Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 7 de agosto de 2014

De la condena a Callejeros y el automovilismo

Más allá de que hayan sido liberados, la condena judicial al grupo rockero Callejeros da cuenta de la lógica católica de la justicia del Estado argentino. Es la de la idea del castigo ejemplar, que supone que al penarse severamente a una conducta dañina el resto de la gente se precaverá de repetirla por temor a recibir una condena equivalente. Es decir que se intenta evitar daños a través de engendrar temor entre quienes pudieran cometerlos, para que se contengan. Pero así no se resuelve.

El incendio de Cromagñón se debió a un accidente causado por muchas cosas, como ser la desidia de los funcionarios del estado porteño, que deben prevenir este tipo de cuestiones -pero que no podrían hacerlo, aunque quisieran, dados el tamaño y la densidad poblacional de la ciudad de Buenos Aires-, la precariedad del boliche y la actitud de reviente de la cultura rockera, que celebra y se presta a los accidentes comúnmente, cuando no terminan tan mal como en este caso. Es decir que entre el tipo de vida urbana, la presión capitalista y el colapso gubernamental se causan cosas como esta, que ya se repitieron varias veces, muchísimas en realidad, si contamos los accidentes automovilísticos, de los que ni los gobiernos, ni las iglesias, ni los medios de comunicación, ni los empresarios se hacen cargo. Por accidentes de automóviles ya murió tanta gente que es una de las primeras causas de muerte de humanos en el mundo, y eso sin contar a los obreros que murieron o se lesionaron en su producción y transporte, y sin contar a los pobladores reprimidos de los lugares en que se extraen las materias primas que se requieren para fabricarlos, ni a las restantes especies vivas que fueron perjudicadas. Al igual que las molestias, que no lesionan siempre pero que a veces lo hacen, y que degradan la calidad de vida, lo mismo que la atención que requieren los automóviles para funcionar -arreglos, guardias, pago de tasas, garajes, carga de combustible, la construcción de la infraestructura, etc., y sus derivados: buena parte de las industrias metalmecánica y petroquímica, etc.-. Y aún así el automovilismo no es tan malo como el armamentismo, del que proviene.

A los Callejeros no se debe condenarlos. Sí se debe hacer un debate social sobre las causas que llevaron al incendio y que concluya en la necesidad de terminar el reviente de la cultura rockera, que es consustancial a la explotación capitalista. Para que accidentes como el de Cromagñón no se repitan se debe terminar la explotación capitalista, pero hasta tanto no se lo haya hecho bien valdrá aprender de la experiencia y buscar formas de entretenerse que no sean riesgosas. Pero la barbarie es tanta que no se lo logrará así nomás.