Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 2 de febrero de 2016

Del origen del materialismo

La definición que dio el jesuita Segura Munguía del materialismo lo relaciona con la maternidad, por suponer que “materia” deriva de “madre”, igual que hizo León Rozitchner, lo que no explica porqué el materialismo sostiene la primacía de lo concreto a no ser que se entienda a la relación entre ambos según las prácticas de la generación uterina de los bebés, los trabajos de parto y las tareas de crianza, lo que sería un modo metafórico de vincular a la realidad con la concepción que busca explicarla. No obstante, tal vez esa relación etimológica sea correcta; pero tal vez el materialismo sea una condensación cientificista de lo que fueron las creencias primitivas en la divinidad de la Tierra, dadas a la idea de la “madre tierra”, creencias que existieron en África antes de la Grecia antigua y que perviven en canciones seculares, con resabios tradicionalistas, como “Welcome to Jamaica Reggae”, de Los Pericos, con esa idea de “Mamá África”, y que son como las cosmovisiones pachamámicas, en el sentido de que adoran a la Tierra y a la naturaleza, por lo que son propensas a cuidarlas, aunque mistificantemente, de igual manera que hay una tradición brujista en el materialismo histórico. De ser así habría que corregir el nombre del materialismo, para liberarlo de su lastre diosero y supersticioso. Eso podría explicar la cercanía que hubo entre el materialismo y el pachamamismo en el OSAL, además del indigenismo mariateguista; y la simpatía intermitente que hubo entre el comunismo y las adoraciones a los diablos, o a las creencias extraeclesiásticas, como es el caso de Bajtín, o el hecho de que la persecusión a los comunistas sea denominada “caza de brujas”, así como la búsqueda de libertad sexual de las concepciones emancipatorias, antecedida por las prácticas de los aquelarres. A estas cuestiones habrá que dilucidarlas, lo mismo que habrá que evaluar si corresponde seguir llamando “materialismo” al materialismo, o si no habría que reemplazarlo por un “entismo”, que también sería cuestionable porque deriva del vocablo griego “n”, dativo de “óntos”, participio de presente de “eimí”, que quiere decir “yo soy”: pero así es el lenguaje, que no se basa en una etimología que sería la verdad absoluta, de la que surgirían bien y mal las palabras, sino que es histórico, con la incertidumbre de los actos animales. El problema podría ser solucionado aceptando los usos a sabiendas de sus dislates.


Lecturas

León Rozitchner, La cosa y la cruz. Cristianismo y capitalismo. (En torno a las Confesiones de san Agustín), Buenos Aires, Losada, 2001; Acerca de la derrota y de los vencidos, Buenos Aires, Editorial Quadrata y Ediciones Biblioteca Nacional, 2011.