Tampoco satisface el uso del término “lesbiana” para las mujeres que aman a mujeres, porque remite a la isla de Lesbos, que sólo por circunstancias históricas fue lugar para el amor entre ellas. Lo mismo ocurre con el término “gay”, que quiere decir “gayo”, sinónimo de alegre, o animoso. Tal vez “gay” sea la traducción de “joy”, en inglés, del “joie” francés y de “joia” en brasileño. Y quizás sea la “joda” castellana. Es decir que hay gays que son varones que aman a mujeres, y mujeres que aman a varones. También hay que tener en cuenta que no hay que hacer un imperativo de la alegría y que la tristeza es parte de la vida.
El uso de palabras de psiquiatría tipologizante, como “homosexual”, “heterosexual” y “bisexual”, etc., tampoco satisface, no sólo por ser términos de la psiquiatría capitalista sino porque apuntan a fijar nominalmente al deseo sexual, que fluye y varía, sino siempre a veces.
Además, cuando la gente se sexúa, no le importa clasificar su especie de amor, sino amar, y no a un subtipo humano sino a alguien o a algunos en particular.
Lo importante es reconocer los amores en concreto de las personas, que son concretos, a tales y a cuales, en variación más o menos constante, y no según las reglas de las tipologías.
Muchas veces la definición de una orientación sexual no es sincera, sino que es forzada por quienes componen el paradigma de la diversidad, y termina impidiendo a los amores que no se corresponden con ella.
Otra cuestión a discutir es esa noción de transexualismo que lo supone ligado a la operación de cambio de sexo, ya que si no se presume que la persona es transgénero. Esa definición del transexualismo es cercenadora, es decir, falsa por incompleta. No es preciso operarse para ser transexual. Y más aún, el transexualismo es una forma que todavía no es simple de llamar a la sexualidad. Darle un carácter especial a la ropa que se usa y a las maneras de comportarse es una simbolización, parecida al fetichismo pero sin credo.
Anexos
1. Un problema serio que tiene el paradigma de la diversidad sexual es haber aceptado el mote de “putos”, que es una identidad falsa, impuesta por el capital para subordinar en pro de las instituciones a quienes quieren libertad sexual. Tienen que reconocer esto y reemplazar a esa identidad por una verdadera.
Otro problema serio es que no todos sus miembros reconocen que la libertad, sexual o de la índole que fuere, requiere del comunismo.
Habrá que investigar qué relación etimológica hay entre la diversidad y la perversión. La relación puede que esté en que la diversidad, al conformarse en reunir distintas versiones de la realidad, como son las de los colectivos sexuales, en algo se desentiende de la verdad, y por eso es perversa cuando lo es. Las versiones pueden ser buenas o malas según sean. La perversión es de las versiones malas.
También es un problema la tendencia al sexismo.
2. En la edad media, los gays eran los trovadores y los poetas, no porque fueran homosexuales sino por su carácter festivo. Al menos así lo sugirió Nydia Grotta en la nota 14 del cuento “El Cristo de la calavera” publicado en las Leyendas de Gustavo Adolfo Becquer, editado por Losada en Buenos Aires y en 1981, libro aburrido por mojigato, nota en la que sostuvo que la gaya ciencia fue el conjunto de reglas para trovar o componer poesía de los cantautores provenzales y catalanes en los siglos XIII y XIV. Confirmé esta definición en la Enciclopedia Salvat.
3. La joda tal vez sea una manera de hablar del juego, por lo que los jodones serían los jugadores. Los bufones, llamados “jokers” en las cartas francesas, son los “joqueros”, o sea, los jocosos. Pero hay que recordar que no toda forma de jugar es buena. También que “game” suena parecido a gay.
4. El uso de categorías psiquiátricas para definir la orientación sexual es válido si es bien entendido, es decir, si se entiende que la orientación sexual designada por ellas es momentánea o, más bien, que dura lo que dura, lo que puede ser de mucho a poco tiempo, según sea.