Más que por sus dioses, como Tyr y Marte, la guerra se define por la pelea, es una pelea grande, en proporción social, que hace el ruido tremendo de la palabra que la nombra. Desde que caminamos la hicimos con palos y piedras, poco usados antes, en enfrentamientos tribales y de clanes. La guerra metálica es muy reciente en la historia humana, y más la de pólvora y los demás explosivos, como los nucleares. Los dioses de la guerra son creaciones humanas para explicarla, pero con ellos no la decimos tal cual es, porque la parábola deificada nos aparta de su realidad, nos complica el pensamiento, al tener que manejar dos registros a la vez, el de la guerra y el de los dioses, y nos pierde, porque sin un balance verdadero del pasado no se puede acordar bien las cosas. El ruido de la guerra cambió mucho desde la metalurgia, y siguió haciéndolo hasta hoy. Es gruñiente y prosigue al gruñido, con sofisticaciones hasta megalómanas. Además, el periodismo repite el dislate teológico con interpretaciones algo aparentes, que dependen de la adscripción política de los reporteros, quienes tienen fe religiosa y afinidad partidaria, con las que trabajan, pero también de su confrontación con los hechos que narran, lo que le pasa distinto a historiadores especialistas y a quien sea que la trate. Que se explique bien la guerra será necesario para curar sus traumas. La deificación interviene en la guerra porque causa enemistad crédica, que la desata con sus otras causas, y ocurre mediante juicios políticos y morales sobre la conducta ajena que se fundamentan en relatos sagrados. Entonces, hace falta honrarla. Los relatos crédicos son muy importantes para la interpretación de los hechos, por lo que deben ser muy veraces para que la sociedad sea bien dichosa.
La tiranía, por ser bélica, se emparenta con Tyr y con Marte, a quienes se representó con espada, un arma posterior al martillo largo. Conlleva una subyugación política extrema. Si viene de "tíwaz" en el sentido de "dios", o de "señor", le falta referirse a su maldad, ya que ni la deificación ni el señorío son malos en sí mismos, aunque hasta ahora lo fueran bastante.
La palabra "tiranía" es de composición dudosa, porque no se conoce bien su significado originario: a "tirano" se lo traduce como amo y señor, o como autoridad absoluta y poderoso muy autoritario, sin que se hallara un término que se le adecúe, salvo el del dios nórdico de la guerra Tyr, cuya relación semántica con la idea de la tiranía es hipotética aunque tiene sentido porque los tiranos suelen ser muy combativos, pero la palabra tiene una serie de acepciones que no se refieren a los gobernantes políticos sino a cualquier tipo de autoridad, con lo que el alcance del concepto se amplia a todo el cuerpo social humano.
Cf. "guerra", "tirano" y "marcial" en DECEL, y "Tyr" en Wikipedia.