Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

miércoles, 9 de mayo de 2018

El punk es la murga privatizada con instrumentos eléctricos

El toque del punk es afín al de la murga, que a su vez viene de un toque yoruba cuyo nombre ignoro. Se los puede ensamblar fácil. El toque de la murga, tan presente en las manifestaciones y los partidos de fútbol, fue recreado como punk cuando los jóvenes proletarios compraron baterías, guitarras y bajos eléctricos, con micrófonos y parlantes, con los que ensayaron en garayes y tocaron en galpones y sucuchos. Como su reproducción requiere de electricidad, sucedió más en interiores que en el espacio exterior, lo que hizo a su privatización. El punk tiene eso de penoso, por lo que su faceta autodestructiva. La autodestructividad punk responde a la falta de asunción del problema de su privacidad, que a su vez depende de la calidad de los instrumentos con que se lo hace, pero no sólo de eso. También es consecuencia del abandono social. En la cultura rockera pasa algo parecido, que los participantes tienen actitudes autodestructivas que responden a la socialidad de quienes habitan lugares apartados. La privatización, en tanto que frustra, puede generar deseos suicidas y sentimientos mortificantes, que se concretan más como autosabotajes, o autopuniciones, propia ruina. La separación de la propia comunidad obrada por la privatización genera la mala autopercepción de sí mismo, en tanto que vulnera a la esencia social de los individuos, no obstante lo cual esta explicación es relativa porque está incompleta. El aislamiento fue vivido como fracaso personal, por demostrar la imposibilidad de relacionarse bien con los semejantes, pero a su vez este fracaso obedeció a muchas otras causas, así como tuvo buen suceso.

Así como la murga y el punk son sonoramente afines sucede con el candombe, la rumba y el funk.