Cuando se decide planear algo, no siempre se lo hace siguiendo un precepto establecido, o sea, que hay planes espontáneos, pero ni éstos ni los programados son buenos de por sí, por lo que se les debe evaluar su calidad en concreto, y todos tienen desgracias, como así las tiene la improvisación, a la cual también se planifica: se decide improvisar antes de hacerlo, aunque no siempre. A veces la obliga la urgencia, y otras se dio porque es natural que se improvise antes de planear, porque la vida es espontánea antes que pensante.