Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 14 de julio de 2017

De Copi, el normativismo alternativo y las categorías

Yo no soy quién para opinar de Copi, porque no lo conocí y apenas lo leí, pero sí me acuerdo que el tío Blas, en verdad mi tío abuelo legal, de apellido Guichandut, dijo, durante una cena navideña, que era insoportable. De la nota de presentación de un libro de Daniel Link, que salió hoy en Página 12, se desprende que era autodestructivo, porque al proponer malas formas de comportarse indujo a la autodestrucción. Me falta saber del tema para ser concluyente, así que lo tendrán que ser otras personas. No se le tiene que juzgar sólo su obra literaria, sino su calidad humana. Leí de él El baile de las locas, La Internacional argentina y algunas viñetas.

El problema de la cultura queer es su falta de autocrítica, porque asume que la normatividad es mala y que la alternativa a ella es buena, lo que no siempre es así, porque no todo lo perteneciente al sistema dominante es malo, ni es todo bueno lo subalterno. En ocasiones, esta teoría pretende suplantar a la heteronorma por una alteronorma, que se torna así en autoritaria, y tiene otras tantas fallas éticas y conceptuales, como cuando se propone como postidentitaria, lo que hizo la hembra transidentitada Paul Preciado, quien antes se llamó Beatriz, como si la adhesión a la rareza no fuera una forma de identificación, o propulsa al antimodernismo, o niega a la biología. Hizo una crítica injusta a la medicina alopática, aunque con razones válidas, porque ésta tiene sus faltas, lo mismo que las tiene la homeopatía: les falta la síntesis superadora, que requiere de una transformación social general porque la medicina responde a la generalidad social. A nivel conceptual más abstracto, la teoría queer a veces tiene el problema de que tiende a absolutizar a las categorías, en particular en su vertiente anarquista, lo que las vuelve opresivas, por lo que causa una reacción anticategorial que a sus seguidores les dificulta hablar y componer más o menos bien sus relaciones humanas, ya de por sí problemáticas por lo malo de la racionalidad social, en tanto que no comprenden a las determinaciones como históricas, o sea, como factuales, relativas en cierto sentido. En ocasiones extremas, el alternativismo adopta una postura intencionadamente enfermante, porque supone que la enfermedad es antisistémica, lo que da cuenta de su idiotez, pero este paradigma también tiene razones atendibles, además de que la estupidez es un rasgo frecuente del carácter humano.

Las categorías, al ser históricas, son lo que son, duran lo que duran y se refieren a lo que se refieren, tal como las hacen ser las personas que las utilizan, o sea que su forma y su significado son variables, transformables y perecederos, pero deben ser bien enunciadas para comunicar con éxito, lo que se redefine cada vez que se las usa: cada repetición es una recreación original, aunque sea casi igual a las anteriores, ya que, al menos, se diferencia de aquéllas en haber sido emitida después. Entonces, cabe distinguir entre las recreaciones más reiterativas y las más transformadoras, sin que las últimas sean siempre mejores que las primeras, porque existe la posibilidad de que la transformación sea mal hecha y porque la buena repetición de las expresiones anteriores puede ser muy placentera.