Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 25 de febrero de 2021

El olfato, inspectivo

 Para detectar las mentiras hay que usar el olfato. Es un sentido falible, por lo que no siempre basta para tal propósito, y a veces no sirve, como cuando se ve la televisión o se oye la radio, ocasiones en que poco se huele a quienes las digan por la distancia que suele haber entre sus emisores y sus receptores, pero es un indicador importante, porque al mentir mal se transpira el temor a ser descubierto y la vergüenza por la propia falta, a la que a veces se justifica con razones inválidas. Después, hay que analizar bien toda la existencia de quienes las emitan: el habla, la ropa, la limpieza, la política, el credo, la remuneración, la pertenencia institucional, el estado sentimental y demás. Por último, hay que ver la calidad de la mentira y sus causas, para castigarla bien si fuera necesario, lo que no sucede siempre que se la dice. Hay mentiras más fáciles de perdonar que otras, para lo cual el cambio que hay que hacer en el sistema es mayor, y hay algunas que ni hay que perdonar, porque son benignas, y hasta celebrables, pero esas son las excepciones. En general, las mentiras hacen mal. Las rodean sus circunstancias e influyen en el ánimo de quienes participan de ellas, sabiendo o ignorándolas, por lo que se las puede descubrir notando la calidad de la vida de quienes las dicen y escuchan, pero no hay que castigarlas mal, algo difícil de hacer porque tenemos el ansia justiciero algo mal dispuesto, de lo que la justicia castiga un tanto en falso.