Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 1 de febrero de 2016

De la hermenéutica, el objetivismo y el “cosismo”

La hermenéutica es teísta porque literalmente hermenéutica quiere decir “náutica de Hermes”. Como arte de la interpretación, es una disciplina que se basa en lo que los griegos antiguos pensaron que era la técnica que Hermes empleaba para navegar, para lo cual, en sus relatos, Hermes interpretaba las circunstancias climáticas y marinas, entre otras, y según esa comprensión dirigía su barco. Lo primero que tienen que hacer los hermenéuticos, para interpretar bien la realidad, es reconocer esta cuestión y que Hermes, en tanto que dios griego, no existió por sí mismo, aunque sí lo hizo como una figura en la imaginación y en las conversaciones de quienes lo pensamos. Luego, habría que hacer una crítica de la exégesis, o sea, de la hermenéutica teológica, para diferenciar lo que hay de verdad de lo que hay de mitos en los libros tomados por sagrados. Por último, habría que hacer una crítica de la hermenéutica moderna, que la reemplace por un interpretativismo objetivista, que sea materialista y pretenda que la comprensión sirva para que la humanidad se ordene justamente.

La subjetividad es contemplada por el objetivismo, ya que la psique es un objeto, del mismo modo que los objetos son conocidos por las conciencias, existan por sí mismos o no, o sea, que el objetivismo, en tanto que doctrina interpretativa, depende de la subjetividad humana, pero no así los objetos que nos rodean, que existen de por sí: no necesitan de que los reconozcamos para ser, aunque a veces sí precisan de nuestra ayuda para perpetuarse.

El objetivismo tiene el problema de que en sus términos es difícil reconocer a la subjetividad del investigador como materia de indagación, porque el objetivismo es la doctrina que prioriza a los seres que yacen ante el investigador, no dentro de él, porque el prefijo “ob” denota una contraposición entre los entes yacientes y el ser que los conoce. El materialismo elude este problema porque puede tomar a la subjetividad de los seres congnoscentes como tema de estudio sin dificultad, aunque tiene la contra de que su raíz etimológica remite a la maternidad, y tal vez a la tierra, en vez que a las cosas. Este asunto se origina en el veto, que supuestamente responde a las buenas costumbres lingüísticas, pero que en realidad obedece al interés fideísta por imponer sus tesis, hecho al “cosismo”, es decir, a la concepción que prioriza la comprensión racional de las cosas, sean objetos o sujetos. De allí que sea necesario permitir entender la realidad en los términos del cosismo, que es una relaboración, mejor definida, del materialismo; y mejor aún es la ontología, ya que es estilísticamente más correcta, al menos para los usos actuales.

Hubo argumentos capciosos contra el objetivismo, que tienen razones válidas, pero insuficientes. Uno es el de la neutralidad de los investigadores: se adujo que los investigadores, al tener concepciones e intereses, no pueden hacer estudios objetivos porque aquellos los sesgan. Otro es la acusación de positivismo, como si la ciencia objetivista pretendiera acumular datos empíricos de los que se deducirían conclusiones sin que medie interpretación alguna. Al respecto cabe decir que plantear que los estudios sean objetivos no supone que los investigadores sean neutros, ni faltos de interpretación, sino que apunta a que las hipótesis sean sujetas a contrastaciones empíricas, a que haya una pesquisa que someta a prueba a los supuestos sostenidos por las concepciones. No se supone que los estudios objetivos conduzcan a saber la verdad absoluta, sino que sean cotejados con la realidad a la que explican para extraer conocimientos probados que son provisorios, corregibles, mejorables y refutables si están mal. Además, el materialismo hizo explícitas sus intenciones, expresó qué modelo de sociedad pretende, aunque haya sido malogrado. Las acusaciones hechas al objetivismo en realidad lo que ocultan es que no lo quieren porque son antisocialistas, o sea, teológicas, conservadoras, o cosas de esas, es decir que lo que presentaron como argumentos bien intencionados en un debate para la búsqueda de la verdad y del orden social que se le debe corresponder eran silogismos retóricos destinados a defender al sistema vigente. No obstante, el desdén objetivista por la subjetividad sí es un punto criticable, al que se puede superar desde una ontología verista que los contenga a ambos, a la objetividad y a la subjetividad, en una explicación cierta de la relación entre la realidad, la conciencia y la práctica, las últimas dos de las cuales son integrantes de la primera.

A lo que es la ciencia, todas dan cuenta de objetos, sean abstractos o concretos, pero las acusaciones vertidas sobre la indagación empírica cercenaron la materia investigable, inhibiendo desarrollos, lo que se nota en el campo del análisis cultural, en el que la perspectiva de la semiosis social, impulsada por Eliseo Verón, privó a muchos estudios comunicacionales de reconocer a los intereses de los emisores, o la relación entre la propiedad de los medios de comunicación y las programaciones, de igual modo que el estructuralismo francés se desentendió de las intenciones de los autores, lo que redundó en el análisis de corpus textuales desligados de sus circunstancias y que ocultaron sus aspiraciones, fuesen mercantiles o meritocráticas, mientras que a quienes explicitaban sus posturas políticas los condenaban por tenerlas, como si el éxito en los negocios académicos no fuese un suceso político, y eso por citar algunos ejemplos de un conjunto que es vasto, pero al que no conozco tanto como para describirlo en general. En las disciplinas científicas, sean sociales o no, hay muchos temas negados, ya que los científicos a veces no quieren y otras no pueden asumir los problemas causados por sus campos, lo que causa males a la naturaleza.

El estructuralismo tuvo un espíritu idealista, no sólo porque recalcara el lugar de los esquemas mentales en la determinación de la realidad sin reconocer los influjos contrapuestos, sino también porque priorizó, como objetos de estudio, a los entes ideales, como lo son las representaciones. Esto es claro en el caso de Verón y del Foucault de Las palabras y las cosas, y no sé si tanto el de Althusser. Me parece, aunque sé poco al respecto, que es el caso del psicoanálisis lacaniano, que pretendió curar con las palabras, sin reconocer la necesidad de transformar a la sociedad para solucionar los problemas psicológicos, lo que condujo a la privatización de la política de los psicoanalistas; pero aún así pienso que hay que valorizar al psicoanálisis, ya que en algo sirvió para educar al laicismo, para lo que es preciso analizarlo y corregirlo.


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En realidad, a fin de cuentas, el problema del conocimiento de la realidad es simple: hay que averiguar para saber, con el método que requiera el caso concreto, que puede ser imprefigurable o no, por lo que quizás sea preciso improvisar; y si hay dudas o críticas, hay que reconocerlas, contenerse y esperar, u olvidarse, hasta haberlas dilucidado, pero las condiciones para hacerlo no son las propicias, por lo que es preciso hacer reconocer a la humanidad que está equivocada en lo que lo está y que tiene que aprender a verificar sus supuestos lo suficiente antes de ejecutar las prácticas consecuentes a esa averigüación, para proceder de buen modo.