Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Del mito de las energías renovables

El hecho de que cuando parte de la humanidad afronta el problema de la contaminación causada por los gases de emisión industrial lo hace mediante la apelación a la llamada energía renovable, o limpia, da cuenta de que todavía no asume en serio la cuestión. Si se quisiera reemplazar a toda la energía de combustión por paneles solares y aerogeneradores, que se sumarían a las turbinas hidroeléctricas, habría que extraer una cantidad enorme de metales y petróleo para fabricar los aparatos y el cableado, y las terminaciones de la red energética, lo que aparejaría un desplazamiento gigante de productos, mediante camiones, barcos y aviones, una explotación laboral inmensa, y también del consumo, ya que los usuarios de los equipos a combustión tendrían que proveerse de los nuevos aparatos y cambiar sus sistemas de provisión energética. Aparte, habría que destruir muchas instalaciones, como las estaciones de servicio que quedarían abandonadas, lo que causaría un montón de basura, y eso entre muchísimas otras cosas, como sería el rearmado de la legislación mundial, la comercialización, la enseñanza del funcionamiento de las máquinas, la adaptación de los aparatos y las pujas competitivas que habría. Es cierto que a gran parte de las instalaciones de la industria a combustión se las debe desarmar, pero eso no está contemplado en los planes de quienes proponen las llamadas energías renovables, y si lo estuviera sería insuficiente. Según los planes en vilo, las energías “limpias” se superpondrían a las actuales, lo que incrementaría aún más la contaminación, y ni aunque las segundas reemplazaran, total o parcialmente, a las primeras, se solucionaría el problema. Se acrecentaría así la contaminación de las ondas eléctricas y electromagnéticas, de las que ya hay mucho en las ciudades, que tienen consecuencias nocivas para la salud psíquica, corporal y social: causan nerviosismo, cáncer, insomnio, preocupaciones, un estilo de vida acelerado y dado a los ruidos fuertes, manías comunicativas, robos, oligopolios, etc., con sus consecuencias. La verdad es que la manera en que la clase capitalista trata el asunto es de una hipocresía y una deshonra espantosas. Cometen crímenes contra la Tierra, de lesa naturaleza y de lesa humanidad. También otros lesivos para la socialidad y la buena comunicación.

La solución, por más que lo nieguen, es la racionalización de la energía, y su uso según sea imprescindible.