Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Del paradigma de la diversidad sexual

Es de celebrarse que se haya aceptado cierta variedad sexual, aunque todavía hay a quienes le repugna, pero también hay que reconocer que muchos de sus defensores también reprimieron, o discriminaron, a la sexualidad así llamada “normal”, es decir, que marginaron a los considerados heterosexuales, lo que causó represión, y encima a veces para sacar ventaja en la competencia para obtener revuelques: una miseria espantosa. Quienes suscriben el paradigma de la diversidad sexual, según lo entienden las organizaciones lésbicas, gays, transexuales y demás, no siempre reconocen que la así llamada heterosexualidad es parte de aquella, y que entonces deben aceptarla y alentarla en tanto que una forma más de los amores. Es más, hay que decir que la clasificación de las sexualidades es insatisfactoria, ya que fuerza a las personas a definir una, o varias, orientaciones sexuales, que en realidad son precarias y que pueden ser fijas o cambiar, a veces y constantemente. Y además no son del todo verdaderas: así como a los “heterosexuales” no les atraen todas las personas del sexo opuesto, a los “homosexuales” tampoco les atraen todas las del mismo sexo. Ni tampoco así se tiene en cuenta a las sexualidades transespecistas, es decir, entre seres de distintas especies, sean animales o vegetales, o inertes. Más o menos lo mismo pasa con los amores transetáreos, con la sexualidad lejana -la paja- y con los sentires de quienes no están enamorados ni apetecen sexo, o sea que no hay que condenar a los que no tienen ganas ni a los reprimidos, los llamados “tapados”, sino dejarlos ser y ayudarlos, y también reconocer que todos somos y fuimos inapetentes y tapados en tal o cual aspecto, ya que los vaivenes del deseo y la opresión capitalista así lo causan.

Tampoco satisface el uso del término “lesbiana” para las mujeres que aman a mujeres, porque remite a la isla de Lesbos, que sólo por circunstancias históricas fue lugar para el amor entre ellas. Lo mismo ocurre con el término “gay”, que quiere decir “gayo”, sinónimo de alegre, o animoso. Tal vez “gay” sea la traducción de “joy”, en inglés, del “joie” francés y de “joia” en brasileño. Y quizás sea la “joda” castellana. Es decir que hay gays que son varones que aman a mujeres, y mujeres que aman a varones. También hay que tener en cuenta que no hay que hacer un imperativo de la alegría y que la tristeza es parte de la vida.

El uso de palabras de psiquiatría tipologizante, como “homosexual”, “heterosexual” y “bisexual”, etc., tampoco satisface, no sólo por ser términos de la psiquiatría capitalista sino porque apuntan a fijar nominalmente al deseo sexual, que fluye y varía, sino siempre a veces.

Además, cuando la gente se sexúa, no le importa clasificar su especie de amor, sino amar, y no a un subtipo humano sino a alguien o a algunos en particular.

Lo importante es reconocer los amores en concreto de las personas, que son concretos, a tales y a cuales, en variación más o menos constante, y no según las reglas de las tipologías.

Muchas veces la definición de una orientación sexual no es sincera, sino que es forzada por quienes componen el paradigma de la diversidad, y termina impidiendo a los amores que no se corresponden con ella.

Otra cuestión a discutir es esa noción de transexualismo que lo supone ligado a la operación de cambio de sexo, ya que si no se presume que la persona es transgénero. Esa definición del transexualismo es cercenadora, es decir, falsa por incompleta. No es preciso operarse para ser transexual. Y más aún, el transexualismo es una forma que todavía no es simple de llamar a la sexualidad. Darle un carácter especial a la ropa que se usa y a las maneras de comportarse es una simbolización, parecida al fetichismo pero sin credo.


Anexos

1. Un problema serio que tiene el paradigma de la diversidad sexual es haber aceptado el mote de “putos”, que es una identidad falsa, impuesta por el capital para subordinar en pro de las instituciones a quienes quieren libertad sexual. Tienen que reconocer esto y reemplazar a esa identidad por una verdadera.

Otro problema serio es que no todos sus miembros reconocen que la libertad, sexual o de la índole que fuere, requiere del comunismo.

Habrá que investigar qué relación etimológica hay entre la diversidad y la perversión. La relación puede que esté en que la diversidad, al conformarse en reunir distintas versiones de la realidad, como son las de los colectivos sexuales, en algo se desentiende de la verdad, y por eso es perversa cuando lo es. Las versiones pueden ser buenas o malas según sean. La perversión es de las versiones malas.

También es un problema la tendencia al sexismo.

2. En la edad media, los gays eran los trovadores y los poetas, no porque fueran homosexuales sino por su carácter festivo. Al menos así lo sugirió Nydia Grotta en la nota 14 del cuento “El Cristo de la calavera” publicado en las Leyendas de Gustavo Adolfo Becquer, editado por Losada en Buenos Aires y en 1981, libro aburrido por mojigato, nota en la que sostuvo que la gaya ciencia fue el conjunto de reglas para trovar o componer poesía de los cantautores provenzales y catalanes en los siglos XIII y XIV. Confirmé esta definición en la Enciclopedia Salvat.

3. La joda tal vez sea una manera de hablar del juego, por lo que los jodones serían los jugadores. Los bufones, llamados “jokers” en las cartas francesas, son los “joqueros”, o sea, los jocosos. Pero hay que recordar que no toda forma de jugar es buena. También que “game” suena parecido a gay.

4. El uso de categorías psiquiátricas para definir la orientación sexual es válido si es bien entendido, es decir, si se entiende que la orientación sexual designada por ellas es momentánea o, más bien, que dura lo que dura, lo que puede ser de mucho a poco tiempo, según sea.