Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 4 de diciembre de 2018

La religión hace a la jerarquía política

Que la política sea jerárquica significa que su orden es sagrado, lo que se vincula a la verticalidad porque la doctrina clerical entiende al valor de la gente según la idea que tiene del pecado, a la que pone en relación con su comportamiento, idea fundada en la mitología, que atraviesa a las ciencias como corriente seudoriginaria. La mitología ocupa un mal lugar en la historia humana, aunque su existencia sea rescatable, para lo que debe ser entendida bien. La mitología hace a los fundamentos mágicos de la ciencia, presentes en las ordinarias y en las críticas, como las satánicas, o las de hadas y duendes, que hicieron a nuestro pasado. En política la mitología se replica con el sistema de la fetichización del gobierno, con eje en el voto y en la confianza, ya que la política capitalista responde al conocimiento crédico, que contiene cierto materialismo, pero subordinado a una ley mayor, que impide la asunción social de los problemas señalados por el materialismo que no concuerdan con la doctrina principal del momento, que es la del liberalismo clásico superior. El monoteísmo es el teísmo rector del capitalismo, pero no todo, sino su parte cristiana, la protestante en particular. Como producto religioso el capitalismo es el régimen del cristianismo protestante, ya que es éste el que lidera las relaciones internacionales, secundado del católico y el ortodoxo, entre otros cristianismos, y las ramas islamistas, que forman la parte menor, la más atrasada a veces, de la clase capitalista mundial, que se completa con el capital hinduista, el sintoísta, el del materialismo socialista, en todas sus vertientes, desde la socialdemócrata al izquierdismo más extremo, dentro de lo cual el comunista adquirió preponderancia mundial, aunque sea segundo. El producto bruto del bloque comunista es menor que el del bloque liberal entero, pero el capital detentado por el materialismo también incluye al de los miembros de las demás corrientes de la izquierda, tenencia menor a la propiamente capitalista, a la que la socialdemocracia mantuvo cuando gestionara a las empresas estatales, de manejo gobernante. El bloque liberal abarca a los países de constituciones liberales, tanto en Europa y América del Norte como en Oceanía, de capitalismo protestante principal; en África, donde el capital es más sincrético, dado entre el islamismo, el animismo y el cristianismo de la colonización moderna, aunque también en África hubo gobiernos de materialismo socialista; también sucede en la Rusia asiática, en América Central, en el Caribe y en la del sur, mayormente católicas, aunque tuvieron gobiernos socialistas, bajo mandato capitalista legal o de facto, lo de Cuba, que tiene legislación de ideología socialista pero hace a un capitalismo mixto con predominio estatal sobre el sector privado, en la que los dirigentes del partido gobernante manejan a muchas de las mayores empresas del país, ya que se las maneja como un oligopolio concentrado, con la ficción jurídica de la propiedad popular y los saberes complejos de la producción empresaria, a los que acceden pocas personas del total. Tampoco el gobierno cubano puede por sí sólo operar la socialización de los medios de producción en su propio país, incluso aunque la haya proclamado en la ley, ya que la constitucionalización del socialismo es necesaria pero no alcanza por sí sola para concretarlo, porque su efectuación debe ser social. En el bloque comunista la jerarquización religiosa se repite de facto, sin la justificación divina liberal pero con sucedáneos, como la idolatría a las autoridades, o los resabios del sistema dinástico, el fanatismo político e ideológico, los rituales cívicos, el patriotismo ordinario, el mal hombrismo, también en línea con la idea de que dios es hombre y con el patriarcado. Tampoco en él los proletarios saben mucho de qué es el socialismo ni lo reclaman tanto, aunque sí le exigen formas superiores a las vigentes, a algunas de las cuales pueden dar incluso sin el traspaso a la socialización económica abierta a nivel internacional, que requiere de la transformación legal porque la ley es un modo de asunción social de la realidad, o sea, que pauta qué es lo que la sociedad reconoce de la realidad en un momento, aunque esa pauta esté distorsionada, admita modificaciones cuantitativas y pueda estallar en formas nuevas, lo que no es necesariamente bueno, por lo que cabe la crítica de la transformación. Un aspecto que debe aceptar el pueblo es el del carácter hipotético de la creencia, condición básica para que sepa comportarse bien, o mismo la crítica al teísmo. El socialismo no podría suceder bien sin ambas. Como la economía se lleva con la religión los defectos de una repercuten en la otra y viceversa, eso en medio de los otros vínculos, también conflictivos y cambiantes. Reemplazar a las prácticas de adoración a los dioses, y a sus sucedáneas, por las de la convivencia bien comandada, de concordia social, es necesario para que se ordene bien la economía. La buena resolución del fetichismo de la mercancía precisa el reconocimiento social del problema de la fe y del credo.