Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 10 de febrero de 2020

Del endeudamiento como método de castración social

Hay una faceta del capitalismo que trata sobre la prohibición de los placeres y que se expresa, en términos laborales, en el sobreatareamiento obrero. Al aumentarse las horas diarias de trabajo, se le resta tiempo y energía a la dedicación a copular, por lo que los habitantes de las naciones cojen menos, y algo mal, por ese y otros motivos. El empresariado liberal tiene una moral muy estricta, que aunque sea transgredida en secreto, cuando no está en esas excepciones, cumple el mandamiento perverso y se priva arduamente del coito, y cuando lo concreta queda muy lejos de hacerlo con el cariño suficiente, porque lo entiende fetichizado, con desigualdad de géneros, heterosexualidad exagerada, hipocresía familiar y demás, cuestión que lleva a la envidia amorosa y a la enemistad interpersonal, vinculada a la rivalidad entre las clases. Entonces, participa en la organización del castigo predicado por los sacerdotes en la economía y la política, que son los ámbitos más propios del capitalismo, laicos respecto a las iglesias, es decir, ligados a ellas desde afuera, como afiliados externos a las organizaciones. No es extraño que en sociedades que enaltecen la castidad el modelo laboral sea castigante, y menos aún ahora, en que el predominio del capital privado, aunque en crisis, viene de haber alcanzado su máximo triunfo histórico, al imponerse en todo el mundo desde la caída del intento de socialismo hecho por los soviéticos, habiendo sido sometido en el bloque comunista chino, en el que demostró que es necesario, y, de forma intermitente y menor, en el occidental, y primando también en el mundo indio, en el árabe, donde está en guerra, y en África, donde el liberalismo se impone, aunque a veces con gobiernos socialdemócratas muy distantes de concretar la socialización productiva, que pueden o no ser de corte islámico. El empresariado privado es necesario para la existencia humana, y no es necesariamente malo, pero para ser bueno tiene que ser verdadero lo suficiente, cosa que se torna imposible, además de por sus propias fallas, entre otras cosas, por lo fieles que son los pueblos, de una fidelidad que no es tan cierta como debe ser y que hace a sus ideales porque los pueblos tienen mucha influencia en las ideas de la sociedad.

La idea de lo pastoral que hay en el sacerdocio tiene su réplica laica en el mandato social ejercido por el capital privado, que en general tiene una fidelidad clerical externa. Las iglesias y las instituciones laicas son las establecidas en las constituciones, es decir, en el conjunto de las instituciones que componen a los estados, inclusive las empresas, algunas de las cuales son instituciones, entidades grandes, y muy poderosas, de las potencias sociales más altas. El capital público participa de esto, de una manera moderada pero cruzada por el laborismo excesivo, que es el del crecimiento económico compulsivo, un derivado del fetichismo porque el fetichismo impide pensar con la verdad necesaria para el buen orden económico. La orientación del capital público depende primero de la ley trasnacional de rango constitucional, luego de las constituciones nacionales y después del proyecto político del partido que tenga la presidencia, aunque esto sucede mezclado con la participción en el gobierno de los partidos subsiguientes, es decir, que el capital público puede ser tanto conservador como progresista, y, dentro del progresismo, puede ser del liberalismo de centroderecha como socialista, tanto socialdemócrata polipartidario, lo que sucede en general en Occidente, África, Arabia, la India, el este asiático y Japón, como unipartidario, lo de China, Corea de Norte, Vietnam y Cuba. El capital de las instituciones de los gobiernos, en particular las empresas públicas, aunque sea comunista arrastra los defectos del fetichismo que predomina en el mundo, como la sobreproducción, y es capitalista, aunque habría que analizar bien sus modelos de funcionamiento, con énfasis en su acumulación, comparándolos con los del capital gobernante de los países liberales y con los de las grandes empresas privadas. Eso permitiría saber si hay o no diferencias, y cuáles, entre los grandes capitales de los dos mayores bloques civilizatorios.