Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

miércoles, 9 de agosto de 2017

Apellidarse así es nombrarse algo mal

Apellidarse remite a la economía porque el apellido es laboral. El apellido es laborista, se apellidó a laburantes. Muchos apellidos remiten a labores anteriores, a las tareas agrícolas, a las artesanales, a las de los gremios. El apellido corriente proviene de una herencia laboral, a la que se ordenó píamente, va del apellido paterno a los hijos de los matrimonios y de las parejas deshechas; se le superpuso orden teísta a las propiedades fabricadas, que pasaron a discurrir en el legal, que en la herencia son manejadas según la familiariedad pietista, hoy capitalista, desde que la modernidad, que era pietista, porque el monarquismo renacentista fue pío, antes de convertirse en absolutista, se tornara en capitalista, cuando el fideísmo moderno se convirtió en capitalista, luego de la revolución industrial, de cuño fidente. Aquélla fue una revolución industrial fidente, de compulsión productiva creedora, diestra y modular, serial, de modernidad féica, sobre y mal producente en algunos aspectos, la revolución de la energía a combustión de carbón, que se combinó a la mecánica para las bobinas ferroviarias y navieras, que después funcionarían a motricidad cilíndrica a combustión de nafta, diésel y gasoil, antes que a biocombustibles, y luego a la carbonífera le seguiría la energética de la electricidad, como la hidráulica y después la eólica, modernidad que más tarde adoptaría a la energía nuclear, de explotación de metales radioactivos. Entonces, los apellidos tienen una carga laborera y su fetichización, llevan a la fe en su historia porque su historia es fea. Los nombres y apellidos remiten a la historia humana, se los conformó en ella. En el capitalismo los nombres de las personas están disociados de la práctica individual, aunque no del todo, pero no se apela a la gente según lo que estén haciendo como podría hacérselo. Apellidar viene de apelar, y los apellidos tienen un origen laboral porque a las personas, a veces, se las denominó según el trabajo que hacían.

La hicencia de los apellidos está eclesiada, tiene iglesias, y en inglés a lo feo se le dice ugly. Se le dice así porque la fealdad es églica, eclesial, y como la iglesia también pautó al saber, también intervino en la conformación de los apellidos, por haber ordenado a su producción laboral y por haberlo hecho con la conceptual: los “Fernández”, que eran fierreros, herraron cruces santificadas, como los “Fernandos”, o los “Ferrer” y los “Ferrero”, o las tallaron los Tagliaferro. Los oficios fueron ordenados para la producción de civilizaciones creyentes, por lo que se trabajó para creer, para proveer de productos fabricados al ordenamiento religioso. El creyente es un orden fallado que rige en gran parte del planeta, por lo que muchas tareas fueron dedicadas a la fabricación de los elementos religiosos, y los otros también fueron relativos a la religión. Hubo mucha explotación requerida por ésta, para los templos, para sus libros, para su iconicidad, sus plegarias y papelerías, para los archivos, en otros de los cuales se guardó a papeles estatales, con información apellidada durante gobiernos pieros. La producción laboral capitalista es fideísta, teniendo bondades, y de un materialismo también algo malo en los gobiernos ateos. Como la apellidación internacional está en parte mal producida, al idear algo mal la humanidad, el apellido lleva una forma algo mala, una forma laboral en parte mal ideada. Es la nominación algo mal producida, en tanto que a las naciones las guía un idealismo algo fallado, en conjunto capitalista, en parte materialista y en parte fidente, fallido por su fidencia, por su capitalidad y por su mala materialidad, por lo malo de su materialismo. De allí que el apellidaje se haya formado tanto laboral como píamente. Los apellidos se formaron laboralmente, pero esa laboralidad fue pía, incluso en el bloque socialista, que tiene un pasado fidente, creyeron en Confucio, y de internacionalismo competitivo: su materialismo es insuficiente por sus propios defectos y por los del bloque liberal pío.

Al ser conjunta la práctica humana, el materialismo, para imponerse, tiene que lograr que de toda a gran parte de la humanidad sea atea, aparte de socialista: la revolución productiva requiere la de su parte conceptual. El socialismo no puede ser exitoso entre naciones teístas, por lo que precisa de la internacionalización del ateísmo. El materialismo no puede avanzar sobre el teísmo sin el ateísmo, pero tampoco capitalizando mal, porque eso le agrega mal al orden social, que termina siendo algo mal producente, o sea, llevando una coexistencia contrariada, que en parte está mal direccionada por los gobiernos, en tanto que la clase dominante idea algo mal, lo que le pasa al comuliberalismo chino y al cubano, que tienen de liberal a su capitalidad, a la liberalidad de las concepciones comunistas, no exentas de mala frivolidad entre los méritos que también tienen, y que son bastante importantes. La clase dominante internacional se compone de una parte teísta, la alta de los distintos credos, y de otra parte atea, que también es capitalista. Entremedio de eso está el imperialismo, las potencias mundiales pujando entre sí, con guerras y competencia geoestratégica. El capitalismo, como fetichización comercial, ya que es una economía de intercambio de bienes fetichizados, atraviesa a todas las naciones, y tuvo un antecedente en la acumulación de las ciudades florentinas, la de los Médicis banqueros tras el fin de la edad media, que impulsaron al materialismo burgués y liberal que siglos después sería capitalista. Maquiavelo fue un florentino liberal, como fue liberal medieval Dante Alighieri, antes que Miguel de Cervantes. El liberalismo tiene su pasado monárquico, ya que existió junto al nobiliarismo, el reinado de la nobleza, con todos sus estamentos, donde tuvo lugar su gestación previa. El bloque socialista contiene a varias religiones, y conflictivamente, a la vez que existe el ateísmo en las naciones del bloque fideísta, que es liberal en tanto que el liberalismo es multirreligioso, mientras que acepta subordinadamente a la disidencia arreligiosa cuando no le disputa la posesión de los grandes medios productivos. Es transconceptivo y tolerante en tanto que impera. Cuando no lo hace, se vuelve agresivo.

El liberalismo es trasnacional porque atraviesa a las naciones, por su compostura interreligiosa, atestada de crisis, tiene crisis estructurales permanentemente, pero eso no es sólo por el capital, ni por el nacionalismo, el imperialismo, el hombrismo o la barbarie. La producción humana es ordenada también clericalmente. El clero impuso un orden que está muy inmerso en la cultura, y en la dominante, aunque no lo sea en el gobierno chino, que reproduce a la fetichización capitalista y que idea algo mal a la economía y a la geoestrategia, al pretender superar al capitalismo mediante una valorización abstracta mayor: quiere un supracapitalismo y mide la calidad de la vida, como la ONU, según la tenencia de capital en moneda por habitante, la renta per cápita dolarizada, que es el modo del productivismo capitalista abstracto e histórico, en medio de una competencia económica internacional, que confunde a la riqueza con la tenencia de capitales, las que si bien están asociadas no se codeterminan necesariamente, y a las que se asoció mal a veces. La tenencia de capitales es algo ingrata en sí misma porque está fetichizada, requiere de una idealidad abstracta impuesta a los bienes que proviene de la fetichización mitológica, lo que transforma en ritualístico al sistema social, endureciendo a las costumbres; y porque los capitales son consecuencia de una mala producción histórica, pero además es impuesta en tanto que se efectúa la propietarización intercambiable, cuyo traspaso de bienes monetarizados es legal, es sostenido legalmente, y por ende por las fuerzas armadas del propietarismo fidente, que actúan en conjunto a las del ateo favorable al comercio, que es un sistema superable. El sometimiento productivo es común a la humanidad. Hasta la aristocracia se sometió a humanos, en tanto que son humanos los mismos aristócratas y porque obedeció a mandatos comunes, sin que se la haya depuesto, cuando éstos la sostuvieron. Hubo apoyo popular a la aristocracia a lo largo de la historia, así como los pueblos de las naciones eligieron a candidatos aristocráticos, y hasta muchas veces votaron por aristócratas, más que por los socialistas, se lo nota en que la capitalesía es la aristocracia actual, a cuyos partidos políticos los pueblos nacionales votaron en favor varias veces desde la instauración del sufragio, con las revoluciones burguesas, que fueron liberales, forjaron una ideación liberal, mandante de la práctica social, que es reproducida contractivamente por la sociedad y que tiene sus méritos.

Hoy en día algunas cosas están mal habladas, no hay un habla humana más o menos cierta en su conjunto completo. El buen habla está disperso, no es tan central al orden social, lo que hace a lo malo de la productividad impuesta. En tanto que hay mala comprensión, hay mala producción. La comprensión fue creada por materia más concreta, el cuerpo animado, incluso el vegetal, que comprende a su entorno; fue generada por los seres animados, y a su vez incide en aquélla, que existió sin la comprensión, antes y después de componerse animadamente, en seres vivos, que somos los únicos almados. Dentro de la comprensión animada, está la humana, que es animal. La comprensión humana es animal porque la humanidad es una especie animal, del subgénero primático, pero entonces la humanidad tiene que asumir su animalidad, cosa que no hace a veces por el pietismo, que la divinizó desde abajo hacia arriba, la clasificó píamente, en un orden jerárquico desde divino a infernal, según la ubicación de alta a baja de las clases sociales, así se fetichizó a la escala social estrática, con las variantes ocasionadas por la conducta individual de cada quien y por las transformaciones sociales. Esa fetichización fue reproducida por el proletariado en ocasiones, lo que da cuenta de que el proletariado no la criticó lo debido para desinstruirla. El familiarismo ordinario dominante falseó al proletariado, porque le impuso formas asociativas arbitrarias, de una arbitrariedad idealista que luego se tornó capitalista, con distintas estructuras familiares en las diferentes culturas, atravesadas por sus mitos, expuestos en libros estimados como sagrados, en los que figuran los nombres apellidados. El laborismo no puede suceder fidente lo requerido por las personas comunes, y eso se nota en lo feo que son a veces los nombres de las personas, y según cuándo se los piense, con nuestra historia propietaria algo fea y capitalista. Contienen a una historia sacrificada acumuladora de bienes valuados en moneda, el fetichismo mercantil, que fue previo al capitalista, y que con el capitalismo se generalizó, por lo cual nuestros apellidos están algo falseados, al igual que nuestros nombres, lo que tampoco es tan importante, pero es una cuestión. La nominación humana está mal hecha, al menos a veces, ya que la humanidad la hizo mal, lo que se corresponde con el malestar y la crisis vigentes. Una especie tan crítica no puede nominar muy bien, porque es muy crítica debido a que aún no sabe comportarse tanto como para serlo menos, de lo que comete atrocidades a las que tiene que analizar, y no puede dejar de criticar para sobrevivir, por la competencia interespecista e interclasial. Entonces, podrá corregir su nominación, y la crítica persistirá de otra forma junto a la crisis.

Dijeron, “¿a ese cómo le ponemos?”. “¿Es carpintero?”. “Ponéle cárpenter”, y después le fue a parar a un Alejo. El otro era martillero, entonces le quedó “Martín”, “Martínez”, o “Martino”, o “Marta”. No estoy seguro de todas estas asociaciones, pero sé que las labores quedaron entremezcladas entre los nombres y los apellidos, lo mismo que la fidencia, con nombres como Anselmo, por el santo, o Policarpio, que fue un nombre inspirado en el del obispo de la iglesia primera, Policarpio de Esmirna, que le pusieron a alguien en Entre Ríos y en el siglo XX, como 1780 años después de que aquél muriera en Roma, en un continente al que los europeos no conocían entonces, al que llegaron hace medio milenio, como 13 siglos después del deceso del obispo. En el tradicionalismo católico de la argentina moderna a algunos de los hijos les pusieron sus nombres de acuerdo al santo del día de su nacimiento. Tenían un calendario de 365 días, a cada uno de los cuales le hubieron asignado un santo, y algunas familias devotas eligieron el nombre de sus hijos según el santo correspondiente al día de su nacimiento, entremezclando al nacimiento con la nominación cristiana y laboral, heredada forzosamente por la productividad legal. Ya desde nacidos, desde los estados cristianos se nos cristianizó nominalmente cuando éramos bebés, al ponérsenos nombres y apellidos cristianizados, como pasó de otras formas en los países que no son cristianos.

El apellidamiento es parte del nominalismo, porque apellidar implica nombrar, por lo que hace a la cuestión autonomista, parte de la cual es la de la autodenominación personal. El darse nombre a sí mismo es parte de la autonomización de la existencia, pero más que eso el autonomismo busca autorregularse, lo que no puede hacer muy bien en el desastre presente. El autonomismo, para realizarse bien, tiene que ser social, y la sociedad razonar bien, porque para legislarse bien tiene que pensarse bien, no puede legislarse bien pensando mal, y la realidad humana existe en circunstancias a veces perfectas, otras mejorables, o rescatables, y hasta lamentables o irreparables acaso. En tanto que no se piense bien, el autonomismo será una idea de izquierda subconcretada, como lo están los objetivos del socialismo en general, es un utopismo revolucionario concretado entre poco y medianamente, más existente en la imaginación que en su plasmación más concreta, porque ésta requiere de su adopción social masiva. Entonces, el autoapellidamiento no puede funcionar tanto. Bastante nos cuesta mantenernos vivos como para dedicarnos a esas sutilezas, pero es una opción válida, según como sea, y es una cuestión pendiente.