Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 1 de marzo de 2018

Teísmo estricto y acumulación de capital

El fideísmo capitalista precedió al idealismo actual. A iniciarse el capitalismo fue del todo fideísta, ya que no hubo entonces ninguna nación de gobierno ateo, lo que sucedería recién a partir de 1917, desde cuando se generaron los gobiernos ateos en el mundo, incluso en naciones fieles. La nación china, la india, la coreana y la cubana, e igual las de gobiernos ateos sufragados en sistemas pluripartidarios, son muy creyentes en grandes relatos religiosos. El ateísmo, a su vez, se propuso el socialismo, y sigue siendo socialista aunque no lo concrete y sea contradictorio, cosa que pasa en todo el bloque socialista, con los cambios que vino teniendo y que tendrá. Entonces, la condena a los gobiernos ateos por no lograr sus pretensiones máximas es inefectiva, porque si bien señala la falta política, no sirve bien para resolverla, porque la socialización no depende únicamente de los gobiernos, que son sólo una de las instancias mayores de poder social y que son minoritarios respecto de la base social. Aún así, la crítica algo vale, pero es injusta también en parte. Debe ser una crítica justa, para tener sentido ganador.

Cabe postular que existe una relación esencial entre el fideísmo y el capitalismo, así como otra entre el ateísmo y el socialismo. En concreto, los socialistas ejercieron una acumulación más de carácter gubernamental que privado, y menor en general que la de los capitalistas liberales. La economía de la que hablamos es sedentaria por ser agrícola. El ateísmo podría ser capitalista, por lo que no basta para prevenir la mala acumulación vigente, sino que ésta requiere de una atención en particular, que tal vez sea poco necesaria, en el caso de que cierta deificación laica sea un factor de hiper-capitalización, lo que es factible porque entre los capitalistas cundió mucho la prédica del esfuerzo individual como motor del enriquecimiento, sin reconocer el lugar de la extracción de plusvalía en el asunto, así como la idea de la misión civilizatoria, sucesora de la evangelización pero en términos del fideísmo laico de la reforma protestante, que se propuso no la conversión al cristianismo de los infieles sino la imposición de la democracia liberal como credo político de monoteísmo tolerante con las diferencias religiosas, pero suponiente de que su propia fe es la verdadera. Habría que estimar, en proporciones, qué porcentaje de los magnates del mundo pertenece a cada religión, lo que daría que la mayor parte son cristianos, protestantes en primer lugar, luego católicos y ortodoxos, y tras ellos estarían los musulmanes, hinduistas y demás, pero esto no agota al tema, porque hubo sobrepropietarización en todas las concepciones y porque la mayor parte de los fieles no son capitalistas. La adopción del modo de vida capitalista puede soler estar dada por una combinación de ascética religiosa estricta con ambiciones personales desmedidas y empoderamiento a través de la capacitación científica y tecnológica, sumadas a la obtención de medios económicos mayores y al favorecimiento gubernamental. La clase capitalista atraviesa a los sectores público y privado, predominando en este último, pero gran parte de su desarrollo se debe a los gobiernos.

En particular, habría que ver si el porcentaje de ateos en el mundo es mayor o menor al de los que además son capitalistas.