Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 5 de febrero de 2016

De lo propio y de lo prole

Cuando se dice de una conducta que es propia, apropiada, impropia o inapropiada, sí se refiere a la piedad: se define al comportamiento en relación con el cánon pío de que se trate el caso, lo que me da para pensar si el propietariado no es la clase propia en el sentido de pro pía, en vez que en el sentido de detentadora de bienes. Pienso que puede que, de hecho, ambas cuestiones se hayan fundido en el mismo término, relativamente, lo que no quita que el proletariado sea apropiable y el propietariado desapropiable, lo que responde a las pujas por determinar la práctica humana.

Es curioso que haya una palabra para definir al acto de transformar al carácter humano de modo que el sujeto se comporte en favor de la piedad, la palabra “apropiar”, en su acepción conductual, no en la relativa a la tenencia, pero que su equivalente prole no sea tan fácil de discernir. La palabra “aprolar” no existe, pero sí existe “probar”, que sirve para definir a la práctica de poner al concepto en pro de le porque para probar algo hay que contrastarlo con la realidad circundante, y le, que es “ello”, remite a la realidad objetiva, y puede usarse para referir a la subjetiva, en tanto que lo pío es una práctica que responde a una realidad imaginaria basada en ideas incontrastables, de igual modo que hay prácticas y conceptos prole, imaginarios también estos últimos, pero de una imaginación que responde a la realidad objetiva.

Entonces, habría que corroborar si esta definición etimológica de propio y de prole es correcta. En ese sentido podría entenderse la relación entre las palabras que definen a las clases sociales y su ser en sí, ya que la clase propietaria es más proclive a atender a la piedad y a las pertenencias, mientras que la proletaria es más dada a la familia y a las circunstancias, por trabajar; pero eso tendencialmente, ya que hay prácticas contrapuestas a esa dicotomía, atravesada en general por relaciones de mando y obediencia, por la extracción del plusvalor y por la lucha social.

El hecho de que la propiedad se refiera tanto a la piedad como a las pertenencias es análogo a lo que sucede con la idea del bien, que tiene una acepción relativa a los productos fabricados y otra que remite a lo que cumple con lo que se piensa que son los mandatos de los dioses, o con las normas pías que se supone derivan de ellos, además de los otros sentidos que se le asignan, dados a la justicia, la necesidad y demás, en una puja histórica por definir un concepto cuyo origen ignoramos. En inglés la idea del bien es cercana a la de dios incluso en las palabras con que se los nombra, ya que el primero se escribe “good” y el segundo “god”. Algo parecido sucede con “fine”, que puede que sea una traducción de “fino” en el sentido de “dado a la fe”, como si la fe fuese causa de bondad.

Este esquema flexible, así esbozado, es incompleto, y falta comprobar si es correcto, además de que habría que incluirle las situaciones intermedias, con sus variantes y contrahechos ˗que los hay porque la lógica pía es oligofrénica, porque tiene que responder a la vez a sus ideas abstractas y a la realidad, las que se contrarían porque las ideas abstractas se basan en mentiras en vez que en verdades˗, como es el hecho de que la clase media alta, en general, se proletariza en actividades no directamente finas pero sí dadas a las materias eclesiásticas, como la administración de propiedades, que requiere de la lectura y de la escritura, y del manejo de la ley, que tienen una vinculación estrecha con los conventos y universidades privadas, aparte de con la legislación de los estados píos, de igual modo que la clase baja se propietariza con creencias pobristas, o degradadas, como el diablismo o los cultos esotéricos, que también están presentes en las otras clases sociales, a la vez que sus actividades laborales son más básicas y necesarias.

Ahora bien, que haya una relación íntima entre la piedad y la propiedad no quiere decir que ésta sea armónica, ni coherente, sino que es histórica, por lo que también es conflictiva: de allí las críticas a la iglesia vertidas por el liberalismo, que no impidieron que éste, en general, haya sido pío, pero de una piedad laica, que por momentos se desprendió de ella, centrándose en la acumulación capitalista mientras que toleró a las religiones.