Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

miércoles, 12 de julio de 2017

La conciliatoriedad de clases socialistizante

Mientras existan las clases sociales, el socialismo debe buscar que se compongan más o menos bien, pero esa conciliación debe ser socialistizante, o sea, ir igualándolas, y de buena manera, lo que requiere esclarecer masivamente a las cuestiones religiosa y estrática, entre las otras, porque si no a los fieles de la clase alta, perjudicados por la sobrepropietarización, la opresión fideísta, la superioridad social y la lucha de clases, se les haría más difícil aceptar su descenso social, porque lo interpretarían como una pérdida de la que no obtendrían ningún beneficio, de igual modo que las clases inferiores tienen que entender bien a la realidad para saber comportarse. Si se pudiera avanzar mucho en esto durante un período corto, habría que hacerlo, pero eso depende de la predisposición de los actores sociales, que no debe ser forzada de mala manera para que la transformación social sea exitosa.

Entiendo por fideísmo no sólo lo estipulado por las definiciones de los diccionarios, sino, más en general, a la práctica ligada a la fe. La opresión fideísta es aquella en la que los fieles padecen diversos tipos de pesares a consecuencia de su adscripción a los credos, como lo son los temores al infierno, los padecimientos causados por el maltrato recibido por desobedecer a los preceptos considerados sagrados, los esfuerzos ingratos realizados para cumplir con los rituales, las autocensuras generadas para guardar las apariencias y así tantos otros. La superioridad social es un perjuicio para los miembros de las clases altas porque impide la concreción de los deseos de socializar gratamente con nuestros congéneres de las bajas y por el repudio eventual de éstos hacia nosotros, dado por la diferenciación y el sometimiento, entre otras cuestiones y con sus variantes. Ahora bien, que exista el deseo natural de convivir bien interpersonalmente no quita que esa intención pueda tergiversarse, mixturarse o corromperse, por mala educación, acumulación de frustraciones, recepción de ofensas y demás, además de por el hecho de que también hay deseos innatos de tipo peleador y competitivo, pudiendo aquél ser suplantado, en mayor o menor medida, por un interés punitivo, castigador, sancionador, explotador u otros parecidos. En los capitalistas el deseo de convivencia grata es obstruido por la manía acumulativa de capitales, pero lo mismo puede suceder con la de dominar por dominar, como modo falso de superar la falta de autoestima o de gratificación sana, o el temor a ser sometido por aquéllos a quienes se hubo subordinado: el miedo al revanchismo apareja un pánico en la clase dominante que aporta al acicateo de su operatoria para perpetuar su superioridad. El revanchismo tiene que ser ordenado de acuerdo a la búsqueda de justicia social, con las sanciones que correspondan.