Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Crítica inacabada de "100 días para enamorarse"

A pesar de su apariencia soft y moderada, hasta progresista, la novela 100 días para enamorarse tiene escenas de una inmoralidad hasta peor que la de Casados con hijos. Representa un desastre sexual grupal, con muchos desmanejos conductuales, de promiscuidad mal establecida, que enseña la acometida de lesiones sociales de índole sexual sin alertar sobre el riesgo, o sea, que en términos de la educación sexual de la sociedad, muestra un mal ejemplo y educa mal. A los discursos mediáticos, hasta que se los critique lo debido, se los seguirá, por lo menos en ocasiones, en escala masiva, por lo que deben ser buenos siempre, de lo que distan mucho, aumentando el ejercicio de mala práctica social. El gancho de simular izquierdismo con la celebración de la diversidad sexual no basta para que la novela sea de progresismo bueno. Es una crítica televisiva que demoniza al socialismo, simbolizado en Coco, el personaje de Pablo Rago, de poética indiferente al capital. Hasta celebra la esclavización del proletariado, representada en el collar de doma vestido por Antonia, el de Nancy Dupláa. Antonia simboliza a una mujer sadomasoquísticamente esclavizada. Para entender bien a la novela habría que saber qué adscripción política tiene su director, Sebastián Ortega, hijo del ex gobernador tucumano, e igualmente los guionistas, así como su inserción en la productora y en el canal que la emite.

En términos de los discursos sociales la novela discute con el "amor" que el kirchnerismo se adjudicó a sí mismo cuando le endilgó el "odio" a la oligarquía argentina, de la que Telefe es parte, amor al que representa quebrado como así a la familia monogámica y heterosexual, fuere progresista o tradicional, no obstante lo cual la transformación familiar que propone no es de revolucionarismo socialista, sino que conduce a la degradación, porque los problemas amorosos no son verbalizados de buena forma, aceptándose engaños desde leves hasta muy perjudiciales sin que ello desencadene una crítica suficiente para recomponer y ordenar bien los lazos rotos, más bien al contrario, o persiste una critica suave que no acaba por resolver bien las cosas. El hecho de que se trate de una comedia permite tomarla a la ligera, pero la narración implica problemas sociales severos, no sólo por lo que encubre de la política y de la economía sino también por su propia trama interna.

La postura crítica de la novela es la del escepticismo libertario, representado por el varón trans Juan, el profesor de literatura y su novio, el hermano de Laura Contepomy, el que si bien tiene su mérito es algo refractario al socialismo científico, lo que hace a su flaqueza política y moral, así como omite remitirse al ajuste vigente más que con alusiones e indirectas. El socialismo científico tampoco es garantía de bondad, pero se le aproxima más. Es más próximo a la gaya ciencia buena porque es socialista y partidario del bien. Entiendo a la gaya ciencia no sólo como a la ciencia de la poesía sino como a la ciencia de los juegos, entre los cuales los artísticos, a la ciencia lúdica, que vendría a ser la jodalogía. Dada la ludopatía social vigente, expresada no sólo en la mezcla del juego con los negocios, sino también en las apuestas compulsivas y en muchas otras formas más, será precisa la buena crítica social del juego.