Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 10 de diciembre de 2020

Diferencias entre la ley instituida y la instituyente

  Como hay varias concepciones del universo en pugna, cada cual con su explicación de la realidad y sus objetivos históricos, la ley mundial es diversa. En parte está instituida y en parte es ajena a las instituciones, cuyas matrices cambian en los distintos bloques de países, que además se ramifican, es decir, que tienen distintas ideologías con antepasados comunes, éstos también con sus falsedades, algunas de las cuales persisten en los credos actuales, inclusive en los de izquierda, aunque sean más dados a la crítica. Con el transcurso de la historia, las concepciones humanas fueron evolucionando sin haberse alcanzado una suficiente, por lo que la ley es contradictoria, más la escrita que la pensada luego de su sanción institucional. La ley, con la que juzgamos nuestra conducta, arrastra las falsedades del pasado así como goza de sus aciertos, y la pensada hace poco, que parece más liviana porque no requiere de las propiedades de la escritura, a su vez es posterior a ella, por lo que conlleva el peso de su pasado, ya que el pasado hizo al presente. La ley comunista es posterior a la capitalista, y tampoco es perfecta, como no lo es su aplicación, que deja mucho qué desear, lo que en parte se debe al mundo liberal, porque el comunismo no puede funcionar bien si no funciona bien el conjunto social, que responde a sus ideologías. Entonces, cabrá una reforma completa en los distintos bloques de países, e incluso en los sub-bloques, de gobierno inferior al presidencial, cada cual con sus modificaciones necesarias. Un punto que se debe alcanzar es que el proletariado adquiera una concepción del mundo suficiente, pero también la tiene que tener el empresariado sobreacumulante, porque, si no la tiene, sabotea la transformación, lo que la dificulta. En tanto que el sistema es democrático, la veracidad del pueblo es un tema indispensable, que a su vez depende de la teología. También importa la veracidad de la élite, porque incide en sus reacciones antirrevolucionarias.

 Un problema es cómo se define a la verdad, ya que, si se la define según lo que se cree que estipulan los dioses, la discusión se torna inasible, porque ellos no están donde la humanidad les pueda ver expresarse, sino que los laicos recibimos la palabra de los sacerdotes, como sus presuntos representantes principales, y los ateos la de los fieles en segundo lugar, de lo que el debate sobre el universo y la existencia humana, con sus derivaciones políticas, económicas y morales, permanece sobre un trasfondo incontrastable, al que, en parte, se toma por verdadero sin que se sepa que lo sea, y se define la verdad mediante las ideas de los cuerpos doctrinarios que se fundamentan en estas hipótesis incorroborables. De allí que haya una exigencia social mal promovida, que hace a la crisis que padecemos.