El socialismo no debe relegar la deconstrucción del capital simple, que es el salarial, pero sí supeditarla a la del complejo, que es el más importante. Es un desarme priorizado en la cima y secundado en la base, que debe proteger a la economía popular en el marco del sistema en tanto que no pueda transformar a la ley que lo mantiene, lo que en última instancia depende de la mayoría del proletariado, porque ésta es el único actor social capaz de lograrla.