El prejuicio socialista de que para ser de izquierda hay que ser asalariado, directa o indirectamente, además de ser injusto tiene la contra de que el empresariado que podría sumarse a sus filas, sea para liberarse de la responsabilidad de tener propiedades en exceso, sea para emanciparse del yugo de las religiones, o por los motivos que fueren, no se integra a las organizaciones socialistas, de lo cual sus partidos políticos merman su financiación, ya que tienen que limitarse a los aportes de los asalariados. El caso es más fácil de reconocer cuando se trata de la mal denominada pequeña burguesía, o sea, el empresariado pequeño y mediano, que tiene sus tendencias reaccionarias a la vez que otras progresistas, lo mismo que le pasa a la clase obrera, aunque desde una posición social inferior.
Aunque haya poca conciencia social al respecto, y un rechazo al socialismo de su parte en gran medida, el empresariado se liberaría de muchas de sus presiones de socializarse los medios de producción y ordenarse la sociedad consensuadamente, y ganaría en libertad para relacionarse con la gente.