El hecho de que cuando parte de la humanidad afronta el problema de la contaminación causada por los gases de emisión industrial lo hace mediante la apelación a la llamada energía renovable, o limpia, da cuenta de que todavía no asume en serio la cuestión. Si se quisiera reemplazar a toda la energía de combustión por paneles solares y aerogeneradores, que se sumarían a las turbinas hidroeléctricas, habría que extraer una cantidad enorme de metales y petróleo para fabricar los aparatos y el cableado, y las terminaciones de la red energética, lo que aparejaría un desplazamiento gigante de productos, mediante camiones, barcos y aviones, una explotación laboral inmensa, y también del consumo, ya que los usuarios de los equipos a combustión tendrían que proveerse de los nuevos aparatos y cambiar sus sistemas de provisión energética. Aparte, habría que destruir muchas instalaciones, como las estaciones de servicio que quedarían abandonadas, lo que causaría un montón de basura, y eso entre muchísimas otras cosas, como sería el rearmado de la legislación mundial, la comercialización, la enseñanza del funcionamiento de las máquinas, la adaptación de los aparatos y las pujas competitivas que habría. Es cierto que a gran parte de las instalaciones de la industria a combustión se las debe desarmar, pero eso no está contemplado en los planes de quienes proponen las llamadas energías renovables, y si lo estuviera sería insuficiente. Según los planes en vilo, las energías “limpias” se superpondrían a las actuales, lo que incrementaría aún más la contaminación, y ni aunque las segundas reemplazaran, total o parcialmente, a las primeras, se solucionaría el problema. Se acrecentaría así la contaminación de las ondas eléctricas y electromagnéticas, de las que ya hay mucho en las ciudades, que tienen consecuencias nocivas para la salud psíquica, corporal y social: causan nerviosismo, cáncer, insomnio, preocupaciones, un estilo de vida acelerado y dado a los ruidos fuertes, manías comunicativas, robos, oligopolios, etc., con sus consecuencias. La verdad es que la manera en que la clase capitalista trata el asunto es de una hipocresía y una deshonra espantosas. Cometen crímenes contra la Tierra, de lesa naturaleza y de lesa humanidad. También otros lesivos para la socialidad y la buena comunicación.
La solución, por más que lo nieguen, es la racionalización de la energía, y su uso según sea imprescindible.