Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 19 de agosto de 2022

Estigma bien claro y bien oscuro. Mal estigma

 La estigmatización tiene varios sentidos, no todos los cuales son malignos. Se la suele tener por maléfica, debido al satanismo, pero en sentido botánico la marca que hace es reproductiva, y en el zoológico respiratoria. La fecundación y la oxigenación son benéficas para las especies vivas, así que la picazón del estigma es benéfica, pero no en sus formas perversas, que son del orden predominante. La estigmatización, tal cual la entiende el satanismo, es un modo sometido a la ideología predominante, que tiene a lo diabólico como forma supeditada a lo divino, entendido como un dios externo al universo que se opone a uno interior a la Tierra, como el Sol al magma terrestre pero estando dios mucho más lejos de la Tierra que el Sol. Un estigma es algo urticante, que pica al entrar en contacto con el cuerpo, como la guasca, los pinches y el hierro fundido, pero así como lo airea y embaraza lo perfora y lo quema. No todo estigma daña, pero sí el metálico, sea frío o caliente, cuando es mal usado. El resto del estigma tanto germina como oxigena. Es la mayor parte del estigma. La estigmatización maligna es minoritaria, pero duele mucho. La estigmatización benigna es mayoría, y hace a la vida que hay. La del sistema dominante es falsa, pero hasta en la izquierda se la promueve.

 La buena resolución de la pobreza requiere que la izquierda no sea falsa pero buena, sino buena, verdadera y ascendiente, por lo que habrá que superar esa tesitura.

 El satanismo no es el único que proclama una estigmatización maligna, aunque a veces lo hace fingiendo, sino que, en medida mayor, ésta es promovida por el divismo monoteísta, el cual, como postula un dios por fuera de todo (una explicación que falta a la lógica), concibe mal a la reproducción y al alma, en tanto que, por fuera del universo que conoce la humanidad, la especie no sabe qué hay, ni tampoco si hay un hombre abstracto. Se postula que hay un espíritu a cuya imagen los hombres nos asemejamos, sin que se haya demostrado bien que lo haya, porque no se encontraron pruebas suficientes de su existencia, a la vez que se piensa al alma como a lo medular en vez de como a lo respirante, de lo cual se derivan preceptos sobre el sexo que no son del todo verdaderos y que se vinculan a las desigualdades económicas, en tanto que se valora a los hombres según su adecuación a los cánones, no del todo bien. Puede ser que haya estrellas por fuera del universo reconocido por la humanidad, pero no se lo sabe, por lo que no se debe postular que las haya, aunque sí quepa pensar que hay algo, porque no puede haber nada, pero entonces, por fuera de eso, ¿qué hay? Es una pregunta recursiva que no tiene fin, y que no se responde bien con el nihilismo absoluto. Es mejor admitir ignorancia y llamar a que se lo piense como corresponde.

 Hay dos tipos de estigmas. Los malignos son externos al cuerpo viviente, como las marcas a fuego en la piel y las expresiones injuriantes, no siempre inmerecidas, y los benignos son orificios respiratorios de insectos u órganos receptores de polen. En la historia, los benignos preceden a los malignos, por lo que, en algún momento, los orificios respiratorios de insectos y los reproductivos de las flores empezaron a coexistir con los creados en la piel humana mediante punzones y quemaduras de hierro, pero antes suyo pudo haber los de las difamaciones, según se entendiera la realidad y hablara. Son o bien orificios, dos de tipo natural y uno hecho con armas punzantes, o bien quemaduras, también situadas en la piel, y descalificaciones, de carácter verbal, que horadan el ánimo y las relaciones sociales, a veces para bien, pero las aperturas benignas del ánimo y las catalogaciones que valoran bien a los hombres también existen. Los estigmas de los santos no se sabe que existieran, o por lo menos no hay pruebas claras que los corroboren. También hay marcas como las cicatrices y tatuajes.

Cf. "estigma" en el diccionario de la RAE.