Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 11 de noviembre de 2014

Lo que hay de legítimo en el machismo capitalista

No se alarmen las feministas por el título. Llegaremos a acordar.

Primero quiero diferenciar al machismo en sí, que es el ser de los machos, que a los machos nos es dado por la naturaleza -y por eso cuando se acusa al machismo se comete una herida indebida-, del machismo capitalista, que es el ser de los machos según les enseña a ser la cultura capitalista. Cuando las feministas critican al machismo se refieren al machismo capitalista -aunque hay brutalidades en el machismo común, que hay que eliminar-. A esto lo digo por haber quienes fuimos heridos por ese error en la categorización, ya que los machos somos machos, aunque no siempre machistas píos ni brutos, y entonces recibimos el insulto todos por igual, como si fuéramos todos iguales en todo, aunque no nos correspondiera. En eso las feministas se tienen que corregir. Los varones antipatriarcales somos machos también.

Luego, señalo que cuando los varones cometen las violencias del machismo capitalista es porque les enseñaron a hacer eso, es decir, que no se les enseña a comportarse bien, para amarse bien, sino a maltratarse, por causa de la falsedad de las piedades y de la brutalidad que no se corrige por culpa del capitalismo. Para gente así, mal enseñada, la sexualidad y el amor son cuestiones muy difíciles, ya que a la censura común que hay al respecto, que nos dificulta saber qué hacer del tema, se suma una maraña enorme de prejuicios y otros maltratos que hacen que el sexo y el amor sean a la vez cosas deseadas y objetos de repudio y represión. Pero los machos capitalistas, a la vez que se maltratan al respecto, sienten algunas veces deseo amoroso y sexual, al que muchas veces no saben plasmar bien en la práctica, y por eso sufren. De allí que no es del todo buena la política que busca perseguir y condenar a los machos capitalistas, porque no termina con el problema de base, que es el capital, por lo cual no resuelve el problema, y dificulta reducir las brutalidades. Es una respuesta acusadora y violenta, más dada a la venganza que a la solución. La manera buena para resolver el problema es hacer reconocer y terminar el capital, y enseñar las verdades que eduquen a la gente en las formas buenas del sexo y del amor, lo que no quita que en lo inmediato valga perseguir, inhibir, enjuiciar, detener y encarcelar a los hombres violentos, según sea lo que hayan hecho, aparte de que hay que esclarecerles la conciencia.

Por otro lado quiero señalar que las mujeres, incluso las feministas, muchas veces son capitalistas, o entran en ese maltrato, por lo cual cometen acciones equivalentes, a las que repudian cuando las hacen los varones, como son engañar, medir vergas, tratar a la gente de cornuda, prostituirse, confabular, reprimir a los malos, ostentar encuentros sexuales, hostigar a enamorados, serrucharles el piso a sus compañeros de oficina, etc. Vale lo mismo para varones y mujeres, y demás, la violencia que hay en ponerse en pareja, que excluye a los enamorados que no son parte de ella. Aunque se entiende que esto es por la opresión histórica, y se les celebra el amor, es una cosa que duele y que hay que superar.

Cuando se miden vergas, se comparan culos, o tetas, y las otras cosas de esas, hay algo en eso que es legítimo. Por eso a veces la gente lo disfruta. Pero también hay algo de injusto, y por eso se lo censura. Habrá que encontrar una solución que no sea la censura ni la exposición hiriente de las ideas sexuales, o sea, la charla sexual gozosa, que requiere de que se cumplan las condiciones de los charlantes, que hay que conocer, además de la justicia social, etc.


Anexo

La acusación al machismo en sí tiene origen en los prejuicios religiosos, que condenan a la animalidad en nombre de la fineza y que pretenden refinar a los humanos. Entonces, el pensamiento propio, propio en el sentido de pro pío, ataca al ser común de los machos para forzarlo a lo que llaman enaltecerse en la identidad sofisticada de varón, que vale en su acepción común pero que tiene el origen latino de “varo”, y tal vez el germano de “baro”, por “valeroso”, en esa noción de la hombría celebradora de la fuerza de los hombres que impusieron el orden humano, y de ciertos hombres por sobre otros, que sirvió también a unas mujeres y que oprimió a otras, imposición que en muchos casos podría haber sido reemplazada por un diálogo que lograra una convivencia pacífica, igual que hoy en día hay gente que glorifica a los guerreros. Pero más allá de este origen, el ataque propio al machismo supone que la gente educada superó su animalidad, que la animalidad es mala, bárbara o salvaje, y que a los machos hay que agredirnos para que nos comportemos refinadamente. Las propietarias no admiten estar equivocadas ni luchan por una buena enseñanza, o sea, por la enseñanza de la verdad, ya que toman por verdad a las falsedades de sus doctrinas propias. Las feministas socialistas, muchas veces por dejarse llevar por esta lógica, repitieron el ataque al machismo. Lo mismo les pasa cuando aceptan la identidad feminista, que es propia porque es refinada. A la maldad del machismo no hay que atacarla sino corregirla bien, pero para eso hay que terminar la explotación capitalista, que embrutece a la gente. En el capitalismo la gente no puede ser buena siempre, porque el capital es falso y falsea a las personas.

Segundo anexo

Para reducir la violencia doméstica hay que desactivar el mito de los cuernos, que condiciona falsamente a las relaciones de pareja, causando recelos, pena y violencia, inevitables en tanto rige el mito porque el deseo sexual se dirige a muchas personas. También hay que abolir la explotación laboral, que mantiene a los trabajadores al límite de la paciencia y les resta tiempo y fuerza para ayudar en las tareas domésticas, y también a la concepción judeocristiana del matrimonio y de la potestad de los hijos, que impide en mucho la crianza comunal.

Otra cosa, difícil de tratar pero que hay que hacerlo, es que en la persecución a la violencia machista hay cierto prejuicio contra los hombres acusados que lleva a que sus respuestas muy pocas veces sean tomadas en cuenta. Es verdad que los acusados muchas veces mienten para escudarse, pero también es cierto que puede que lo que dicen sea cierto, o que aunque no sea del todo cierto tenga algo de legitimidad, y si se lo desestima se comete una injusticia. Un problema es que por la ideología predominante hay parte de la legitimidad social que no es dicha, porque no se la tomaría en serio, lo que causa una falsedad que hace a la violencia.