Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 28 de julio de 2016

Progreso terrorífico. Un impacto social y personal del desarrollo malo

Debía ser el año 2004, o por ahí. Después de que Hugo Samek se fuera a vivir a Italia por la crisis del efecto tequila, que se inició en 1995 y persistió hasta 2002, cuando cayó el plan de convertibilidad de pesos a dólares, me uní al grupo de percusión Totambo, al que me invitó Marcelo Perera, que había sido compañero mio de la militancia universitaria y trabajaba conmigo en el OSAL. En ese grupo había algunos ex compañeros suyos de la secundaria, en el colegio nacional de Vicente López, y otros pibes que se nucleaban en torno al conjunto de reagge fusionado llamado los Aminowana, por el chiste ese de que a uno lo agarraron los caníbales y les dijo en espanglish que no quería que se lo comieran. Entonces ya me había separado de Marisa Scardino y peleado con Daniel Alvaro, y en 2002, o 2003, empecé a juntarme con los Totambo en el Paseo de la Costa de Vicente López, los miércoles a la tarde, después de trabajar, por lo que los miércoles salía del CLACSO, cuando estaba en Callao y Paraguay, y me iba a lo de mi madre, en Paraná y Santa Fe, a cinco o seis cuadras del consejo, adonde buscaba el tambor para ir a la estación ferroviaria de Retiro a tomar el tren para la costa de Vicente López. Glenn Postolski, el decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, podría atestiguar que me vio pasar caminando por la puerta de la sede de la radio universitaria, que está a mitad de camino entre la que era mi casa y la estación. Otras veces me llevaba el tambor al CLACSO y de ahí íbamos en subte con Marcelo Perera hasta la estación Ministro Carranza, y de ahí a Vicente López, pero eso ya fue después del incidente en cuestión.

Luego de habernos juntado durante un tiempo, un año y pico, algo así, los miércoles y algunos sábados, a tocar percusión en el Paseo de la Costa, surgió la idea de ir a dar un recital un viernes por la noche en un bar del centro porteño llamado Tabaco, para lo cual decidimos hacer un ensayo previo ese mismo viernes. Nos juntamos donde siempre desde hacía tiempo, al norte del paseo, porque al principio lo hicimos pocas veces en el lado sur. El norteño es el de la entrada de la calle Arenales, donde había unos dos o tres bancos de cemento medio rotos que capaz que todavía siguen ahí. Fumamos unos porros como era costumbre y nos pusimos a tocar. Cuando empezamos era por la tarde, había luz de día y algunas personas divirtiéndose, porque el predio es un espacio público, como una plaza irregular de un quilómetro de largo y 300 metros de ancho sobre la costa, que tenía varios bares y restaurantes y una pista de bicicross, donde está el club Vilo, una cancha de bochas, un centro cultural municipal al que el gobierno de Jorge Macri, primo de Mauricio, cerró, en que se se juntaban a tocar batucada los sábados a la mañana, y donde se debe seguir juntando la comparsa de candombe llamada Bantú, en la que, por esas desubicaciones que hacen a nuestra historia actual, una vez el jovencito director de la comparsa mandoneó a un viejo negro que tocaba el repique, quien le tuvo paciencia enamorada. Entonces, cuando ya se hubo hecho de noche y ya no había casi gente más que nosotros, mientras nos preparábamos para ir a tocar a Tabaco, nos fueron a apretar dos policías de civil, uno de los cuales debía estar encocado, por lo duro de carácter que estaba, que respondían a la comisaría local que está en la calle Libertador, ahí cerca del parque. Ya para empezar ese que estaba duro llegó a los gritos con la excusa de buscar droga, a la que algunos de nosotros tenían escondida: tenían marihuana. No me acuerdo bien quienes estábamos, pero estaba Marcelo Perera y debían estar el Tota, que era el director del ensamble, Franco, Juliancito, Rafatella, Canico, Choty y capaz que algunos más. El policía duro nos entró a gritar y sacó un revolver, nos mostró el revolver mientras nos gritaba que sabía que teníamos droga y que la iba a encontrar, y así nos tuvo un rato corto, pero larguísimo para nosotros, por el pánico del terror que conocíamos de la dictadura militar de 1976 y porque estábamos fumados. Entonces, se fue a buscar una linterna a una gaveta municipal como a 200 metros del lugar donde nos reprimieron, lapso durante el cual el otro policía de civil, que estaba en sus cabales, nos tranquilizó. Charlamos un rato con él, le dimos uno o dos porros y cuando volvió el otro de la gaveta se fueron. Quedamos yoqueados, pero fuimos a tocar a Tabaco, adonde nos fueron a ver Mariana Fassi, Tamara Perelmuter y María Chaves, o sea que tocamos para ellas y para el resto del público apenas después de una represión policial ilegal, y no lo hablamos debida y explícitamente, ni entonces ni después. A partir de ese momento dejamos de juntarnos en el Paseo de la Costa y nos recluimos en una sala de ensayo, lo que agudizó nuestra drogadicción y nuestra mala autopercepción.

La represión policial que sufrimos esa noche fue planificada. Años después, durante el acampe El Bosquecito, instalado a 40 metros de donde nos apretó la policía, una mujer me contó que ella iba a trotar al predio y la misma policía le dijo que dejara de ir porque los ladrones le iban a robar. La comisaría asumió el plan de echar a los vecinos del parque para favorecer la privatización de la zona. El parque se inauguró en 2000, y el 24 de diciembre de 2004, en una sesión fraudulenta, el consejo deliberante del distrito, durante el gobierno de Enrique “Japonés” García, de la Unión Cívica Radical, aliado al kirchnerismo, de los llamados “radicales k”, aprobó la reforma del código de ordenamiento urbano que permitió el avance de la privatización. El megaemprendimiento mediante el que se contruyó una autopista relegada y varios superedificios, entre ellos el que tiene a las oficinas nuevas del periódico La Nación, era parte de la Iniciativa de Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana, la IIIRSA, concebida en el seno del MERCOSUR, mediante la que se aplicó el modelo de acumulación por despojo de la fase capitalista actual, de inversiones capitalistas con activos legales e ilegales en obras grandes de infraestructura, como las represas hidroeléctricas y el puerto de descarga de gas de Escobar. Por eso es que la comisaría local, la quinta de Vicente López, fue corrompida, con un acuerdo cupular, para el desarrollo del proyecto, entre la intendencia, el gobierno de la provincia de Buenos Aires y el gobierno nacional, entonces presidido por Néstor Kirchner, en lo que tuvo participación Julio de Vido, ex ministro de Planificación e Infraestructura. De allí que después, cuando se instalara el acampe, Cristina Fernández nos trató a los manifestantes de “energúmenos” y de “gatos locos”, aparte de que nos metieron infiltrados, nos mandaron presos para atemorizarnos, les prohibieron a las organizaciones de base peronistas que se solidarizaran con nosotros y nos desalojaron varias veces, la última el 16 de marzo de 2011, con la policía provincial, que respondía en ese entonces a Daniel Scioli, quien después perdiera las elecciones presidenciales con Mauricio Macri desde la lista del Frente para la Victoria. Yo llegué hasta a llamar a votar al hombre que nos mandó a desalojar con la policía, después de toda esa operatoria socialmente lesiva y fraudulenta, y no me arrepiento, porque mi postura ante las elecciones es la del voto crítico, con corte de boleta optativo para la izquierda extrakirchnerista, y porque el proyecto macrista es peor aún de lo que era el sciolista, y por eso no tolero que los populistas me vengan con estupideces. Durante tiempo intenté que los Totambo volviéramos a tocar al parque, sin éxito, y años después Juliancito me contó que el policía que nos mostró el chumbo lo conocía, porque él vivía en unos edificios al lado del paseo: capaz que ese policía ejercía funciones regulares en la comisaría, mientras que el otro, el que hacía de bueno, era el metido para el plan privatizador. Por eso es que no quiso ir más ahí. Quedamos aterrorizados, y después los kirchneristas y los macristas siguieron con el proyecto, aunque tuvieron que reformularlo adaptándose al reclamo social. Una de las noches en el acampe vino Nacho “Papucho”, que después se puso una huerta orgánica en el barrio El Ceibo, a invitarme de parte suya a un recital de los Dikumdá, en el bar El Bordó que estaba ahí nomás, donde él tocó con Marcelo Perera y al que fue María Inés Gómez, que trabajaba conmigo en el CLACSO, con su novio, el gordo, que charló con Carlos Suárez en el casamiento de Alejandro Gambina. El proyecto original de privatización de la costa se enmarcaba en un corredor industrial que pretendían hacer las autoridades del MERCOSUR, para el que planeaban construir una megautopista que atravesara la costa porteña desde el puerto de Buenos Aires hasta la localidad de Tigre, para que los camiones distribuidores de los contenedores desembarcados de los barcos transoceánicos llegaran hasta ahí antes de tomar la ruta Panamericana, uno de los ejes del transporte terrestre del MERCOSUR, y lo mismo para exportar desde el puerto. Tuvieron que abortar esa idea, no sólo por la resistencia en Vicente López, de la que participaron varias organizaciones, entre ellas Unidos por el Río, sino por otras más, de los afectados a los que les hubieran expropiado los terrenos, entre ellos el ejército argentino, pero algunos tramos de esa superautopista fueron construidos, como el que llega desde el centro a la costanera norte de la ciudad, donde está el club de pescadores, y la historia prosigue.

Me fui de los Totambo harto de que me putearan por homosexual y por la brutalidad de los rockeros, y para dejar las drogas, en 2007, o por ahí, y en 2008 más o menos entré en el acampe, y de ahí fui a la asamblea vecinal. Llegamos a ir a una audiencia pública donde presentamos un montón de argumentos, junto a la asamblea de Berazategui, para que no hicieran una subestación eléctrica que proveyera a los nuevos edificios del emprendimiento. El acta de esa audiencia debe estar en la página del Ente Nacional Regulador de la Electricidad, pero como la audiencia no es vinculante las autoridades no nos contestaron nada y aprobaron la ejecución de la obra, a la que se interrumpió hasta ahora por otros motivos que no sé cuáles son, porque dejé la asamblea al mudarme en 2013, después de renunciar al CLACSO por el acoso político que recibí ahí, también de parte del kirchnerismo, para poder alquilar mi departamento. Otro lugar en el que tocamos con los Totambo fue en Blues Special, donde antes era El Samovar de Rasputín, noche en la que el resto del grupo ya me odiaba porque yo no quería someterme a sus decisiones arbitrarias. El sábado previo al 24 de marzo de este año invité a Felisa Santos a un festival en Florida este de esos por la memoria y contra el golpe militar de 1976 organizado entre otras por Unidos por el Río, donde le presenté a mi viejo, a su pareja, Liliana Tirante, a mi hermana Helena, a mi novia Alicia y si recuerdo bien a Carlos Gurvich, líder de la asamblea, aparte de que ahí me encontré con Franco y con Miguel, unos mellizos ex compañeros de Totambo.

En la privatización de la costa vicentelopense, que continúa, participó el grupo IRSA, presidido por Eduardo Elsztain, constructor de shoppings, y algunas empresas contratistas del estado, como una de Ángelo Calcaterra, primo de Mauricio Macri, creo que es ODS S.A., y Jorge Cartellone S.R.L., a la que le dedicamos una conga en una marcha desde la intendencia a la quinta presidencial de Olivos. La Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina, conducida por Gerardo Martínez, presunto partícipe del grupo de tareas del Batallón 601 en la última dictadura militar, proveyó la mano de obra, y también nos mandaron a unos barrabravas de un club de fútbol a que nos pegaran cuando repartimos volantes de repudio a un recital que dieron los Pimpinella para inaugurar el vial costero, mientras que los militantes de La Cámpora nos miraban sin intervenir. Así que el populismo tendrá que hacer una autocrítica justa para consigo mismo. Son esas empresas algunas de las que habrán pagado las coimas de la obra pública por las que ahora se juzga al gobierno anterior, pero la corrupción empresarial con la obra pública estatal viene al menos desde aquella dictadura.


Anexo

Cuando dije que a las organizaciones peronistas de base les prohibieron solidarizarse con nosotros cometí una imprudencia, porque en realidad no sé bien qué pasó con ellas, pero sí sé que desde Unidos por el Río organizamos una mesa multisectorial para tratar el tema de cómo oponernos a la privatización, a cuya primera reunión en la iglesia Tomás Moro de la localidad fueron algunas de ellas, pero después no fueron más, ni tampoco nos dieron una explicación de porqué. Ahí estuvo el concejal por el Partido Socialista Miguel Quintabani, quien fue varias veces a la asamblea.