Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Algunos puntos flojos en el debate para legalizar el aborto en Argentina

1. El de que la vida humana empieza con la fecundación, como si óvulos y espermatozoides no fueran seres vivos de la especie humana.

2. El de suponer que las embarazadas más chicas son niñas en vez que adolescentes. La adolescencia femenina humana empieza con la menstruación, es decir, que las mujeres dejan de ser niñas al empezar a menstruar. No estoy muy seguro de esto, pero creo que las embarazadas de 10 años son adolescentes precoces. Puedo equivocarme.

3. El de omitir que el aborto también es una cuestión de varones, sean cogenerantes directos del embarazo o no. Falta una cláusula en la ley que establezca que, si un varón no quisiera tener a la hija, al hijo o a los varios si fueran más de uno, no se lo debiera obligar a pagar su manuntención. La crianza paterna también exige poner el cuerpo, por las tareas que implica, por lo que no debe ser forzada mal.

4. La exageración clasista. Se argumentó mucho con la idea de que, como las mujeres ricas acceden a abortos clandestinos mejor preparados que los de las pobres, sus problemas importan poco o nada. Es cierto que, en total, importan menos, pero tampoco hay que subestimarlos, ya que a las penas que tienen en sí mismos se les agregan las de la indiferencia. Quedó por explicitarse el temor de abortar por el supuesto castigo de dios, el miedo a ir al infierno, o a sufrir reprensiones en vida, de dios y de sus fieles, que las dan en su nombre, y se habló poco de la condena social a la fornicación implícita en el rechazo al aborto, que se agudiza más en la élite que en el pueblo, eso como ejemplos de un tema más amplio, que tiene pormenores muy íntimos por la naturaleza sexual del asunto.

5. La dificultad para cuestionar la defensa absoluta de la vida humana. Ante el argumento de que no se debía aprobar el aborto porque es un homicidio, se respondió con planteos evasivos, en vez que decir que lo propuesto en esta ley es una muerte artificial de embriones -en general con pastillas, y en particular con cirugías-, la cual puede ser tolerable si se la reduce mucho.

6. El poco lugar que se le dio a la idea de que las opositoras a la legalización se basaron en tabúes contrarios al disfrute del coito, lo mismo que pasó con la doctrina católica: alguna gente se opuso porque el aborto contradice sus creencias religiosas, es decir, a su manera de interpretar al catolicismo y al evangelismo, entre las otras doctrinas que le fueron más contrarias. No quedó claro que hay una contienda entre el socialismo y el capitalismo subyacente a esta disputa, que se expresó distorsionada en la disyuntiva a favor y en contra de la ley.

7. No se dijo mucho que, además de velar por la vida humana, aunque no de manera absoluta, hay que hacerlo para que su calidad sea aceptable.

8. Las interrupciones que hubo entre las disertantes, varones inclusive, en particular en Crónica TV. Faltó moderarles, con mociones para dejar que cada quien expresara sus argumentos de principio a fin sin ser interrumpido. 

9. Tampoco quedó bien cuestionado que la crianza autorizada por la ley sea siempre biparental. Hay un modelo familiar absoluto, de tenencia de hijos entre una madre y un padre, que impide que el estado reconozca las formas familiares ilegales, aunque sí admite la potestad en soltería, más la de la madre que la del padre, como modo degradado del ideal monogámico, muchas veces posterior a la separación de parejas bimembres. También se acepta la adopción homo y heterosexual, pero siempre que sea de a dos o una persona, no más que de a dos. El matrimonio de a más de dos personas está prohibido por la ley, y se promueve que los hijos sean criados por sus generadores seminales, lo que implica establecer una vigilancia genética, con análisis de ADN, para garantizar que los hijos hayan sido concebidos según el mandato de fidelidad conyugal dispuesto por el clero.