Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

De la inexistencia de los dioses, con nota extra importante

La inexistencia de los dioses sólo puede probarse de manera deductiva, ya que no podemos recoger pruebas suficientes sobre el caso debido a que no podemos atravesar los límites del universo para averiguar qué hay ahí, así como no podemos viajar en el tiempo hasta antes del gran estallido y mirar lo que era entonces. Lo que es seguro es que la idea de los dioses con forma humana proviene de nuestra soberbia como especie, que nos lleva a imaginar que los creadores del universo tienen nuestra forma. Encima masculina en predominio, lo que sucede junto a la masculinización de los dioses, con hegemonía de los dioses hombres sobre las diosas y conflicto al interior de cada grupo. La existencia de los dioses es incomprobable lo suficiente, pero es refutable que lo que haya habido antes del inicio del tiempo estipulado por la física no teísta tenga la forma que se les asignó desde ideologías humanas, así como sus dotes morales y mandamientos. Algo hubo antes del big bang, aunque no sepamos qué fue, así como no sabemos lo que hay por fuera de los límites del universo abarcado por esta teoría. Lo que corresponde ante la ignorancia, o ante la duda, es admitirlas, para que se le busque una salida sensata al asunto. La admisión de la propia ignorancia es parte de la asunción necesaria para la revolución social humana, en particular en materia de dioses. De haber allí nuestros creadores intencionales, de ser buenos, no debieran enojarse de que dudemos de ellos al no haber comprobado bien su existencia, y de ser malos lo serían de todas formas, aunque tendrían una actitud ambivalente, más o menos buena y mala, también según nos comportáramos en relación a sus preceptos, a los que tendríamos que conocer bien para adoptarlos bien. De otra manera saldría mal, pero no sabemos que haya seres puros concientes allá afuera, que igual serían de materia, porque para ser algo hay que tener cierta masa, aunque sea livianísima. Es materia cósmica. Así como el ateísmo tiene que admitir que no tiene pruebas empíricas de la inexistencia de los dioses, también el teísmo debe reconocer que carece de las necesarias, ya que las pruebas teístas sobre la existencia de los dioses no tuvieron una buena metodología crítica, sino que más bien intentaban imponer sus postulados: les importó más el éxito de su propia ideología que hacer una más exacta, de mayor responsabilidad científica, lo que tuvo consecuencias nefastas para la naturaleza por su vinculación con la economía y la guerra entre otras cosas.

La concordancia del buen orden humano en todo el planeta es el objetivo principal del socialismo, aunque haya provocado desastres inmensos, así como lo es en las ideologías teístas. Como el orden internacional depende del comportamiento de sus partes, éstas deben tener buena guía para la práctica, que sólo puede ser con ideología verdadera, lo que se traba por la cuestión téica entre otros grandes problemas. Existe el socialismo teísta, pero es una fracción menor dentro del espectro, así como en el capitalismo puede que haya una minoría atea.

El socialismo yerra al ser anticapitalista, ya que debe reivindicar al capitalismo críticamente, porque es parte fundante de su propia historia, es decir, que el socialismo debiera adoptar una pro-capitalidad revolucionaria, que sería la que postulara la transformación socialista. El carácter anticapitalista lo retrograda mal porque lo opone a la gran parte del proletariado que sostiene al sistema, lo que se nota en las elecciones, en el consumo y en las opiniones políticas proletarias respecto a la vida. Gran parte de las dificultades para gobernar que tiene el socialismo está dada por su renuencia al capital, lo que lo torna errático respecto al gobierno; pero cuando gana en las elecciones le toca asumir subordinado, lejos del poder para cambiar la ley mayor, que es la que sostiene al capital porque dispone al ejército, que se financia desde el gobierno, la policía igual. Otro grupo de pérdida de fuerzas se da por su rechazo al gobierno, dado en la ultraizquierda, que impide al reformismo, incluso al constitucional, porque éste precisa de su preparación con las políticas públicas, ya que la reforma constitucional precisa de cerca de dos tercios del electorado y de una movilización social intensa.

La pregunta es qué favorecimiento al capitalismo debiera operar el socialismo gobernante para pasar a una etapa de socialización productiva plena. En tanto que no pueda derribarlo, mientras que el capital sea hegemónico, el socialismo deberá tener cierta política para con el capitalismo, en lo que cabría definir distintos modos según las propiedades de la clase superior. El agente mayor de la revolución debe ser el proletariado en su conjunto, con el empresariado popular en segundo lugar, así que las organizaciones partidarias no lo pueden concretar si la mayoría proletaria no lo exige, por lo que el socialismo deberá demostrarle al proletariado que puede gobernar bien, a lo que tendrá que hacer bajo leyes capitalistas, al menos a corto plazo, y buscando ser justo en la condena al empresariado que merezca la pena sin olvidar lo inverso, o sea, que fracasará hasta que haya la conciencia social necesaria para que triunfe, en el caso de darse, así como triunfará mal. El objetivo socialista no es el de ganar, sino el de ganar bien, por lo que puede llevar mucho tiempo, quizás milenios, y eso si sucede.

En términos teológicos ateos, el teísmo principal es el protestante, expresado en los billetes del dólar, seguido del católico, dominante en el sur de Europa y América Latina, y terciado por el cristianismo ortodoxo, que son el eje central del liberalismo, acompañado en crisis por el islamismo, que también tiene varias ramificaciones internas, las religiones dhármicas y las animistas, más mezcladas en África, continente también de la periferia liberal. El liberalismo se prefiguró en la burguesía florentina, a los inicios de la edad moderna, pero recién empezó a imponerse con las revoluciones burguesas de Inglaterra, Estados Unidos, Francia y las que le siguieron hasta después de la segunda guerra mundial, casi tres siglos después, sin que haya dejado de haber restos del régimen feudal, así como los hay del esclavista. Las dinastías del bloque comunista, o mismo las actitudes de quedarse en el gobierno por lapsos más grandes que los del liberalismo ordinario, son equiparables a las monoteocracias del bloque liberal, o a las monarquías absolutas, algunas de las cuales se moderaron para plegarse al capitalismo, como las de Suecia, Noruega, Gran Bretaña, España y Holanda. La revolución rusa tuvo de bueno que acabó con gran parte de la nobleza en Europa del este, aunque quepa cuestionarle cómo, o sea, que desempeñó las funciones históricas del empresariado liberal, con una modernización capitalista alternativa quizás no tan cruel como la liberal, o tal vez más cruel, pero en el bloque liberal los mandos despóticos persisten en las empresas porque su titularidad es perpetua y hasta hereditaria, si no transable, así como sucedió en las empresas comunistas, administradas por funcionarios del gobierno provenientes de los partidos. El sometimiento a un patrón inescogido se da en el bloque de derecha a nivel empresarial, en tanto que en el comunista sucede en el gobierno, porque el capital es más gubernamental en él. En las empresas se dan relaciones de mando y obediencia de carácter no democrático, ya que no se decide su posesión y señorío con el voto de los trabajadores, pero la imposibilidad de elegir bien democráticamente a los gobernantes comunistas también es un problema de solución obligatoria. El bloque comunista no es que no sea democrático en ningún sentido, ya que tiene elecciones masivas, pero son de carácter unipartidario, así como el polipartidismo liberal tiene otros factores defraudantes, como la rigidez constitucional, la primacía del capitalismo, el salariazgo y la fe, que se replican en su opuesto de forma algo tergiversada. Más que a la democracia se debe aspirar a la democracia buena, ya que la democracia no es buena necesariamente.