sociedades se ordenen a sí mismas supone que existen por naturaleza, es decir, que existen porque sus integrantes nacen, lo que depende de la Tierra y es consecuencia de la evolución de sus especies. Entonces, al ser el capitalismo el sistema que se basa en la acumulación de capital, es decir, en la acumulación de valor abstracto, es preciso entender porqué la acumulación de valor es reproducida por los capitalistas, y para eso sirve recordar que los capitalistas son seres piadosos en general. La piedad es un sistema transmodal, o sea, que atravesó a los distintos modos de producción, incluso a los primitivos, que tenían sus creencias, ya que la humanidad, hasta ahora, se regimenta en general desde los mandatos emanados de las instituciones que se supone representan a los dioses, las que muchas veces incorporan verdades científicas, cuando pueden adaptarlas a sus doctrinas. “Docto”, del que derivan “doctor” y “doctrina”, también viene de dūcō.

Resta entender la relación entre la piedad y las prácticas de los capitalistas, que fue señalada por Max Weber, pero que al parecer también está en las obras inéditas de Marx. Hay la intuición de esto en la expresión “religión de la mercancía”, más explícita en algunos comentarios de Gramsci, aparte de en los estudios de Foucault, a los que hay que analizar para no dejarse llevar por sus errores.


Lecturas

Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1989; “«Omnes et singulatim»: hacia una crítica de la razón política”, en ¿Qué es la ilustración?, Madrid, Ediciones La Piqueta, 1996.

Antonio Gramsci, Antología, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2010.

Enciclopedia Salvat. Diccionario, Barcelona, Salvat Editores, 1972, vocablos citados.

José M. Pabón S. de Urbina, Diccionario manual “Griego clásico-Español”, Barcelona, Vox, 2007, vigésima edición, vocablos citados.

Santiago Segura Munguía, Nuevo diccionario etimológico “Latín-Español” y de las voces derivadas, Bilbao, Universidad de Deusto, 2006, tercera edición, vocablos citados.


Anexos

1. “Docilidad” y “disciplina” también proceden de dūcō, por lo que hay que distinguir a la educación buena de la mala, ya que al no hacérselo se cae en una lucha contra la disciplina en sí misma, como les pasa a veces a los anarquistas, lo que no corresponde porque la disciplina buena es necesaria para la calidad de la vida humana.

2. Puede ser que la piedad y el fideísmo tengan una misma raíz etimológica, ya que son términos de resonancia similar.

3. Habrá que investigar, en un diálogo crítico con la tesis de La ética protestante y el espíritu del capitalismo, porqué los capitalistas acumulan capital, a diferencia de los proletarios, que también suelen ser creyentes. Tal vez la cuestión radique en que la piedad proletaria, de la religiosidad popular, propugna el ascetismo de bienes materiales, mientras que la piedad del clero alto, como la masonería, faculta a la acumulación, eso aparte de la opresión de la clase dominante, que expulsa hacia abajo a quienes no forman parte de ella, históricamente, es decir, con excepciones y variantes. Es preciso recordar que la masonería fue un aglutinante muy importante de los burgueses revolucionarios en contra del absolutismo monárquico, tanto en Europa como en América. No obstante, no habría que exagerar la incidencia religiosa en el afán de lucro, ya que depende de la ambición empresarial, que tiene causas históricas más allá de las pías.

4. La etimología también es una ciencia sujeta a pujas. Para este caso, el diccionario etimológico con el que trabajo fue editado por la Universidad de Deusto, que pertenece a la Compañía de Jesús, los jesuitas, por lo que responde a esa concepción. De allí que no haya en él, más que marginalmente, definiciones contrarias a la fe.

5. El materialismo histórico confundió la determinación material con la económica, porque la economía es una práctica más básica que la espiritualidad, lo que redundó en el planteo economicista, que supone que la práctica humana está deteminada más por la economía que por la ideología; pero ese planteo es inexacto. Ciertamente, la materia es anterior al pensamiento, que también es material porque se realiza a través de las sinapsis neuronales, que involucran a las dendritas y a la transmisión de los impulsos nerviosos, que responden a la interacción humana con su ambiente, y también la nutrición es previa al pensar, lo mismo que la economía es precondición para la espiritualidad. No obstante, la práctica humana es determinada por la conceptualización. Los actos animales más primarios respondieron a las determinaciones instintivas, pero, una vez realizados, a partir de la creación evolutiva de los cerebros, los animales comenzamos a conducirnos mediante nuestras ideas. Por eso es que reconocer a las ideas como determinantes de la práctica es materialista también. De allí que postular que el sistema vigente no es el capitalismo, sino el pietismo capitalista, es materialista, porque concibe al pietismo como un factor material y porque entiende que su conceptualización contiene y condujo al capitalismo. El capitalismo, entendido así, es el modo de acumulación de la fase conceptiva actual, que es pía.